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—Christopher —acarició su mejilla. Estaba confundido ante el inexistente rostro de la persona junto a él, sólo veía sus labios carmín y ese reiterativo ondulado cabello rojizo que ya había aparecido en sus sueños.

—¿Madre? —preguntó dudoso al no poder reconocerla.

—Mi amado serafín, ¿por qué mataste a tus hermanos?

—¡Yo no lo hice! —liberó un gran grito que hizo reaccionar rápidamente a los enfermeros en la habitación que lo estaban examinando para sujetarlo.

—¡Sujétenlo! ¡Está teniendo un ataque de pánico! —dijo una enfermera encendiendo una pequeña linterna para ver la pupila en los ojos de Christopher. Otros enfermeros intentaron sostenerlo para que dejara de moverse y de esa forma lograr que uno de ellos inyectara una jeringa que contenía un calmante. Luego de un par de minutos, tanto el movimiento del cuerpo de Christopher como su respiración se regularon hasta el punto de que los profesionales sanitarios dejaron de ejercer presión en su cuerpo y se alejaron para volver a analizar sus signos vitales—. Se ha estabilizado, su ritmo cardíaco volvió a ser normal.

Una vez terminada la revisión, decidieron abandonar la habitación para dejar descansar a Christopher, quien aún debía encontrarse nervioso por el episodio recientemente vivido. Uno de los enfermeros miró al pelirrojo que estaba en una esquina de la camilla, tocando de manera suave el rostro de su hermano. Se acercó al niño colocando su mano sobre la rojiza cabellera, para llamar su atención. 

—Hola, pequeño. Es mejor que dejes descansar a tu hermano, él no está en condiciones de poder hablar ahora —le sugirió a Oliver, pero no quería hacerlo.

—Mi papá dijo que me quedara con Chris, yo me quiero quedar con él—se negó a alejarse de la habitación, pero el enfermero volvió a insistir tomando su brazo.

—Si te quedas, quizás no pueda recuperarse. Es preferible que vuelvas después, cuando él se encuentre tranquilo. No querrás que te vuelva a atacar, ¿o sí? —el pelirrojo negó, mientras tocaba sus delgadas muñecas, éstas aún tenían las marcas de los dedos de Christopher, cuando el día anterior le atacó luego de despertar. No deseaba volver a ver en ese estado al castaño, no otra vez, así que aceptó la indicación del enfermero y salió junto a él, pero no estando del todo convencido de si debía dejarlo solo.

En cambio, en la débil mente de Christopher, seguían ocurriendo estragos. Sus memorias se mezclaban y confundían con las actuales, no sabiendo reconocer cual de ellas era real y cual no. Pero un sentimiento de profunda culpa estaba instalado en su corazón, las personas que veía en aquellos sueños no parecían producto de alguna fantasía y él estaba seguro que no las había conocido antes. Entonces, ¿quiénes eran? ¿Por qué su madre le recalcaba haber matado a sus hermanos? Él no recordaba haber tenido más hermanos que Oliver. Desesperado porque esas repentinas imágenes acabaran, se golpeó repetidas veces su rostro, rasguñó la piel de sus brazos y quitó el suero que se le estaba suministrando. 

De pronto, acabó. Lentamente dejó de enterrar sus uñas en la piel y observó sus manos, las cuales estaban con manchas de sangre, no había sido consciente de la fuerza que utilizó hasta que su mente paró de atormentarle. Lo que más quería ahora era volver a casa, no deseaba permanecer ningún día más en esas cuatro paredes blancas que le atormentaban desde que despertó. 


Lazos Benévolos © | Libro #15 | SAGA MALDITAWhere stories live. Discover now