CAPÍTULO 4

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La música terriblemente alta fallecía en los indoles soporíferos de esos ruidosos pensamientos un domingo por la tarde

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La música terriblemente alta fallecía en los indoles soporíferos de esos ruidosos pensamientos un domingo por la tarde. El sol apenas calentando la gelidez de su tacto sobre tantísima heladez de aquellas paredes casi grisáceas que le rodeaban, entre tanto leía carente de expectativas el viejo libro con un nombre aburrido e ilustraciones fantásticas. Mañana gozaría de la inevitable desdicha y en ese instante diminuto solo pedía hundirse en la soberbia del olvido, aunque tremendamente difícil le era no preservar el horror que conllevaba dos palabras inadmisibles; escuela nueva. La desfachatez de la situación no deseada repudiaba sus entrañas, alguien que añoraba la compañía y simultáneamente no podía evitar dejar de ser tan tímido, bien definían al sinónimo de caos absoluto.

Se permitía divagar por las azucaradas palabras del cuento infantil que una rana con bigote era dibujada en las desgastadas hojas marrones pese en tinta gruesa de palabras sencillas, a la vez encantadoras, como trazos llevaba. A las circunstancias de la continuidad su evidente personalidad era enfrascada por la apariencia sombría, era que el hastío no debía ser aceptado, pero allí estaba él, postrado en el sofá más cercano a la ventana con vista preciosa, realmente no leyendo los renglones hechos con esmero y gratitud de una historia lastimosamente no idolatrada como se quisiese.

—Joven Jeon —el canturreo débil le llamó apenas, la fisonomía de una mujer mayor que reconocía robando la atención de las páginas ambiguas. Despojo el auricular de su oído, observando el semblante benévolo. —Disculpe la interrupción —el aludido negó—, el Señor Kim solicita su presencia en la oficina.

Ineludiblemente se tensó, viro los ojos después. —Sí, gracias —asintió Jungkook a la señorita Jung con un movimiento de cabeza intencional.

En cuanto la mujer mayor se encaminó lejos de esa habitación, como si fuese irremediable, los recuerdos de escenas horrorosamente convencionales inmediatamente rozaron las cabalidades de la mente estrepitosa, abandonando cualquier posibilidad de tranquilidad en los aposentos inexpresivos a los que se dirigía determinado, únicamente un poco asustadizo. Consintiendo los endebles fracasos de una armadura narcisista por el afán sobre la represalia, demasiado herido del orgullo.

No era para tanto en su certeza. Cada una de las posibilidades por muy inadmisibles que sonase a oídos expectantes y sensatos, serían la cavilación de una respuesta o, vaya, una oportunidad. Taehyung reiteraba cuanto no debía, así, mientras veía a nubes desamparadas cubriendo un sol moribundo del cielo negro como mejor podían y el desfallecer de una enamorada por el acto esplendoroso cuando brotaba el humo escalofriante del cigarrillo sabor cereza y lo tocaba en su boca; era el creyendo magníficamente en realidades sinceras en las no le incumbían más, sin embargo, imploraba con todo lo que le quedaba. Escuchar la puerta abrirse y el sonido acompañado de una fragancia que no necesitaba de percibir por el olfato para sentirse, ahogó toda imaginación imprudente.

No les concedió a sus ojos confirmar la presencia ajena, aunque ya parecía consciente, susurro un gruñido disconforme solo por apariencias. Estaba agotado y el trabajo sinfín que apuñalaba su avivada alma, amenazaba con colapsar. Sumándole el pequeñísimo inconveniente, quizás muy grave. Y sin duda, dramático según las reacciones que recibiría.

Señor Kim  ✍  ❬ᴛᴀᴇᴋᴏᴏᴋ❭ (Edición)Where stories live. Discover now