✾Capítulo 8: ¿Dónde está?

13.4K 898 124
                                    

Escucho con ansiedad el chirriar de la puerta abriéndose, la tensión se acumula en cada fibra de mi ser mientras me preparo para enfrentar lo que sea que esté al otro lado. Durante estos dos días de encierro, he sido prisionera de mis propios pensamientos, atormentada por la incertidumbre y el miedo.

Me levanto con cautela, mis músculos tensos como alambres mientras me acerco a la ventana y observo el mundo exterior con ojos llenos de anhelo. Dos días en esta habitación, dos días de agonía y desesperación, sin comida ni agua, solo el eco de mis propios pensamientos para acompañarme en mi soledad.

¿Jacobo lo encontró?

¿Lo... asesinó?

Vaya mierda de vida.

Un nudo de angustia se forma en mi garganta mientras las preguntas se agolpan en mi mente, una tormenta de incertidumbre que amenaza con arrastrarme hacia el abismo de la desesperación.

La puerta se abre y mi corazón da un vuelco en mi pecho, no siento mucho alivio al ver a Jacobo entrar en la habitación. Su presencia es como una sombra oscura que se cierne sobre mí, una presencia que trae consigo el peso de la tragedia y la desesperación.

—Ese hijo de puta está más escoltado que el presidente— murmura, su voz fría como el hielo.

Siento un inmenso alivio y suspiro.

Pero siento que no descansará hasta cometer su venganza y de solo pensarlo un escalofrío recorre mi columna vertebral, el miedo se apodera de mí y me siento paralizada por el terror que me consume desde dentro.

Jacobo se quita los zapatos con cuidado, sus movimientos precisos y calculados como los de un depredador acechando a su presa. Me alejo de él con cautela, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho mientras enfrento al hombre que ha convertido mi vida en un infierno.

—No te sientas tan aliviada, volveré por él.—De inmediato me tenso.—En realidad lamento haberte dejado así, pensé que iba a ser rápido acabar con él— dice, su voz suave como una serpiente susurrando en la oscuridad—. Te extrañé mucho, mi Anastasia.

—¡Aléjate!— grito cuando se acerca a mi, empujándolo con todas mis fuerzas. 

Jacobo se acomoda la camisa con indiferencia, su mirada fría y despiadada me atraviesa como una hoja afilada.

—Eres la primer y última persona que dejo que me grite y golpee.—Me mira y su mirada me hace poner los pelos de punta.—No te acostumbres. 

—Maldito.—Susurro lo suficientemente bajo pero creo que me escuchó ya que un tic en su parpado se ha empezado a desarrollar. 

—Baja, traje muchas cosas que sé que te gustan para comer, también te compré ropa, zapatos y maquillaje— me dice, su voz suave y seductora—No sé si elegí bien tu tono, no sé si compré lo adecuado, me irrité cuando la dependienta me explicó la diferencia entre bronceador y rubor así que le pedí que empacara todo.

Tragué con fuerza, no quería hablar.

—Nos marcharnos de esta casa en unos días, ya están comenzando a buscar a los que eran integrantes de la clínica—Habla pero mi mente está en otro lugar, mi mente está pensando en como rayos haré para escaparme de aquí. 

Me miró esperando una respuesta, pero no hablé.

Lo miro con desconfianza mientras mi mente trabaja a toda velocidad, buscando una forma de escapar de este infierno en el que me encuentro atrapada. Pero sé que no será fácil, sé que estoy atrapada en su red.

—¿También asaltaste un banco?— es lo único que se me ocurre decir.

Jacobo me mira con una sonrisa irónica, sus ojos fríos como el acero mientras me enfrento a su mirada penetrante.

—Te responderé cuando me cuentes dónde está Juan— dice, su voz suave pero amenazadora.

Un escalofrío recorre mientras siento el peso de sus palabras, el miedo se apodera de mí y me siento como un ratón atrapado en una trampa mortal.

—Juan me estaba engañando— murmuro con voz apenas audible, sintiendo el peso de la culpa aplastándome.—Por eso lo engañé con Fernando.

Un suspiro escapa de los labios de Jacobo mientras me mira con una mezcla de desprecio y desdén.

—No te creo— dice, su voz suave pero amenazadora.

En realidad, eso es cierto. 

Mi curiosidad siempre me ha traicionado, revisé su correo electrónico y me di cuenta que se llevaba bien con una enfermera de Washington, ella había sido la que le había invitado a que fuese a esa ciudad a revisar algunos animales. Un día antes de mi cumpleaños salió su famoso viaje por negocios pero yo sabía que no iba solo a trabajar.

Me encogí de hombros.

No me importaba si me creía o no.

Iba a salir del cuarto pero su voz me detuvo.

—No me importaría volarle los sesos—Lo dice tan natural.

Demente.

Una vez abajo mis ojos se iluminan por primera vez en mucho tiempo al ver tanta variedad de comida, como todo lo que hay y solo me concentro en eso, estoy parada al lado de la encimera, tan concentrada hasta que siento unas manos abrazando mi cintura baja y rodeándome con sus brazos.

Brinco un poco al sentir sus manos frías en mi vientre pero no me puedo mover.

—Tenías mucha hambre—Afirma—Tienes que estar fuerte para el viaje que se avecina—Lame el lóbulo de mi oreja y muerde la fresa que tenía en mi mano.

Siento tanto repudio...

Tanto odio acumulado...

Obsesionado por ti ©️Where stories live. Discover now