🌊33. Control mental🌊

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Stella

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Stella

No tenía sentido, todo esto se estaba complicando demasiado. Si todo continuaba como hasta ahora, el tridente jamás nos pertenecería. La madre o mejor dicho la madrastra de Shin, fue Layna y si se acercó a él debió ser por una buena razón. Quizá eso significaba que desde el principio, ella sabía donde estaba el tridente y si no uso esa información antes, es posible que haya planeado su venganza. Hasta ese momento, la historia de mis padres y la amistad que mí madre compartió con la bruja del mar, al igual que el odio y la discordia que se género entre ellas, no me eran ajenos, lo sabía perfectamente, pero no pensaba que aquel odio perdurará tanto tiempo, ¿y si Marina y yo estábamos en peligro?

Hubiera deseado que mis padres llegaran cuando antes, pero un cambio en las corrientes del sur y el estado del medio ambiente complicó todo su viaje. Ellos volvieran a casa, sino hasta dentro de tres meses.

No es que no pudiera manejar la situación por mi cuenta. Sabía perfectamente que uno de sus objetivos podría ser tomar represalias contra mi hermana menor y posiblemente también conmigo, si no es que ya lo había hecho antes con otras sirenas.

Llegué hasta la cueva que hay en una orilla de la playa, casi sin darme cuenta. Aquella cueva a la que había prometido no ir más se encontraba ocupada por aquel chico. No me dirigió la mirada directamente y solo me saludó con la vista fija en el reflejo del agua, así que pensé que no me querría cerca y que debía irme cuando antes; sin embargo, cuando avance unos pasos más cerca a él, me invitó a acompañarlo en aquel lugar.

—¿Cómo haz estado? —preguntó.

—Igual que siempre —respondí contestando a su pregunta.

—Me alegro —susurró.

—Disculpa, debo irme —me levanté del lugar en las rocas, en donde me había sentado y estaba dispuesta a irme de aquel lugar—. No quiero seguir hablando con un tritón —confesé para seguir mi camino.

—¡Espera! —exclamó y me detuve un momento.

Por unos segundos deteste saber que era mi alma gemela y que algo en mi interior no me permitía ignorarlo.

—Tu hermana, tus amigas y ese chico podrían estar en problemas justo ahora —su voz era serena, aún cuando decía malas noticias.

—¿De qué estas hablando? —le cuestioné.

Mencionó que sus amigos, Austin y Leo estaban siendo controlados por una sirena poderosa que salió desde el fondo del océano. Los amenazó con poner la vida de sus familiares en riesgo, sino hacían lo que les pedía. Me contó que en primer lugar se burlaron de ella y sus exigencias, así que la sirena los hechizo, el primero que tomó fue a Austin haciéndolo su marioneta. Después fue por Leo y por último quiso controlarlo, también a él, sin embargo, no consiguió porque fue el último que logró escapar.

—¿Por qué tendría que creer algo de lo que tú dices? —le cuestioné y él me dedicó una media sonrisa.

—No tienes porque creer en mí, simplemente te lo estoy advirtiendo. Piensa con tu propia cabeza lo que puedes hacer —confesó pareciendo honesto.

—Tú también puedes estar bajo su control ahora mismo y, decir exactamente lo que ella quiere —replique, sabiendo que Layna sería la misma sirena que había hecho tal cosa con sus amigos y probablemente también con él.

—Está bien, te diré un secreto —se levantó si acercó a mí haciendo que sus ojos coincidieran con los míos—. Cuando otra persona controla tú mente hace una barrera para tu alma, tomando el control de tus acciones y es por eso que no se puede ver claramente el brillo de los ojos de una persona manipulada. Si no existe algún color que no corresponda a mis ojos, eso quiere decir que no estoy bajo su control. Mira y compruébalo.

Era cierto, los hechizos, aunque funcionan de varias formas, siempre dejan algún rastro de su presencia. Las sombras opacas o un color diferente en el brillo de los ojos de alguien, indicaban que no estaba consciente de su acciones y que estaba siendo manipulado por un tercero.
Observé en su mirada cada detalle solo por precaución y para asegurarme de que sus palabras fueran ciertas.

Sus ojos eran claros, en ellos no distinguir ninguna sombra o brillo de color extraño que me hiciera dudar. Pero, no me tranquilizó por el contrario llegó a ponerme más nerviosa y por esa razón decidí pedirle ayuda para encontrar a Marina y las demás. Si ellas estaban en peligro y les ocurría algo malo, jamás me lo perdonaría.

Al salir de aquella cueva nos encontramos con Leo y Austin. Ellos regresaban del acantilado y tenían el libro de Shin en sus manos, sonreían victoriosos como si estuvieran celebrando el triunfo de una batalla gloriosa.

—¿Qué le hicieron a mi hermana? —les reclamé, reconociendo el dibujo que Marina había hecho en el cuaderno de Shin ese mismo día.

—Vaya tranquila sirenita. Tú hermana y ese terrestre ya tienen lo que se merecen. ¿Acaso no sabes lo que les ocurre a los que desobedecen las reglas de la manada? —cuestionó señalando mi collar.

—El diamante de luna —susurré con temor.

Lo había olvidado por completo, cuando Marina escapo de la ceremonia traía el diamante de aprendiz con ella y como no completo el rito de nuestra manada. Jamás obtuvo su propio diamante de luna. Los diamantes de aprendiz perdían su poder fácilmente y necesitaban ser recargados con luz de luna cada mes porque de otro modo, no, no quería ni imaginarlo.

—El hechizo que nos dio esa bruja fue muy efectivo —comentó el otro chico junto a él.

—Así es, si esa niña es lo suficientemente tonta como para pagar el precio por la vida de un humano, entonces el plan habrá salido a la perfección —agregó Austin y no me faltaron ganas para tomarlo del cuello y golpearlo, pero Axel se me adelanto.

—Habla, que les hicieron a esos chicos ¿En dónde están? —le interrogó.

Aquel chico sonrió despreciablemente y señaló hacia los acantilados en un lado de la isla. Quise darme prisa y llegar hasta ahí, pero no lo haría sin antes quitarle de las manos la libreta de anotaciones y tirarla al océano una vez allí usé mis poderes para calentar el agua y quemar todas las paginas que Lee Shin había escrito ahí. Era una pena, pero no podía permitir que todo el esfuerzo y trabajo que ese chico y mi hermana, habían puesto en descifrar cada acertijo del mapa cayera en las manos equivocadas.

—¡Maldición! —gritó uno de ellos y no llegué a descubrir, cual pues me fui corriendo en dirección a los acantilados junto a Axel.

Solo quería pensar que ellos estaban bien y que Marina no corría ningún peligro estando al lado de aquel muchacho. No importa, que sucedería todo estaría bien siempre y cuando no les hubiera ocurrido nada malo.

Continuará...

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Isla De SirenasWhere stories live. Discover now