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rubeus hagrid & minerva mcgonagall

Diana tenía sed.

Es decir, tras una carrera rapidísima a través de los terrenos de Hogwarts para lograr no perder a Harry y llegar a la caseta del guardabosques, le había hecho cosas a su cuerpo, que ahora sudaba y gritaba por oxígeno y agua, una vez se hubo parado frente a la puerta, mientras su amigo de cabello oscuro tocaba.

Por esto mismo, una sonrisa se formó en su rostro una vez Hagrid les ofreció una bebida, y se apresuró a preguntar:

—¿Tienes té?

Sin embargo, Harry Potter tenía otras intenciones, y parecía importarle muy poco las de su amiga.

—No, tenemos prisa —dijo, hablando por el resto de sus amigos y haciéndose paso en el interior de la cabaña—. Pero tengo que preguntarte algo. ¿Te acuerdas de la noche en la que ganaste a Norberto? ¿Cómo era el desconocido con el que jugaste a las cartas?

—No lo sé —dijo Hagrid, invitando a los otros tres—. No se quitó la capa.

—Oh, y eso no es nada extraño. ¡Misterio resuelto! —exclamó Diana irónicamente, casi ofendida por la simpleza con la que el adulto había soltado las palabras.

—No es tan inusual, hay mucha gente rara en el Cabeza de Puerco.

Diana rodó los ojos.

—Ya sé de dónde recibe el nombre.

Hermione le dio un codazo.

—¡Diana! —reprendió.

—¿De qué hablaste con él, Hagrid? —preguntó Harry— ¿Mencionaste Hogwarts?

—Puede ser —dijo Hagrid, tratando de recordar—. Sí... Me preguntó qué hacía y le dije que era guardabosques aquí... Me preguntó de qué tipo de animales me ocupaba... se lo expliqué... y le conté que siempre había querido tener un dragón... y luego... no puedo recordarlo bien, porque me invitó a muchas copas. Déjame ver... ah sí, me dijo que tenía el huevo de dragón y que podía jugarlo a las cartas si yo quería... pero que tenía que estar seguro de que iba a poder con él, no quería dejarlo en cualquier lado... Así que le dije que, después de Fluffy, un dragón era algo fácil.

Diana suspiró.

—Déjame adivinar: pareció interesado en Fluffy, ¿no es así?

—Bueno, si, pero es normal —añadió Hagrid en seguida—  ¿Cuántos perros con tres cabezas has visto? Entonces le dije que Fluffy era buenísimo si uno sabía calmarlo: tocando música se dormía en seguida...

De pronto, Hagrid pareció horrorizado.

—¡No debí decir eso! —estalló— ¡Olvidad que lo dije!

Pero no estaba en los planes de ninguno de ellos el olvidarse de aquello, y antes de que Hagrid pudiese preguntarles a dónde iban, ya habían salido corriendo de la cabaña, apresurados.

—Tenemos que ir a ver a Dumbledore —habló Harry, tratando de recuperar el aliento, una vez hubieron llegado al vestíbulo de entrada—. Hagrid dijo al desconocido cómo pasar ante Fluffy, y solo podía ser o Snape o Voldemort debajo de la cama. Solo espero que Dumbledore nos crea. ¿Dónde está su despacho?

Harry miró alrededor.

—¿Diana? ¿Estás bien?

La pelirroja reaccionó en seguida, saliendo de su trance y cogiendo una gran bocanada de aire, como si se hubiese olvidado de respirar.

—¿Qué? Oh, sí, tan solo me duele un poco la cabeza.

—¿Seguro que estás bien? —preguntó su hermano, preocupado, poniéndole una mano en el hombro— Estás algo pálida.

—Estoy bien —dijo ella impaciente, dándose la vuelta—. Creo que el despacho de Dumbledore está por...

—¿Qué estáis haciendo los cuatro aquí dentro?

El grupo se giró en dirección a la voz, que pertenecía a McGonagall.

—Queremos ver al profesor Dumbledore —dijo Hermione.

McGonagall frunció el ceño.

—¿Ver a Dumbledore? ¿Por qué?

—Es un secreto —dijo Harry, y Diana tuvo que contenerse para no darse una palmada en la frente. A la profesora McGonagall no pareció satisfecha con la explicación, y bufó.

—El profesor Dumbledore se fue hace diez minutos —dijo con frialdad—. Recibió una lechuza urgente del ministro de Magia y salió volando para Londres de inmediato.

Diana gruñó.

—¿Qué puede querer el ministro de Magia que es tan importante?

McGonagall le dedicó una mirada burlona.

—Porque supongo que su problema, señorita Weasley, es mucho más prioritario.

Diana iba a contestar algo sarcástico, pero Harry lo hizo antes de que ella pudiese abrir la boca.

—Mire, profesora, se trata de la Piedra Filosofal.

La profesora McGonagall retrocedió, y comenzó a preguntar que como sabían eso antes de ser interrumpida.

—Creo... sé que alguien va a tratar de robar la Piedra. Debemos hablar con el profesor Dumbledore.

Hubo una pequeña pausa, en la que McGonagall pareció dudar pero, finalmente, recobró su postura.

—El profesor Dumbledore regresará mañana. No sé cómo habéis descubierto lo de la Piedra pero quedaos tranquilos. Nadie puede robarla, está bien protegida.

Como de costumbre, Harry no se conformó y trató de intentar razonar con la mujer varias veces más, pero ésta no cedió.

—Os sugiero que salgáis y disfrutéis del sol —dijo como último argumento, antes de marcharse.

❛i. venomous❜ harry potterWhere stories live. Discover now