44. Un amigo para siempre

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Termino de cargar la última caja con las cosas del coach en el maletero de la Chevrolet Spin —con capacidad justa para siete personas—, y Malcom lo cierra antes de reunirnos con los demás en la acera

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Termino de cargar la última caja con las cosas del coach en el maletero de la Chevrolet Spin —con capacidad justa para siete personas—, y Malcom lo cierra antes de reunirnos con los demás en la acera.

A mi lado, Billy Anne besa las cabezas de los dormidos Frida y Silvestre, que son cargados por Zoe y Blake, antes de que ellos los acomoden en los asientos traseros y les abrochen el cinturón de seguridad. Cuando regresan, ella atrapa a su sobrina en un abrazo. Le da un puñado de babosos besos alrededor del rostro.

—Te amo exponencial, desorbitada e infinitamente —le dice como si le fuera a explotar el pecho de amor de no hacerlo.

—También te amo con todos esos adjetivos, tía Zoe.

La mujer da un paso atrás y se vuelve hacia mí. Su sonrisa podría derretir todos los glaciares del mundo.

Me abraza como si romperme las costillas fuera un desafío, y cuando se separa debo simular que no duelen un poco.

—Tú puedes venir a visitarnos cuando quieras —dice apartando un mechón fuera de su rostro, revelando una vieja cicatriz que le otorga un aire de fortaleza en lugar de fragilidad—. Los niños te adoraron. Creo que serías un buen niñero.

—¿Adorarlo? —espeta una incrédula Billy Anne—. Casi lo envuelven en espaguetis y se lo comen. Lo odian.

—Ya verás que puedo hacer que me quieran más que a ti —replico.

—Nos divertiremos haciendo apuestas en ese caso —dice Blake ahuecando las mejillas de su sobrina antes de besarle la frente con suavidad.

La mira a los ojos durante un momento y se sonríen de lado el uno al otro. No se dicen que se quieren con palabras. Tienen esa clase de relación donde los silencios ya hablan lo suficiente.

El moreno la deja ir y me extiende una mano.

—Puede retratarme cuando quiera, señor Hensley. —La estrecho—. Soy una musa muy inspiradora en el resplandor de mi desnudez. Si tiene dudas puede preguntarle al entrenador.

Bill me lanza una mirada de advertencia y los labios de Blake tiemblan queriendo reír, pero se contiene por su propia seguridad.

—Lo discutiremos —se limita a decir antes de tomar la mano de Zoella e ir hacia el vehículo conversando en voz baja.

Kansas rodea los hombros de su hija y apoya su cabeza en la de ella mientras me mira y guiña un ojo.

—Ahora que mi padre se viene con nosotros, ¿me cuidas a la niña, Jaden? —pregunta.

—Mamá. —Billy se cruza de brazos y rueda los ojos sin separarse de ella—. Sé que eres consciente de que puedo cuidarme sola y solo dices eso porque sabes lo mucho que me molesta ser llamada «niña» en público. Eres un grano en el...

—Modales —interrumpe Malcom haciéndola callar.

La madre le otorga un beso burlón en la mejilla a su hija, resguardada por su esposo.

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