Prefacio

1.1K 132 36
                                    

Corrió a toda velocidad, entre las calles, sus pies salpicando en los charcos, casi perdiendo el equilibrio. Una llovizna persistente caía, dificultándole el paso, el frío concentrándose en su pecho. Cabellos mojados.

Huyó, alternando el aire en sus pulmones quemando, con bocinazos que no oía, un grito distante, demasiado distante, que no escuchaba.

Repitiéndose en su mente, una y otra vez, las palabras del hombre adulto con traje oscuro, sobre la mullida hierba, junto a la tierra movida, y un libro en la mano.

«El Señor es mi pastor... nada me faltará...»*

Árboles perdiéndose de vista, las casas de techos bajos de un vecindario olvidado, resoplidos desesperados. La lluvia comenzó a caer con más fuerza, el aliento apenas pasaba por su garganta cuando se abrió paso con brazadas entre unos matorrales bajos. Los columpios se mecían con el viento frío, el rechinido del metal ahogado en el sonido de gotas cayendo, deslizándose por el tobogán viejo.

Cayó rendido, sus rodillas enterrándose en el arenero húmedo. Un espasmo sacudió su cuerpo, quebrándolo en llanto. El dolor continuaba creciendo, la sensación del pecho abriéndosele por la mitad.

El corazón le latía en las sienes, saliva sabor metálico a través de su garganta. Entonces tomó aire, y gritó hasta perder la voz, con su pequeña figura temblando, presa del frío y de la angustia. 

El cielo se oscureció de pronto, opresivo, como tinieblas cerniéndose en el lugar. Y las lágrimas del niño se confundieron con la lluvia. 



*Salmo 23:1—Fragmento bíblico

Anástasisजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें