Capítulo 11: Un día complicado.

1.9K 121 3
                                    

Estaba exasperada, no quería ayudarlo en nada, lo único que quería era irme de ahí aunque su casa fuera tan bella, los lujos no debían sorprenderme, sobre todo ahora que estaba ahogada en deudas.

—En que le gustaría que le ayudase señor Andersson —Pregunté.

Se humedeció los labios y mostró su hermosa sonrisa.

—Primero que nada, necesito que me ayudes a desvestirme —En sus ojos se notaba el sarcasmo.

Mis mejillas optaron por delatar mi nerviosismo tornándose rojo escarlata.

—Por favor, no estoy para bromas —Puse los ojos en blanco.

—No es ninguna broma, y por favor deja de ponerme esos ojos, odio con todo mi ser que me pongan los ojos en blanco —Se frotó las sienes con una mano—. Necesito que me ayudes aunque sea a quitarme la camisa, me urge un buen baño.

Hice una mueca de disgusto. Estaba clarísimo de que no quería desvestir a Zack Andersson y observar sus músculos irresistibles para cualquier mujer.
«No Krysten, no debes pensar en aquello, Zack no debe subir su ego al pensar que tú crees que es irresistible». Pensaba.

Me acerqué con sigilo hasta él pelinegro de impactantes ojos grises. Mis manos temblaban y no quería parecer torpe.

—¿A dónde lo llevo? —Pregunté titubeante.

—Mira, llévame hasta el cuarto de baño, yo te indico el camino.

Asentí con la cabeza y empecé a empujar la silla de ruedas por donde me indicaba Zack. Al llegar al cuarto de baño pude observar lo grande que estaba, sobre todo la bañera. Las paredes estaban tapizadas de mármol cobrizo y el piso del mismo material pero color crema. Estaba más que asombrada, todo el lugar era muy estético. Casi como un palacio, y claro yo era la Cenicienta en esta historia. Hasta su baño era dos veces más grande que mi habitación y eso que solo era el baño del primer piso, quizá el de su habitación fuera más grande.

—¿Podrías ayudarme a sacarme la camisa, por favor? —Dijo con voz firme y áspera.

Más que una pregunta sonaba como una orden aún así Zack no perdía su labia y había pronunciado el "Por favor".
Traté de relajar mi cuerpo para no tensar el aire con mi nerviosismo y hacer que Zack terminara burlándose aún más de mí. Una sonrisa maliciosa se asomó por sus labios, y sentí a mi corazón bailar. Tenía que poner una cara que demostrara que él no lograba intimidarme. Tragué saliva y me acerqué hasta él tratando de sacar su camisa lo más cuidadosa posible para no lastimar su brazo fracturado.
En cuanto la camisa salió de su cuerpo pude observar lo que anteriormente me planteaba. Zack tenía unos músculos espectaculares y su piel era tan blanca y reluciente. Sus hombros estaban llenos de pecas que le daban ese toque sensual de modelo televisivo. Una ola de lujuria me sacudió al imaginar cómo sería estar en los brazos de un hombre como él. Algo meramente imposible y absurdo, odiaba a ese tipo, pero era tan guapo que eso me hacía odiarlo más.

—Uhm bueno, yo creo que le daré p-privacidad para que tome su b-baño —Comencé a tartamudear y me maldije para mis adentros.

Tenía que tartamudear, ahora viene la burla...

—Oh Krysten, no te vayas, ¿No te gustaría enjabonarme la espalda? —Dijo maliciosamente sin despegar su mirada grisácea de mi.

—N-No es gracioso.

—No, pero hace que tu nerviosismo se delate a través de tus mejillas color escarlata. Es... Tiernamente patético.

Tragué una gran bocanada de aire para controlarme y no matarlo ahí mismo, qué fastidio el que cargo con este tipo. Lo único que logra es sacarme de mis casillas. No tenía nada de tierno el ver nerviosa a una persona... Pero seguro si me veía patética. Que horror.

—Lo estaré esperando afuera, no tarde mucho —No esperé a que contestara y cerré la puerta de un portazo.

Me recargué en la pared con un nudo en la garganta. No sabía el porqué me sentía así, en todo caso no era agradable mi estancia en la casa de Zack Andersson. Este era el comienzo de una gran tortura todos los días, me sentía una completa estúpida al dejar que un chico tan soberbio me humillara de esa manera. Bien me dijo mi madre que jamás permitiera que un hombre me tratara de humillar y escupirme la cara.
Cómo quisiera no estar en este momento aquí, volar lejos sin un rumbo fijo, sin preocupaciones, como lo hacen las aves, con sus preciosas alas cubiertas de plumas. Ellas tienen su libertad intacta y son felices. Mientras que por tanto yo, tengo todo menos mi libertad, solo por ser una chica torpe que no sabe cuidarse los talones.

Saqué el móvil de mi bolso y comencé a leer libros electrónicos para distraerme, aunque siendo sincera no podía concentrarme en la lectura. Mi mente parecía un laberinto lleno de bombas, sin salida capaz de hacer volar mi cerebro en tan solo segundos.

Unos maullidos entrecortados me hicieron despegar la vista del móvil para observar mi alrededor. Traté de seguir el sonido conforme este se iba prolongando. Estaba a dos habitaciones más allá del cuarto de baño y los maullidos se escuchaban más fuertes. Giré el pomo de la puerta donde estaba segura que se encontraba el animal que se quejaba. Al abrir, un curioso minino se acercó hacia mi frotándose en mi pantorrilla. Sonreí ante aquel acto tan lindo para mí.

—Parece que estás hambriento, ¿Acaso tu amo Zack se le olvidó qué existes? —Le pregunté al gato mientras me ponía de cuclillas.

El felino que antes soltaba quejosos maullidos, cambió su sonido a unos leves ronroneos.
La puerta de la habitación donde me encontraba se abrió de golpe, me levanté del piso del susto y me giré temblando en dirección a la puerta.
Ahí se encontraba una hermosa mujer rubia cubierta de maquillaje con unos intensos labios rojos al igual que su vestido que dejaba al descubierto sus redondos y firmes pechos.

—¿Quién eres tú? —Preguntó la mujer examinandome con su mirada azulada.

—Oh, bueno yo, soy K-Krysten Ain-nsoworth —Tragué saliva.

La chica frunció el ceño y cruzó los brazos.

—¿Tienes problemas en tu boca, querida? Sabes que es de mala educación balbucear, además de que es detestable —Dijo la rubia dando golpecitos en el suelo con su pie derecho—. Me llamo Nataly Blackburn, y soy la novia de Zack Andersson.

Fijó su fría mirada en mi, esbozando una sonrisa.

No podía creer que Zack tuviese una novia, siendo tan hermosa y sofisticada, sacada de las películas de Hollywood, era tan perfecta, hasta sonaba estúpido en mi cabeza imaginar algo entre Zack y yo, si él tenía semejante mujer a su lado.

—Supongo que, tú eres una nueva empleada, ya que no te había visto por aquí —Prosiguió—, ¿Estás encargada de tigre? —Preguntó señalando con el dedo índice a el gato que estaba tumbado sobre mis pies.

—Bueno, yo soy la enfermera del señor Andersson, por lo sucedido en su accidente.

Nataly hizo una mueca de compasión y arrugó la nariz. Automáticamente cambió la muecas de su rostro.

—Que bueno que estás aquí para cuidar a mi cielo, la verdad es que yo tengo tanto trabajo que me impide estar con Zackcito, no crees que fue muy estúpida la tipa que tiró de la lámpara, si tuviera a esa tipa de frente juro que le saco los ojos —Refunfuñó la pelirrubia con desdén en sus ojos.

Me paralicé y mi respiración se agitó, más valía que esta chica no supiese que yo fui «la estúpida» que dejó caer esa lámpara sobre Zack, ya que la catástrofe nuevamente se desataría sobre mi cabeza.
Me limité a esbozar una sonrisa forzada, para que mis nervios se disiparan.

Se escuchaban las llantas rodar por el lujoso piso de madera, por lo que intuí que Zack se estaba acercando hacia la habitación. En un par de segundos Zack estaba en la puerta. Su mirada al fin reflejó expresión y fue al ver a Nataly de espaldas. Ella se giró y lo miro con ojos centelleantes. Se inclinó para besar su mejilla, él le devolvió el gesto.

—Oh cariño, estaba tan preocupada por ti —Le revolvió el cabello con afecto—. Justamente le decía a tu enfermera que si veía a la tipa que te dejó en este estado le saco los ojos.

Zack ahogó una carcajada y me miró dandome a entender que había entendido mi mentira.

Filo Rosso Where stories live. Discover now