CAPÍTULO 2

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La incredulidad fascinante en la que presumiblemente Kim Taehyung se definía era escepticismos soporíferos o demasiado ásperas, pero intimidante y jodidamente serio podrían hacerle honor a aquel semblante que de rodillas temblando tenía al pobre J...

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La incredulidad fascinante en la que presumiblemente Kim Taehyung se definía era escepticismos soporíferos o demasiado ásperas, pero intimidante y jodidamente serio podrían hacerle honor a aquel semblante que de rodillas temblando tenía al pobre Jungkook.

La garganta seca repentinamente le obligó a tragar saliva y sin tener mucho conocimiento sobre las palabras que salían del apuesto hombre delante de él, asentía más que nada acobardado. Pero no le culpen, sus mofletes amenazaban con imitar el color de su cabello y el pecho herido no paraba de clamar pavor y quizás, quizás no, ineludiblemente, adoración sempiterna.

Oh, porque esos bonitos ojos avellanados que lo miraban, osaban sin vergüenza a penetrar hasta el fondo de su alma, demasiado encantados en descifrar las maravillas en galaxias dibujadas en iris de los que inconscientemente le pertenecían. La descortesía reflejada en sus acciones provocaba la vehemencia del sinsentido y sencillamente asentía a indicaciones vitales que el Señor Kim le decía y repetía.

Que tan patético se veía, Jungkook no lo sabía y sin mucha importancia lo dejo pasar, porque la belleza era tan deslumbrante y el dolor tan malditamente catastrófico; sin embargo, si las lágrimas trazaran infortunios angustiosos tampoco permitiría a la prudencia tomarle las manos para ocultarlo porque tal vez existía la posibilidad —desconocía los contras— del consuelo en los brazos del guapo varón que no dejaba de hablar. Ah y joder que atractiva era esa voz.

Probablemente el pequeño Jungkook de 13 años le hubiese aterrorizado la sola idea descomunal de sentir por un hombre, más las circunstancias del futuro en el que vivía y la heterosexualidad que ya no era obligatoria, esto simplemente le era usualmente normal. Y no ese normal por ideologías diversas, sino ese normal porque el siendo un jovencito de 19 años que amores platónicos tenía muchos y de falta de atención paternal, en sus momentos melancólicos, parecía; gustar de personas inesperadas que sin pretenderlo le diesen siquiera un diminuto significado de misera urbanidad, era predecible.

Aunque ahora no podía estar seguro de las reacciones del Señor Kim por el gusto inevitable del jóven. Posiblemente lo considera un crío tonto y miserable, con problemas de autoestima y modales con el que obligatoriamente se vio en la necesidad de relacionarse. Dios, Jungkook acababa de quedarse sin el pasado de su apellido y el modo inusitado de su padre al demostrar apego que, si bien no tenían la más sensacional comunicación, ¿Qué se comparaba a el lazo fuertísimo entre padre e hijo?

Jungkook no tenía idea, pero el aura indiferente más siempre respetuosa que posaba sobre los refinados movimientos de ese sujeto embelesador le era, sin mentir y mucho menos desmesurar, desesperante hasta la médula.

En cuanto llegaron a pasos medianos frente la madera gruesa de una habitación que Daniel no hizo por mostrarle en el pasillo del ala oeste de ese material minimalista, el azabache que tocaba los anillos en sus dedos miró expectante al joven pelirrojo.

Señor Kim  ✍  ❬ᴛᴀᴇᴋᴏᴏᴋ❭ (Edición)Where stories live. Discover now