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Finalmente todos los recuerdos que tanto ansiaba tener de vuelta, se iban armando pieza por pieza hasta completarse, aunque el único problema era el profundo sentimiento de culpa dentro de sí. Pensó en las flores que su madre le había estado enviando y pronto asoció aquellos colores a sus nombres, como también al fatídico día cuando causó la muerte de ellos.

Se sorprendió al observar como el cabello largo de su madre había sido cortado, siempre creyó que ella lo amaba demasiado como para querer cortarlo, pero quizás estaba equivocado. Bajó su cabeza tan pronto como Celesstine tomó su brazo, no se atrevía a dirigirle la mirada luego de haberse dado cuenta que él había matado a sus hermanos, como también ayudado a que la expulsaran de su propio proyecto. Sin previo aviso fue sacado de esa habitación y llevado por un largo pasillo, de paredes mohosas, con el tapiz raído, inclusive la iluminación se veía deteriorada.

—Esto es a lo que he estado llamando hogar —abrió una puerta a su izquierda, dándole paso a entrar primero al castaño—. Sé que no es muy acogedor, aunque luego de pasado un tiempo te acostumbras.

Su madre intenta sonreír, pero más bien luce como una mueca. Después de vivir cómodamente en la antigua mansión y tener una vida afectuosa, había terminado habitando en soledad un lugar que parecía casi abandonado, donde las paredes se veían manchadas por el paso del tiempo, al igual que el rostro de su progenitora. No la recordaba con esos pequeños pliegues alrededor de sus ojos o su frente, a pesar de ello, seguía conservando su misma belleza, aunque ésta fuera más madura.

—No me imagino por lo que estuviste pasando todo este tiempo —suspiró caminando alrededor del lugar. Había una cama en la esquina junto a la ventana, un escritorio repleto de papeles, los cuales parecían formar parte de algún proyecto o plan de su madre. Dedujo que aquellos documentos pegados en la pared serían los puntos claves, aunque lo que quizás más le llamó la atención fueron las fotografías alrededor de toda la pared—. Mikaela...

Había pronunciado mientras se acercaba al escritorio, pudo reconocer a la perfección el rostro de su hermano. Su cabello rizado rubio, su piel pálida, junto a sus ojos azules, era él, Mikaela. Con nostalgia acaricia el pliego sobresaliente.

—No lo es —niega Celesstine colocándose a su lado. También mira la fotografía, luego cierra sus ojos y suspira—. Era una de mis razones del porqué creé el proyecto. 

—¿Cómo? —Christopher le mira extrañado, sin poder formular una razón coherente para que aquella persona no fuera su hermano, si se veía exactamente como él.

—Se llamaba Faith —comenzó a contar con voz pausada, rió levemente ante la expresión de Christopher, él se veía muy sorprendido al saber que se trataba de una chica y no su hermano—. Y sí, es una chica. La consideraba mi única amiga, cuando gané una beca para estudiar en Francia me costó demasiado adaptarme. Fue un reto muy grande, no hablaba el idioma, pero eso a ella no le importó, se acercó a mí, me brindó su apoyo y me enseñó a pronunciar bien las palabras —sus ojos caoba brillaban temblando y el castaño no sabría si era por felicidad o tristeza—. Su familia era muy devota a Dios, incluso me había invitado a su iglesia, aunque su propia fe no fue suficiente rival para su mente. Nunca se me cruzó por la cabeza que desarrollara una enfermedad mental tan grave que incluso la llevara a la muerte. Se suponía que era su amiga, pero no pude darme cuenta el momento en que comenzó a manifestarse en Faith. 

—No tenías como saberlo si ella no lo mencionaba —intentó acercarse a la mujer pelirroja para abrazarla, pero no lo sintió apropiado, ella lucía muy afectada en ese momento, así que solo se dedicó a brindar su apoyo posicionando su mano en el hombro de ella—. Lo lamento, mamá.

—Gracias —Celesstine le miró con sus ojos empapados en lágrimas.

—¿Por qué? 

—Ha sido la primera vez luego de cinco años que he escuchado a alguien llamarme mamá. 

Lazos Benévolos © | Libro #15 | SAGA MALDITAWhere stories live. Discover now