|CAPÍTULO O4|

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Tomando como mal presagio el hecho de caerme ayer en la cafetería y que eso pudiera repetirse si vuelvo a hacer fila, opté por traer hoy algo de merendar en lugar de ir a comprar

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Tomando como mal presagio el hecho de caerme ayer en la cafetería y que eso pudiera repetirse si vuelvo a hacer fila, opté por traer hoy algo de merendar en lugar de ir a comprar. Quedó un poco de lasagna de la de papá anoche después de que cenamos y justo ahora, con las tripas sonando con ecos enormes en mi estómago, se me hace lo más apetecible. Ya que sigo sola, sin muchos amigos y trato de que la gente no me note, llegué de las primeras a la cafetería y logré tomar una mesa desocupada lo que me ha permitido ir viendo de lejitos pero detalladamente a la gente que ingresa.

Es increíble que en pleno siglo XXI la gente se siga dividiendo por sus gustos y por gente me refiero a adolescentes y jóvenes, y por división hablo más de la hipocresía, porque acá todos están con sus grupos y los de la mesa de los estudiosos son desdeñados por los que se sientan donde están los del equipo de fútbol, pero en redes sociales todos son amigos, todos se sonríen y reaccionan a sus fotos. La llegada de la tecnología como reemplazo de la interacción social y el respeto, bien puede calificarse como el fin de la civilización completa. Eso dice en un cartel de la pared.

En la mesa en la que me ubiqué, estamos cuatro personas pero cada una por su lado, los otros tres apenas y han levantado la mirada de su bandeja y yo ando bien pendiente de la puerta hasta que veo al grupo que yo denominaría como "Los populares", entrar. Ahí va Ethan y la rubia y las dos que vi anoche en el local y otros dos chicos no tan lindos como Ethan.

Quiero agradecerle a Ethan por la nota bella que dejó en mi casillero esta mañana pero hay mucha gente con él y las multitudes me incomodan. Estando en la parte posterior de la cafetería, tengo un buen ángulo de acosamiento sin ser vista y mis ojos no se han despegado de mi cita de mañana. Solo verlo respirar es algo atractivo, no hay nada que no sea lindo en él, incluso es muy alto y eso es una ventaja superior a cualquiera.

Una bandeja es estruendosamente colocada frente a la mía, haciéndome dar un respingo en mi silla. Con una sonrisita de satisfacción, Brad se sienta en la silla de enfrente y me tapa la visibilidad hacia adelante.

—Hola, rarita.

—Te dije que soy Emily.

—Perdón, rarita —responde. Mira mi rostro de no-diversión y levanta sus manos en gesto conciliador—. Ya, perdón, Emily.

—¿Cómo estás, Brad?

—Te acuerdas de mi nombre —afirma.

—Me lo dijiste ayer, no hace mil años.

—Así que Ethan te invitó a salir —suelta. Mi rostro adopta el tono carmesí, mas mi sonrisa se dibuja acompañada de un suspiro—. Tomaré eso como un sí.

—¿Cómo sabes? ¿Te lo dijo? —Mi tono se esperanza al pensar en que Ethan anda por ahí diciendo que saldrá conmigo.

—Sí, anoche.

Un Cliché desComunal •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora