22.

13.6K 623 92
                                    

Creo que soy tonta.
Bueno, no lo creo, está confirmado.
De tanto querer hacer las cosas bien e ir despacio con Alba, creo que la estoy cagando. Creo que piensa que ya no siento lo mismo.
Es que ya me vale a mí también apartarme cada vez que hemos estado literalmente a centímetros, que no han sido pocas precisamente.
¿Es porque no estoy preparada a volver a tener algo con ella o porque tengo miedo de que vuelva a acabar mal?
Sinceramente, ni yo lo sé, pero tirarme casi tres meses evitando que pase creo que tampoco ha sido buena decisión porque, a este paso, se va a acabar cansando o a pensar cosas que realmente no son.
Aunque tampoco sé muy bien cómo hacerla ver que sigo tan enamorada de ella como desde que lo descubrí o incluso más.
No sé cómo hacerla ver que la quiero, pero que aún no me veo preparada y, si no me veo preparada, sé que la cagaría si hiciese lo que realmente quiero.
Y como llevo con este agobio casi una semana –en la que, por cierto, no nos hemos visto– he acabado sentándome al pequeño piano de mi apartamento y, tres horas después, acabo de terminar de soltar todo lo que tenía que soltar en una canción.
Miro el móvil. Son las siete de la tarde y estamos a domingo, pleno julio. No creo que esté haciendo nada, ¿por qué no llamarla? No tengo nada que perder.
Veinte minutos después de que Alba me dijese que venía, tocan al timbre. Y me pongo nerviosa al momento.
¿Que por qué? Hostia, porque cantarle esto es como declararme, como abrirme otra vez en canal ante ella.
Espero, al menos, que sirva para que entienda que sigo sintiendo lo mismo por ella.

–Hola guapa, –digo cuando abro la puerta, abrazándola.

–Uf, qué fresquito, –dice andando hacia el salón. –Si lo llego a saber, vengo antes. En mi casa me estaba muriendo ya.

Nos tiramos un rato en el sofá, hablando de cómo nos ha ido la semana y de qué podemos hacer la semana que entra.
Al rato, Alba se da cuenta de que mi libreta está en el piano y me mira, sonriente.

–Sí, –contesto, anticipándome a su pregunta. –He estado componiendo.

–¿En serio? ¿Sobre qué?, –me pregunta, ilusionada.

–¿Te la toco?, –digo, tragando saliva mientras me preparo mentalmente para lo que voy a hacer.

–¡Sí!, –chilla emocionada, levantándose del sofá y sentándose justo en frente del teclado para poder mirarme cuando me siente.

Sonrío ante su ilusión y me siento. Abro la libreta y, cerrando los ojos para prepararme, empiezo a tocar las teclas.

Hola, me he vuelto a equivicar antes de empezar, –empiezo a cantar, sin abrir los ojos. –¿Hace cuánto de la última vez? Me he olvidado de contar, –sigo sin querer abrir los ojos, esperando a que entienda lo que sigue. –No me mires así, lo que tienes que decir lo he escuchado ya. Da el último sorbo al café, levántate, ya no hay nada más que hablar, –ahora sí, abro los ojos, viéndola apoyada sobre sus manos mirándome fijamente. –¿Sabes? Nunca he sabido ganar, me he sentido tan pequeña. ¿Sabes? Te he gritado siempre en braille todas las respuestas, –hago una pausa, dejando de tocar y cerrando los ojos mientras cojo aire para, seguidamente, volver a mirarla. –¿No lo ves? Me estoy quemando. ¿No lo ves? Creo que he vuelto a acostumbrarme a llegar tarde, –veo como sus ojos empiezan a humedecerse y quiero pensar que es porque me está entendiendo. –Amor, perdóname si no te he dejado ver... Amor, perdóname si me escapo cada vez..., –vuelvo a parar, tragando saliva y viendo como Alba empieza a llorar sin quitarme los ojos de encima mientras yo los cierro. –¿Sabes? Nunca he sabido ganar. ¿Sabes?, –termino de tocar y, suspirando al sentir que lo he soltado todo, abro los ojos encontrándome a Alba tendiéndome la mano. Se la agarro y me inclino para dejar un beso en ella y, seguidamente, apoyar mi cabeza al lado de nuestras manos entrelazadas mientras la miro. –¿Te gusta?



Sin decir nada, me suelta la mano y se levanta de donde estaba sentada, rodeando el piano y abrazándome.
Yo, sin querer, sonrío y cierro los ojos mientras pego más su cuerpo al mío.

–Me encanta, –susurra sin separarse de mí. –¿Me la vuelves a tocar?

Me separo de ella y, al ver su puchero, sonrío y asiento, sintiendo que ha entendido lo que quería que entendiese.
Vuelvo a tocar la canción y esta vez, cuando termino, Alba se queda mirándome sin decir nada por lo menos cinco minutos hasta que decido hablar.

–¿Qué piensas?, –pregunto alzando las cejas, ella me sonríe y, seguidamente, se muerde un lado del labio inferior.

–No corras, –dice. –No quiero que te arrepientas, no quiero que no hagas nada de lo que no estés segura, ¿vale?, –se vuelve a morder el labio. –Te voy a esperar todo el tiempo que haga falta.

Me cago en mi vida entera.
¿Por qué coño eres tan buena, Alba Reche?
Así es imposible no querer comerte la boca cada dos por tres.
Sonrío y me levanto del piano, yendo a abrazarla para evitar caer en la tentación y hacer algo que probablemente lo jodiera todo.

Volver. // Albalia.Where stories live. Discover now