VI

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Llovía sin parar aquella mañana. El sonido de las gotas en las aceras entraba cada vez que alguien abría la puerta, junto con el olor a humedad y una brisa leve.

Levantó la taza de café, y se la llevó a la boca mientras la camarera depositaba un par de masas dulces en la mesa, dispuestas en un diminuto plato. Apenas había dormido, y probablemente lo hubiera hecho un poco más si la alarma de Abi no hubiera sonado de improviso a las ocho de la mañana. Al parecer, se había olvidado de desactivarla, o era tan entusiasta que quería aprovechar al máximo todo el día para seguir recorriendo el lugar.

Era obvio que se inclinaba más por lo segundo.

Sin más remedio, —porque no era tan tonto como para no reconocer su problema para conciliar el sueño una vez que se había despertado— la invitó a bajar para desayunar juntos en alguna cafetería de por ahí, quizás tratando de compensar de alguna manera lo que había pasado el día anterior. En realidad, básicamente desde que la había conocido.

Quizás fuera una buena idea. No se le ocurría otra cosa. Tampoco tenía ganas de pensar en otra cosa. Sólo en cafeína en su sistema y algo con qué relajar la cabeza, por más contradictorio que fuera.

Hizo un trago largo, y soltó un suspiro involuntario. Abi revolvía su descafeinado lentamente, mientras miraba a través de la vidriera. Parecía perdida, sumida en los transeúntes con paraguas de colores, en las gotas formando charcos.

La observó poco tiempo más, antes de intentar llamar su atención con alguna torpeza.

—Eh—

Ella estuvo lejos de sobresaltarse. En su lugar, permaneció con la mirada anclada al exterior y pensamientos lejanos.

— Tuviste razón ayer sobre algo — dijo. Él arqueó una ceja.

— ¿Sobre qué? —

— Sobre que no te conozco — mencionó. Sam la miró expectante, hasta que agregó: — Pero en ese caso, ni tú a mí lo suficiente —

El muchacho resopló.

— Ayer me pasé, crucé la linea, ya te lo dije. No deberías recordarlo —.

— Lo sé — ella sonrió un poco, volteando la cabeza para mirarlo esta vez —. Pero es un punto interesante. Dijiste que ibas a intentarlo, y te tomé la palabra. Aún me quedan un par de días por aquí y quizás sea buena idea que eso del "no conocernos" cambie un poco.

Sam apoyó el codo en la mesa, casi cubriéndose el rostro con la mano en un ademán extenuado.

— No creo que sea buena idea—.

— ¿Por qué no?—

— No me abro a la gente — comenzó, anulando un bufido antes de que saliera de su boca — No me gusta. No se me da bien.

— A mí no se me da bien cruzar mi linea de prudencia y hospedarme con extraños, y sin embargo, aquí me tienes.

Seguía con eso. Sam se preguntó si realmente se lo creía, si se creía el hecho de que era prudente en lugar de todo lo contrario. Nadie cambia de un día para el otro, y no era como si alguien o "algo" pudiera forzarte a hospedarte con un extraño cuando va en contra de tus principios, sólo porque hay un "propósito detrás".

¿Y qué rayos era eso del propósito, realmente?

De todas formas, cuando la vio reír ligeramente, tuvo un momento de inflexión. Quizás le gustaría adentrarse un poco más en ese desquicio. Quizás podría llevarlo un poco.

— No respondo preguntas personales — sentenció.

— No tienes porqué — Abi se llevó la taza a los labios, y bebió suavemente del líquido que parecía aún caliente. Sus ojos se veían un poco más oscuros.

AnástasisWhere stories live. Discover now