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—N-no, aléjate... Aléjate de mí —hizo un sobresfuerzo por colocarse de pie, sin importarle el temblor presente en sus piernas, como tampoco el temor que estaba  en todo su ser.

—Nos hemos mantenido alejados por muchos años, no puedes pedirme que lo haga ahora que estamos juntos —se volvió a acercar hacia Christopher y sujetó su rostro con ambas manos. El cuerpo del ojiverde tiritaba en una mezcla de miedo, terror e impotencia. Sentía que no existía nada que pudiera hacer para acabar con aquel repugnante muestra de afecto—. ¿Por qué actúas así? ¿Acaso has olvidado la relación que teníamos?

—¿De qué estás hablando? —hasta ese momento, su mente le traía una serie de imágenes donde aparecía Sean, manteniendo contacto íntimo con él, pero junto con éste, un sentimiento profundo de asco y repulsión.

—Dependías totalmente de mí, Christopher. No había nadie más en el mundo para ti que yo, era tu único apoyo —acarició la frente del contrario suavemente mientras pronunciaba lo que en su opinión, eran palabras cargadas de amor.

—Yo... No quiero, no me siento cómodo —admitió alejando su rostro de la mano de aquel hombre. No estaba seguro del por qué se sentía de esa forma, solo quería que dejara de tocarle. 

—¡Cerdo asqueroso! ¡Déjame partirte la cara! —gritó la enfermera furiosa mientras ingresaba a la habitación. Con rapidez se dirigió hacia el hombre de ojos castaños dispuesta a golpearle innumerables veces, pero el mismo hombre pelinegro con ligeras canas que estaba con ella antes, la sostuvo del brazo antes que pudiera hacerlo—. ¡¿Qué te sucede?!

—No puedes hacerlo, Christopher se encuentra en estado de shock. Si atacas a Sean le confundirás más —ella le miró extrañada frunciendo su ceño, dejando de forcejear el agarre en su brazo derecho.

—Ya hemos comprobado que él lo ha recordado. Chris ha recuperado sus memorias.

—Christopher, ¿podrías decirme quién es el hombre que está a tu lado? —preguntó el hombre de ojos azules mirándole fijamente. Su expresión exigía una respuesta inmediata, pero el castaño seguía confundido al extremo como para lograr formular una frase coherente. Volteó su mirada a Sean, quien le sonreía comprensivo. Quizás aquella vaga idea en su mente era verdadera.

—M-mi... ¿Mi pareja? —parecía una pregunta en vez de estar afirmando algo. Su ceño fruncido junto a su inseguro rostro, denotaba que no había recuperado totalmente sus memorias.

—¡Claro que no lo es! Ese asqueroso hombre de ahí fue quién abusó de ti cuando tenías trece años —se liberó del agarre de Damièn y finalmente lo golpeó en la mejilla con toda su fuerza—. ¡Quita tus manos de mi hijo!

—¿H-hi-hijo? —preguntó exaltado mirando hacia la mujer que aún cubría su rostro con la mascarilla. Quien al darse cuenta de su error, enfocó sus ojos caoba en el ojiverde.

—Así es, Christopher —se quitó la gorra que aún sostenía su cabello, dejando caer una melena ondulada hasta los hombros de color rojizo. Lentamente apartó de su rostro la mascarilla para revelar su identidad—. Soy tu madre.

Lazos Benévolos © | Libro #15 | SAGA MALDITADonde viven las historias. Descúbrelo ahora