6. El enojo del omega

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—Lo siento, amigo —lamentó Bucky palmeando la espalda de Steve—, pero estuvo mal como reaccionaste ante la ayuda de Tony.

—El soldado tiene razón —admitió Thor cruzándose de brazos—. El sujeto mecánico nos fue de gran ayuda para salir victoriosos de esa difícil batalla. Tu enojo irracional estuvo fuera de lugar.

—Si ya sabes que Tony es muy sensible, ¿para qué le hablas así? —Se unió Nat desde los controles de la nave.

En ese momento ya se dirigían de regreso a la torre Stark.

Steve resopló, ahora todos se creían con derecho a opinar. Se recriminó a sí mismo por cometer el gran error de comentarles lo sucedido con Tony. Todos aseguraban que el genio estaría furioso con él, ya podía imaginarse el drama que le esperaba en casa.

—Prepárate para enfrentar la discusión de tu vida —se burló Bruce al lado de Nat quien le ayudaba a manejar la nave.

—Ya sé —farfulló mirando a Clint quien se mantenía callado y muy quieto en un asiento—, solo faltas tú, ¿tienes algo qué decir?

Clint se encogió de hombros.

—Si yo tuviera un omega, no le hablaría de esa forma.

—Claro... —masculló cruzándose de brazos con la mirada fija en la puerta de la salida.

La nave llegó a la torre y en cuanto se abrió, Steve salió de ella de un salto para dirigirse a su habitación, encontrándola cerrada con seguro.

— ¿Tony? —Preguntó y pegó la oreja a la puerta sin escuchar una respuesta— Jarvis, ¿está Tony en la habitación?

—Sí, señor —confirmó la inteligencia artificial—, solo está enojado con usted.

«Casi nada», se quejó internamente llamando a la puerta repetidas veces.

Sus amigos pasaron a su lado en dirección a la puerta que conducía al ascensor.

—Por esta noche, Thor y Clint, se quedarán con nosotros, pero habla con Tony para ver si les puede asignar un piso —pidió Nat sin mirarlo.

—Bien —respondió y los vio salir del apartamento sin decir más.

—Tony, por favor, abre —pidió de nuevo y siguió sin recibir respuesta alguna—. Jarvis, abre la puerta.

—Pero, señor...

—Si no la abres la derribaré —exigió impaciente con su gruesa voz alfa.

Después de escuchar el chasquido, entró con lentitud y cerró con suavidad tras él. La habitación estaba alumbrada por la suave luz de la lámpara de la mesita de noche. Tony estaba de espaldas a él hecho un ovillo bajo las sábanas tiritando y sollozando.

Steve se escurrió por debajo de la ropa de cama como lo hacía desde que eran niños y lo abrazó aspirando el delicioso aroma a flores que expulsaba su molesto omega embarazado.

—Babas ya alistó el sofá para que duermas en la sala —mencionó Tony con voz entrecortada—, no te quiero aquí conmigo.

Steve se pegó más a ese suave cuerpo y acarició ese vientre con una apenas notoria protuberancia, besó ese delicado cuello con amor y se detuvo de improviso al detectar el humor proveniente de su pareja. Podía sentir la gran decepción de Tony, la cual, sólo provocaba un gran deseo de hacerlo sentir protegido y amado.

—Lo siento —susurró deslizando los labios hasta saborear su marca en la nuca de su omega—, la batalla estaba resultando más difícil que nunca y solo temí por tu vida y la de nuestro bebé.

Nuestra gran familia (Stony mpreg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora