Capitulo 13

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Seguro lo más sensato hubiera sido dar media vuelta y volver a la cocina, y simplemente pretender que nada estaba pasando, pero claro, no lo hice. Sus palabras me incitaron acercarme.

Me agazapo tras la pared, para que esta me tape, y solo queden mis ojos para espiar. No era mi primera vez que lo hacía, y creo que tampoco sería la última.

«Solo cinco minutos, y me iré, cinco minutos...» repetí en mi mente.

La ventana estaba cerrada, por lo que el sonido era amortiguado, pero eso no evito que afinara mi oído hasta lograr escuchar lo que hablaban.

―... Sabes muy bien el por qué lo están haciendo, te están presionando. ¡No debes permitirlo! ¡No quiero que vuelva a pasar!

Su tono reflejo enojo y desesperación en cada palabra.

―Sabes que no es mi culpa, Anabella. Pero ya han puesto abogados. Y estamos contra tiempo.

¿Abogados? ¿Para qué?

―Pero no pueden hacer eso, mamá, y lo sabes. No lo puedo creer, ¿cómo se atrevieron? ―su voz se fue apagando gradualmente, hasta el punto de que tuve que pegarme a la ventaja para escuchar. ―Es injusto. Me parece una broma de mal gusto.

―Justo o no, ya lo han hecho. Y créeme yo estoy tan sorprendida igual o más que tú, nunca llegué a pensar que personas de mi misma sangre haría algo como eso. –su voz se fue apagando, y aunque estaba de espalda de mi podía apostar que estaba a punto de echarse a llorar. Me partió el corazón con solo pensarlo, el tema del que hablaban debía de ser bastante importante.

―Tenemos que hablar con ellos, hacerlos entrar en razón. Isabella, talvez, ella...

―Veré que puedo hacer, pero no tenemos asegurado nada.

Cuando me percaté mi madre ya se dirigía al a puerta de entrada. De manera veloz me incorporo, y retrocedo unos pasos.

La puerta se abre.

―Camila.

Le sonreí nerviosamente.

―Eh, ya termine de comer, y las busqué...

―¿Cuándo entraste?

-Yo, eh, acaba de entrar aquí, pero las vi conversar...

―Bueno, vamos. ―me corto aunque, tratando de sonar dulce, pero fallo, sus ojos me miraban inquietaos.

Mi abuela aparece tras la puerta, y tas sonríeme le lanza una mirada a mi mamá que no logre descifrar.

―Vamos donde tu hermano. ―y antes de siquiera responder soy jalada por mi abuela a la cocina.

Tras unas horas después de "la conversación", la casa se llenó de risas.

―¡Oh vamos! ¿Qué es eso?

Mi hermano dibujaba abismado, como si se tratara de Picasso. Me acerqué a él.

―Se te está acabando el tiempo. ―le hago saber.

―Listo. –sonríe y me muestra su "obra".

―¿Qué se supone que es eso?  ―mi ceño se arruga, solo veía rallas en un punto concentrado.

―Se acabó el tiempo. ―canturrea mi abuela.

―¡No! Camila era obvio, ¿no la ves? Es una bailarina de Ballet.

Jugamos de todo: Charadas, Uno, pictionary y hasta ajedrez (especialidad de Daniel). Pero tristemente ya era hora de irse, recogimos nuestras cosas y nos fuimos, no sin antes despedirnos.

Lo que nadie diceWhere stories live. Discover now