|CAPÍTULO 22|

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He de admitir que por más que mi existencia haya sido siempre una incubadora de mala suerte, no hay manera lógica de culpar a la fortuna por los hombres que se me atraviesan en el camino o por los que tengo el infortunio de interesarme

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He de admitir que por más que mi existencia haya sido siempre una incubadora de mala suerte, no hay manera lógica de culpar a la fortuna por los hombres que se me atraviesan en el camino o por los que tengo el infortunio de interesarme.

Para mi sorpresa, luego de salir de la casa de Brenda, estoy calmada. No puedo decir que no siento nada en absoluto o que no estoy llorando a mares por orgullo y que espero llegar a casa para empapar mi almohada de lágrimas que tienen nombre propio iniciado con B; es solo que puede que mi mente se hubiera hecho a la idea de que eso tal vez iba a pasar, de que Brad iba a actuar similar a su hermanastro en algún punto, es decir, él es dulce, cariñoso, atractivo promedio e inteligente, ¿cómo llegué a suponer que yo era la única que se interesaba en él o que él se iba a interesar solo en mí?

Lo que sí me saca un poco de onda es que sea Brenda quien una vez más, parece tener el monopolio de corazones de Winston.

Las pisadas de los cuatro raspan contra el piso y ya que estamos de madrugada, no hay ni perros callejeros alrededor. Solo estamos nosotros, uno al lado del otro, yo entre Ethan y Ash y Fresita al otro extremo. En silencio, quizás asimilando la humillación que gracias a Brad estoy pasando o que pasaré el lunes cuando vuelva a estudiar.

—¿Quieres ir a casa, Em? —pregunta Fresita luego de llevar tres calles recorridas. Despego mis ojos del suelo y la observo.

—No aún. ¿Te quedas conmigo?

—Debo llegar contigo, así que sí.

—Ustedes si quieren pueden ir a casa —digo a Ash y a Ethan—. No hay un mejor plan acá.

—Yo me quedo.

—También yo. —Ashley retira de su frente un par de mechones y se cuelga a mi brazo, pasando su otra mano sobre la mía—. No te voy a dejar sola. Pero no quiero caminar, vamos a sentarnos por ahí.

—Sí, seguimos en el barrio de Brenda, no hay mucho peligro acá —apoya Ethan.

Cuando vemos el primer parque, giramos y entramos. Hay una zona que de hecho es parque de niños con tres columpios y dos rodaderos rodeados por arena y caminamos hasta allí para sentarnos en ella. Está fría pero no incómoda.

Ash es la única que sabe de mi emoción por el beso que tuve con Brad hace unas horas y al menos me alegra que todo lo malo hubiera pasado antes de que los demás se enterasen y el ridículo fuera peor.

Miro a Ethan a mi lado y cuando me devuelve la mirada, me sonríe con una mueca casi de disculpa mezclada con compasión, como si en parte fuera su culpa el asunto de Brad. Creo que llegados acá, no hay mucha cosa que pueda hacerme sentir o ver peor, así que sin mucha vergüenza, hablo:

—¿Me pueden dejar hablar un momento con Ethan?

Mis dos amigas lo miran con un poco de recelo, como si ni siquiera quisieran que él nos acompañara, pero no me niegan la petición. Se levantan y caminan sobre la arena:

Un Cliché desComunal •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora