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—Espero que no vuelvas a tener un episodio tan violento, Christopher —le reprochó Lucas mientras ingresaba a la habitación de su hijo mayor—. ¿Viste las marcas que dejaste en tu hermano? 

—Las he visto y me siento apenado, pero no me encontraba del todo bien —admitió caminando hacia la ventana de su habitación, permitiéndole observar la vegetación de los alrededores.

—Ni siquiera estás verdaderamente apenado, no creo que seas consciente del daño que le provocaste. A pesar de no haber sido tu mejor momento —el ojiverde menor le ignoró completamente, prefiriendo enfocar su concentración en el exterior. Lo cual provocó el enojo de su padre—. Mírame cuando te hablo, Christopher. 

Sujetó con fuerza el brazo de su hijo, hasta que éste dirigió su vista a él. Hace mucho que Lucas no le había tratado de esa forma y aunque no le importaba mucho el hecho de que le golpeara, no quería ganarse el desprecio de su progenitor. Algo en el fondo de su corazón, anhelaba no quedarse solo.

—¿Por qué dañaste a tu hermano? Él sufrió por tu culpa. Hasta que no recapacites y entiendas la gravedad de lo que cometiste, estarás castigado en tu habitación —dio por finalizada la conversación, dejando al castaño menor no poder objetar nada. Cerró con fuerza la puerta de la habitación y se marchó. 

Su furia e impotencia estaban a flor de piel. Él ya no era un niño, no podía entender como su padre le dejaba encerrado allí, sabiendo la falta que hacía en la empresa, además de que ya había permanecido en el hospital una semana. El ruido de un motor lo distrajo y se dirigió nuevamente hacia la ventana, el auto de su padre abandonaba el recinto, de seguro volvería a la empresa, al fin y al cabo, ya había cumplido su deber como padre al ir a buscarlo al hospital y traerle a casa. Apenas el automóvil se alejó hasta el final de la calle, descargó toda su molestia en los objetos que encontraba a su alcance. Los libros cayeron de la repisa como si de una avalancha de nieve se tratase, lanzó la lámpara de su mesa de noche a la pared, causando que el foco se rompiese, pateó con desespero su cama, hasta cansarse y desplomarse finalmente en el suelo alfombrado. Tiró un poco su cabello, realmente detestaba sentirse culpable, incluso más debido a que él no tenía la intensión de dañar a Oliver, sí, lo había hecho, pero no porque quisiera. No quería dañar a su hermano, él jamás lo haría. 

Dañar. 

Otro dolor de cabeza se presentó y su respiración agitada por el reciente ataque de ira, lo orillaron a golpearse la cabeza, su rostro, además de arrancar todas las vendas de sus recientes heridas, causando que éstas se abrieran debido al descuidado tacto que Chris realizaba sobre ellas. Escuchó reiterados golpes en su puerta y sabía que se trataba de su hermano, pero no quería abrirle. 

—¡Chris! ¿Qué sucede? ¡Ábreme! —siguió rasguñando las antiguas heridas, además de provocar la aparición de otras más—. ¡No cierres la puerta con llave! 

Él no lo había hecho, de eso estaba seguro. La imagen de su padre apareció en su mente y comprendió enseguida que Lucas no bromeaba sobre que lo castigaría sin salir de su habitación.

—Oliver —susurró contra la puerta, haciendo que el pequeño se sintiera más aliviado al saber que estaba bien—. Papá me encerró, él tiene la llave. No puedo salir, excepto si haces algo por mí. Pero no debes decirle a él.

—Haría... Haré cualquier cosa. No le diré a nadie —su voz se escuchaba más suave de lo normal, a lo que Chris supo que había conseguido su propósito.

—Dile al guardia de la entrada que venga, que traiga la llave de repuesto. Tú debes decirle que hemos estado jugando y me encerraste, ¿de acuerdo? 

No obtuvo respuesta a cambio, pero los rápidos pasos que se oían cada vez más lejos le indicaban que su hermano había ido a realizar la tarea que le pidió. Al cabo de seis minutos, la puerta se encontraba abierta, dejando ver la sonrisa de un pequeño que corrió hacía su dirección, pero al ver el estado de Chris, se preocupó tomando el rostro de su hermano mayor entre sus manos. Sabía que no le diría lo que ocurrió, así que se dedicó a besar todas las leves heridas de su rostro.

—Llamaré a una enfermera —no tenía idea que el guardia estaría allí, no se percató de su presencia hasta que éste habló—. Lo lamento, pero le informaré de esto a su padre.

Y abandonó la habitación sin más que decir. Suspiró acariciando su rostro de manera agotada, luego miró a su hermano que se mantenía aferrado a su cuello y besó su frente.

—No quise dañarte. Discúlpame —ordenó los cabellos pelirrojos del niño sin darse cuenta de que las mejillas de éste tenían exactamente el mismo color de su cabello ante el repentino acto.

Lazos Benévolos © | Libro #15 | SAGA MALDITAWhere stories live. Discover now