9. En cloro

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—¡Te lo juro, Billy Anne! —El coach estrella su puño contra el desayunador—

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—¡Te lo juro, Billy Anne! —El coach estrella su puño contra el desayunador—. ¡No era producto de mi imaginación, era Timberg con el trasero más arrugado!

La chica a su lado intenta no reírse mientras se llena la boca con cereal.

—¿Y tú le viste el trasero a este señor que andas diciendo que lo tenía como una pasa? —pregunta Bernardo con su cuchara a medio camino de la boca, con cara de náusea.

El Abuelo Shepard se sonroja y no sabe qué decir al principio. Sus mejillas arden.

—¿Crees que mis ojos seguirían en mi rostro tras ver tal perturbadora imagen? —espeta—. Me los hubieran sacado con cucharadas, pero no nos dejaban usarlas sin supervisión. Parece una guardería más que un centro de recreación, quiero ir a otro lado a socializar —exige.

—Conozco un lugar —me entrometo, aún apoyado contra la mesada de la cocina y con mi taza de café en mano.

—¿Un burdel? —dice con fingida inocencia la castaña o rubia, o cual sea el color que predomine en el mix de su cabello.

—Iba a decir que podría acompañarnos, solo por hoy, a la entrevista que vamos a hacer para la revista. —Billy Anne empieza a toser, enviándome la señal de que es hora de cerrar mi bocota a la vez que al coach se le iluminan los ojos.

—¡Touchdown, estoy dentro! —chilla el anciano.

No sé qué le habrá pasado en el centro de recreación, pero cuando regresamos de cenar él ya estaba aquí gracias a dos amigos de su nieta. Lo encontramos durmiendo en el sofá en posición fetal, aferrado a una almohada. Si lo que quiso olvidar es tan fuerte como para irse a dormir sin cenar no quiero saber lo que es.

Rememorando mi última comida del día puedo decir que la velada fue genial. Burritos, chica inteligente con humor ácido y una caminata bajo las contaminación lumínica de Kordell fue bastante romántico. Siempre salgo con Inko o Bernardo, echaba de menos una presencia femenina por más de dos horas cara a cara.

De preferencia que no sea la abuela Evelyn, solo para variar.

—Abuelo... —empieza la chica.

—Me deberás el equivalente a tu coeficiente intelectual en kilómetros si no me llevas contigo hoy, Billy Anne —advierte—. Necesito un descanso de esta locura

—Yo necesito un descanso de mis seguidores. —Suspira Bernardo, apartando su celular exhausto—. ¿Saben lo difícil que es ser gay en Instagram? La gente sigue enviándome mensajes de apoyo como si la metáfora de salir del armario recién hubiera sido descubierta —dice tomando un escarbadientes y haciendo la limpieza bucal tras terminar su cereal—. En verdad me hace feliz la aceptación, pero a ningún heterosexual lo viven felicitando por gustarle lo que le gusta, por ser como es. En lugar de naturalizar mi orientación sexual la convierten en una especie de medalla, lo sobrevaloran y me están haciendo sentir incómodo.

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