18.

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¿Por dónde iba?
Ah, sí, por la parte en la que me porté como una completa imbécil.
Mira, Natalia, voy a ser sincera. No te merecía. No. Es que no merecías a alguien que no pudiese dártelo todo por miedo. No merecías que yo dudase, ni un poquito. No merecías que fuese así de gilipollas.
Me hacías sentir bien, viva. Me hacías volver a ser la Alba feliz que llegó a Madrid con ilusión y ganas de comerse el mundo. Me hacías ser mi versión favorita de mí misma: risueña, alegre, libre, feliz. Me hacías ser yo, al cien por cien. Y, joder, llevaba tanto tiempo sin reconocerme que al ver que fuiste capaz de hacerme tanto bien en tan poco tiempo, me acojonó la idea de que el efecto pudiese ser el contrario y acabase tan jodida que no supiese volver a levantarme.
Me daba miedo meterme la hostia, porque sabía que iba a ser la más grande que me había dado hasta entonces.
¿Que por qué?
Por favor, Nat, no me digas que no te diste cuenta porque lo mío sí que era obvio.
Me enamoré de ti.
Me enamoré hasta las trancas.
Me enamoré de los hoyuelitos que se te marcaban al sonreír, de las arruguitas que se te formaban en la nariz al reírte, de tu manía de tocarte el piercing cada cierto tiempo y también de la de cambiarte el pelo de lado cada dos por tres.
Me enamoré de tu forma de pensar, de tu forma de sentir, de tu forma de tratar a los demás y de tu forma de tratarme a ti.
Me enamoré de la capacidad que tenías de hacerme sonreír, de cuando me hacías cosquillas y acababas por darme besos por toda la cara para que se me pasase el pique.
Me enamoré de lo que me hacías sentir en los momentos en el sofá viendo una peli a tu lado, en la cama abrazadas o cuando me mirabas.
Me enamoré de tu forma de mirarme. Con tanto amor, tanto cariño..., no sé, nunca me habían mirado así –ni lo harán–.
Me enamoré de tu voz, tu forma de tocar la guitarra y de cómo, aún cerrando los ojitos al cantar, eras capaz de hacerme sentir cada vez que abrías la boca.
Me enamoré, Natalia. Y ya está. Me enamoré de ti.
Y, cuando me di cuenta, me acojoné.
Me acojoné tanto que busqué cualquier forma de alejarte de mí.
¿Y cuál se me ocurrió?
Exacto: la de ser gilipollas.
Y no supe hacer otra cosa que volver con Joan, aunque llevase sin sentir nada por él demasiados meses, para sacarte de mi cabeza y que te alejases de mí.
Y, nada más hacerlo, me arrepentí.
Porque te estaba haciendo daño. Estabas jodida por mi puta culpa y mi mala cabeza.
Estabas rota por culpa de mi inseguridad y mi miedo.
Estabas jodidísima por culpa de que yo fuese una cobarde.
Y, además de cobarde, egoísta. Porque no me veía capaz de sacarte del todo de mi vida y preferí seguir haciéndote daño –haciéndonos daño– a plantarle cara a mis miedos o a dar el paso de dejarte ir del todo para que pudieses ser feliz y encontrar a alguien que de verdad te mereciera.
Por eso fui a tu casa de madrugada, rota. Porque no podía seguir así. Necesitaba hacer algo bien por una vez y estaba buscando la valentía que me faltaba para dar el paso de dejarte ir o de entregarme de verdad a ti.
Y, por eso mismo, me fui.
No merecías que alguien como yo se entregase a ti. No merecías tener que aguantar tantas idas y venidas sin sentido. No merecías no ser completamente feliz por culpa de que yo fuera una egoísta de mierda.
¿Que sabía que te iba a joder que me fuera? Sí. Pero creía que, tarde o temprano, encontrarías a alguien con quien ser feliz de verdad.
¿Quién me iba a decir a mí que medio año después estaría escribiéndote esto? ¿Quién me iba a decir a mí que iba a ser capaz de confesártelo?

Sé que he sido una completa imbécil. Lo sé, de verdad.
Y entiendo que no quieras saber nada de mí después de leer esto y averiguar que me fui aún sabiendo cómo te iba a dejar.
Entiendo que no quieras volver a aguantar mis inseguridades a cambio de un ratito de felicidad.
Entiendo que prefieras olvidarme y seguir con tu vida ahora que lo sabes todo.
Lo entiendo, Nat, en serio.
Y está bien.
Yo ya decidí una vez sin pensar en tu bien y pensando sólo en el mío.
Ahora te toca a ti ser egoísta.
Si quieres que desaparezca del todo de tu vida, lo haré.
Si quieres que vuelva, lo haré.
Porque, por muchos meses que hayan pasado, sigo tan enamorada de ti como desde el primer momento.
Y te sigo queriendo tanto como lo hacía antes.
Si decides volver a tenerme en tu vida, prometo quererte, pero esta vez bien.
No mucho, ni poco.
Quererte bien.
Porque mereces a alguien que te quiera bien.

Volver. // Albalia.Where stories live. Discover now