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Contó hasta tres. Un golpe. Contó hasta cinco. Dos golpes. Contó hasta diez. Tres golpes más.

Un frecuente goteo hizo presencia. Manchando el suelo de sangre como si de un lienzo se tratase. Christopher no quería seguir, su raciocinio le decía que parare aquellos golpes, pero si quería respuestas, ése era el único camino posible.

Dos golpes más y sentía como todo a su alrededor giraba. Quizás si había sido una mala idea seguir, pero ahora no sólo tenía un pequeño corte, sino una gran herida abierta de la cual brotaba sangre incesantemente. Ahora era el momento justo de gritar, Oliver seguiría el plan buscando al mismo guardia de la otra vez, irían juntos a la habitación de Chris y verían la gran escena que había montado. 
Su garganta ardió a causa de la fuerza que estaba ejerciendo, sentía como sus cuerdas vocales emitían una vibración que hacía a su voz salir carrasposa, sin poder aguantar forzarla una vez más. Al cabo de unos doce minutos, la puerta color ocre se abrió abruptamente, permitiéndole al guardia junto a Oliver observar un castaño en el suelo, intentando levantarse sin éxito y una pared ensangrentada. 

—C-Chris —el pequeño casi entró en pánico al ver las lesiones que su propio hermano se había provocado. Parecía como si en cualquier momento fuera a caer inconsciente sobre la alfombra a los pies de la cama. Corrió hasta llegar donde él estaba, sujetó su cabeza entre sus manos, la colocó sobre su regazo y quitó cuidadosamente el cabello cubierto de sangre fuera de su campo visual—. Yo... Yo debo decirte algo, él...

—Vaya, al parecer corrió un riesgo muy grande para poder verla —con mucho esfuerzo, el ojiverde mayor enfocó su mirada en el guardia alto de cabellos negros y piel tostada, pero al darse cuenta de lo que traía en sus manos, levantó su cabeza del regazo del pelirrojo.

—Chris, eso debía decirte, cuando lo fui a buscar, lo encontré con esa flor rosa. Él es quién las trae —aquello le había sorprendido demasiado. Jamás pensó la posibilidad de que un guardia de la mansión estuviera detrás del misterio de las flores.

—Al parecer el joven Oliver es más astuto de lo que pensaba. Y sí, lo admito —cerró la puerta tras de sí, caminó hasta llegar donde ambos hermanos, ayudando a levantarlos del suelo—. Soy quien introdujo éstas flores en la mansión, pero no soy el responsable del plan, solo he seguido las órdenes. 

—¿Por qué lo hiciste? ¿Quién está detrás de esto? —el hombre colocó su dedo índice sobre sus labios, indicando que guardara silencio.

—Nos pueden escuchar, debe hablar más bajo. La traeré, pero con una condición, no puede delatarme ante su padre —el pelirrojo iba a protestar, no existía un motivo para no delatarlo, desde su punto de vista él era el culpable, no obstante, su hermano mayor no pensaba de la misma forma y colocó su mano frente a él, indicando que no dijera nada—. Es la única forma, deben entenderlo. Desde ahora estaré de su lado, les proporcionaré información sobre lo que sé a su debido tiempo y pueden verla siempre que me lo pidan.

—Es un trato —el pelinegro sonrió satisfecho, sabía que Christopher no se negaría ante la posibilidad de ver a aquella mujer, menos si se le serían revelados los secretos tras el plan de las flores.

—La traeré, pero antes —dejó caer sobre el regazo del castaño la flor de color rosa que había traído con él—. Cada vez faltan menos piezas del puzzle. Y ésta era una pieza especial, que se divirtió dañando a las demás.




Lazos Benévolos © | Libro #15 | SAGA MALDITADonde viven las historias. Descúbrelo ahora