22. Potasio

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Apago el motor de Jeep y me recargo en el asiento, esperando por Jaden

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Apago el motor de Jeep y me recargo en el asiento, esperando por Jaden.

El día siguiente a mi cumpleaños, cuando ocurrió el accidente, mi padre llegó entrada la madrugada. Mamá se encargó de que todos los televisores estuvieran apagados e incluso desconectó Internet. No quería que me la pasara leyendo artículos que me llevaran a echarme la culpa.

«Repasar los hechos no cambiará el resultado, solo tu estado de ánimo», dijo.

Como futura periodista siempre me interesé en los detalles, investigar las fuentes y corroborar las versiones de las historias, pero esa fue la única ocasión en que no lo hice. Hasta el día de hoy evité leer sobre ese incidente otra vez. Al principio costó porque no hay nada más poderoso que la imaginación cuando se encuentra con el miedo y el arrepentimiento, pero con el tiempo logré superarlo, aunque no olvidarlo.

Cuando Malcom Beasley entró por la puerta de casa, mamá y yo corrimos a abrazarlo. Dijo que la cirugía había durado nueve horas. El chico estaba vivo pero no lo dejaron verlo ni le dieron detalles. Ni siquiera cuando recién había sido atropellado logró ver su rostro dado que estaba boca abajo y con medio cuerpo debajo del bus. Sus manos temblaban mientras hablaba, tartamudeaba y temblaba con violencia. Mamá tuvo que darle pastillas para que pudiera dormir, porque a pesar de no haberlo hecho en dos días enteros, la culpa no le permitía cerrar los ojos.

—¿Qué tal está mi candado vaginal favorito? Recibí tu mensaje. —La puerta del copiloto se abre de golpe y me sobresalto cuando entra, cuadrando mis hombros—. Berta tiene una junta hasta tarde, así que te dará la devolución mañana, pero antes de que emprendamos el camino a casa tengo que decirte que me encontré a...

—Tú eres Jerry Thompson —interrumpo.

Se queda mudo.

Sí logré ver un par de noticias antes de que Kansas Shepard prosiguiera con el plan Desconexión total, y no era Jaden Parker Ridsley el nombre que figuraba en los medios.

—Vivimos juntos, en algún punto iba a enterarme. —Me encojo de hombros—. ¿Por qué aceptaste que me mudara contigo con esta historia de por medio? ¿Por qué tu familia y amigos te lo permitieron y no me dijeron nada?

No estaba preparado para esta conversación, es obvio. Mira a través del parabrisas sin ver en absoluto y se relame los labios resecos. Está tenso, pero después de tomarse unos segundos para inhalar despacio, gira su torso hacia mí y se agarra del respaldo del asiento y el salpicadero, como si temiera que el auto fuera a comprimirse y necesitara asegurarse que tiene espacio para seguir respirando.

—Porque ni tú ni tu padre tienen la culpa, y aunque podrías creer que no estoy seguro de eso teniendo en cuenta que me desmayé en cuanto lo vi, debo señalar que hay una diferencia entre alguien que indirectamente invoca un recuerdo y alguien que es responsable de tus desgracias.

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