Capítulo XXIII

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New York City

2:23 a.m.

POV Maddie

Mi corazón estaba completamente en shock. Intentaba moverme, maldición, ¡Intentaba moverme! Pero nada sucedía. Sus asquerosas manos la sostenían mientras ella luchaba por soltarse de algún modo, pero él era más fuerte. La habitación estaba tenue y oscura, no podía ver mucho, pero veía lo suficiente. La mirada lasciva en los ojos de él, y el miedo y la angustia en los ojos de ella. Mis manos temblaban en un intento por recuperar la fuerza y apartarlo de ella, pero era inútil. Sólo podía quedarme ahí de pie y observar. La golpeó contra la pared. Ella gritaba. Rogaba por que la soltaran, sintiéndose el ser más asqueroso del mundo. Él le gritaba que se callara. Empezó a desabrocharse los pantalones.

- No –dije, débilmente. Pero él no me escuchaba.

Ella me miró y todo en mí se congeló. Mis ojos azules, mis mejillas pálidas, mi cabello alborotado y claro.

- Suéltame. –le dije, esta vez con rabia. - ¡Suéltame! –grité, desesperada, viendo como empezaba a bajarle los pantalones a ella, mientras ella luchaba.

- ¡Maddie! –ella gritaba.

Yo gritaba. Gritaba mi nombre tratando de hacerme reaccionar. Gritaba con ese ardor singular en la garganta, como cuando tratas de soportar la ira y el dolor por mucho tiempo. Mis manos y mis piernas no se movían y era insoportable. No podía quedarme ahí de pie sin hacer nada, por Dios. Él la sostenía firmemente y ni ella ni yo podíamos movernos. Entonces él me miró. Lo tenía muy cerca, tanto que podía sentir su aliento. Olía a helado y palomitas de maíz. Me miraba como un animal ve a su presa antes de despedazarla. Mis manos y piernas estaban atadas por sus manos y piernas. Mi respiración era cada vez más errática. Me giré, no había nadie más. Sólo había cuadros y juguetes alrededor, además de zapatillas de ballet y de jazz tiradas en el piso. Mi lámpara de noche se encendió, iluminando una foto familiar junto a mi cama. Vi la sonrisa de Mackenzie junto a la mía. Lo vi a él con el último grado de valentía que me quedaba.

Era Kurt.

Abrí mis ojos de golpe al escuchar una voz familiar llamarme. No entendía lo que esta había dicho hasta que desperté completamente – Madz, vamos. Despierta. – repetía ella.

Todo el aire había vuelto a mis pulmones en cuanto abrí los ojos y fue doloroso, así que me sostuve a mí misma para no caerme. Había mucha gente mirándome, y no eran miradas habituales de "Oh, mira. Es Maddie Ziegler". Una azafata me tendía un vaso de agua con una mirada aterrada en su rostro, la misma mirada que tenían los demás pasajeros. Respiré profundo y me recosté sobre mi asiento, reconociendo ahora que estaba en el avión. Miré a la azafata y tomé tranquilamente el vaso de agua, ella suspiró y se enderezó, recuperando la compostura luego del pequeño incidente de mis pesadillas. Me sentí increíblemente apenada, por lo que bebí un poco del vaso de agua para hacerle saber que estaba bien.

- Aterrizaremos en un momento, Srta. Ziegler. Si necesita algo, por favor, sólo llámeme. –dijo y amablemente se retiró.

Miré a los demás que me observaban, en seguida todos se giraron aparentando ocuparse en otras cosas. Suspiré y bajé la mirada al vaso en mis manos. ¿Por qué la gente cree que un vaso de agua puede solucionar cualquier cosa?

- ¿Estás bien? – me preguntó Kalani, con una preocupación genuina.

No me había percatado de que estaba a mi lado, pero debo admitir que fue bastante relajante saber que ella había estado ahí todo el tiempo. Era la única persona que estaba de hecho acostumbrada a este tipo de episodios, así que supe en seguida que ella sabría cómo responder, lo cual probablemente fue la razón por la que la azafata me había traído un vaso con agua. Kalani solía hacer eso, ya que por alguna razón, reitero, todos creen que un vaso con agua puede solucionar todo. Volviendo a su pregunta asentí con una sonrisa torcida pero sincera, intentando hacerla saber que, por primera vez en años, después de mis pesadillas, estaba bien.

An Ordinary Girl (Malani)Where stories live. Discover now