Cambio de planes

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La semana va pasando a un ritmo vertiginoso y ya estamos a jueves. Natalia y yo hemos entrado en una rutina de la forma más natural. Sin tener que acordar nada de antemano nos vamos turnando para preparar las cenas y limpiar. Tal es la domesticidad que tenemos que ya no nos alternamos por la mañana entre la cocina y el baño. Ahora desayunamos juntas y compartimos el momento del aseo. Como si fuera una coreografía nos coordinamos para peinarnos, maquillarnos o lavarnos los dientes sin molestarnos entre nosotras.

Ayer por fin pude hablar un rato con la Mari por Skype, destilaba felicidad. Estudiar en el Royal era su sueño y por fin lo está cumpliendo. Nos ponemos un poco al día y me pregunta qué tal con mi nueva compañera de piso.  Le cuento que es muy maja y que nos hemos acoplado bien en la convivencia. Nunca le conté que dibujaba a la misma chica todos los días en el metro, así que esa parte de la historia me la guardo para mí. La cabrona se dejó lo mejor para justo antes de despedirnos, en dos fines de semana viene a Madrid. Tengo muchas ganas de verla.

Los jueves por la tarde solemos quedar varios compañeros de la universidad para tapear por el centro, y hoy no es excepción. Empezamos a juntarnos un poco de casualidad y formamos un grupo variopinto. Al primero que conocí fue a Famous, que está en mi curso. Fue él quien me presentó a Miki, uno de sus compañeros de piso, que está estudiando el último año de Magisterio. La primera vez que quedamos Miki se trajo a Joan, un chico de su pueblo que ha empezado Ciencias de la actividad física y el deporte este curso. Después se unió al grupo la chica con la que comparte piso. Se llama Sabela, y también está en el último curso como Miki, pero de Psicología.

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Salgo de trabajar con buen ánimo, parece que estoy levantando cabeza. Desde el último mensaje del lunes, que borré sin llegar a leer, no he vuelto a saber de mi ex. Con Alba estoy genial en el piso, no me puedo creer la suerte que he tenido de poder alejarme del veneno y dar con ella, que es dulce como la miel. Me hace sentir bien, me dice cosas bonitas como que le había emocionado cantando. Me han dicho tantas veces que no lo hago bien que me cuesta mucho creerla, pero, sea como sea, la música es el único refugio que tengo, así que no voy a dejarla de lado nunca.

Me llegan dos notificaciones seguidas al móvil, lo saco del bolsillo de inmediato, pensando en que será ella. Gran equivocación, mi ex ha vuelto a la carga. Guardo de nuevo el teléfono sin mirar más. Al rato suena otra vez. Y otra más. Empiezo a sentirme culpable por no responderle, después de lo que hemos pasado juntas quizá tenga razón y esté siendo poco razonable. Al llegar a casa me quito la ropa del trabajo y me pongo mi sudadera favorita y unos pantalones cómodos. A veces, aunque parezca tonto, la ropa que llevo me hace sentir mejor. Me tumbo en la cama con el móvil en la mano y medito sobre si debería leer los mensajes.

Queen asoma por la puerta, que he dejado entreabierta sin darme cuenta. Se sube a mi cama de un salto, de ahí a mi tripa y se queda acurrucada. Empiezo a acariciarle detrás de las orejas y por el lomo y se pone a ronronear. Ya podrían ser mis relaciones con las personas así, dar cariño sin exigir nada a cambio.

Al final sucumbo y miro los mensajes.

Al final sucumbo y miro los mensajes

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Rompo a llorar. Me siento tan sola. Sin familia. Sin pareja. Sin amigos. Le doy vueltas a si debería contestarle, si me ha escrito tantos mensajes es porque le importo. Y aunque no quiera asumirlo, lleva razón en lo de que nadie me va a querer como ella. La gata se levanta de mi tripa y se recoloca en el hueco entre mi hombro y mi cara. Noto su diminuta lengua áspera en mi mejilla y eso hace que llore aún más fuerte.

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Espero que esté Natalia cuando llegue a casa, así le digo a ver si se quiere venir de tapeo con la pandilla. Creo que le vendría bien salir un rato y distraerse.

Al ver que su puerta está entreabierta golpeo un par de veces y entro sin esperar a que conteste. Me la encuentro tumbada en la cama, con los brazos cruzados sobre la cara y con Queen hecha una bolita en su cuello.

- Holi - le saludo.

- Hola - me dice de vuelta quitándose los brazos del rostro.

- ¡Queen, traidora! Te acabo de pillar en la cama con otra - digo riéndome.

Mi comentario ha hecho que Natalia empiece a sollozar. Se me corta la risa en seco. Intento entender qué ha pasado y me viene a la mente lo que me comentó ayer la Mari sobre que le vino bien mudarse tan rápido porque le habían puesto los cuernos. La cagada ha sido monumental, ojalá pudiera desaparecer ahora mismo.

Me acerco a la cama y me arrodillo en el suelo.

- Lo siento, Nat, no ha tenido ni puta gracia - digo mientras le acaricio el antebrazo - ¿Quieres que te deje sola?

- No, no te vayas, por favor.

La rodeo con mis brazos hasta que tengo los pies medio dormidos por la posición, no sé cuánto tiempo ha pasado. Cuando me separo de ella mi gata me mira fijamente, se levanta del hueco donde estaba y se tumba entre las piernas de Natalia. Parece que me está pidiendo que ocupe su lugar. Me pregunto si es casualidad o existe la inteligencia emocional felina. No quiero volver a cagarla, por lo que aviso antes de hacerlo para que Nat me dé su aprobación.

- Me voy a tumbar contigo, ¿vale?

Asiente con la cabeza, así que me quito las zapatillas y me pongo a su lado, de cara a ella. Sigue boca arriba, pero ahora con los ojos cerrados. Saco el teléfono de mi bolsillo y mando rápidamente un mensaje al grupo de whatsapp de mis colegas avisando de que no podré acudir porque me ha surgido algo. A continuación, pongo el móvil en silencio para que no nos molesten y le doy a reproducir en un playlist de Billie que encontré ayer.

Le acaricio la mejilla para secar sus lágrimas, no tarda en girarse hacia mí. Me mira a los ojos y no hace falta que me diga lo que necesita en este momento. Paso mi brazo derecho por debajo de su cuello y la abrazo fuerte. Al cabo de un rato Natalia se suelta, se gira hacia su mesita, enciende la lámpara y apaga la luz del techo.

- Así no ves tanto lo horrible que estoy - se justifica.

- Sigo pensando que eres preciosa - le respondo.

Ahora es ella la que inicia el abrazo. Y así nos quedamos, con nuestros cuerpos entrelazados en la penumbra y con su cantante preferida serenándonos.



Agradecería mucho vuestros comentarios, críticas incluidas! Este es mi segundo fic y quiero mejorar en todo lo que pueda. Gracias!

P.D. También le podéis dejar algún recado a la ex de Nat  :p


La chica del metro // AlbaliaWhere stories live. Discover now