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Editado. 

Skyler

—En realidad, sí quiero saber. Eres psíquico, tendrías que saber que soy una persona muy curiosa e insistente.

—Yo soy una persona que no aguanta a quienes insisten —advirtió. Abrí mi boca, ofendida.

—¿Qué me quieres decir? ¿Que no me aguantarás si me pongo pesada?

—Eso mismo —asintió.

La camarera llegó a nuestro lado con el pedido en manos. Quitó las cosas con cuidado de la bandeja y posó la comida en nuestra mesa. Jason le agradeció verbalmente y yo con una sonrisa.

—¿Para qué hablas si después no quieres responder a mis preguntas?

—Porque quiero hablar, pero no responder tus inquisiciones —replicó.

Rodé los ojos y empecé a comer. Le comenté que me pareció una salvación no haber tenido que quedarnos en la escuela para limpiar el comedor como castigo el día de hoy.

Anoche, antes de cenar, mi tía me acercó su teléfono y me mostró un correo que el director le envió. El castigo se suspendía por ciertas razones que no eran explicadas. Cuando leí que no tendría que limpiar nada, agradecí mentalmente que la escuela pidiese el correo electrónico de un adulto responsable al completarse la inscripción de un alumno. Ese aviso destensó mi noche. Iba a poder dormir tranquila sin necesidad de levantarme con esa pesadez, pero claro... al seguir leyendo, mi sonrisa se convirtió en una media. La penitencia se trasladaba para el día siguiente. Me salvaba un día para al otro no.

—Menos mal que mi mamá revisó el correo —comentó él.

—Lo mismo digo con mi tía. Pero, de todas formas, mañana sí que no nos salvaremos.

—Es verdad —hizo una mueca y me robó un par de papas.

—Eres mi amigo, pero no te di la confianza suficiente como para que toques mi comida chatarra favorita —sonreí. Me consideraba una amante de las papas fritas, era la fan número uno de ellas. Adoraba comerlas todo el tiempo. Claro que mamá me reprendía siempre sobre mi mala alimentación y me obligaba a comer un poco más saludable. Ella tenía razón. No estaba bien que ordenara muy seguido esa comida, pero había que admitirlo, lo chatarra era de lo más delicioso.

—No te morirás sin algunas menos —repuso, y me sacó un par más.

—Yo no le estoy dando una mordida a tu hamburguesa.

—Si quieres, te convido.

—No, gracias.

—¿No te gustan las hamburguesas?

—Obvio que sí, pero ahora no se me antoja.

—Chicos... —dijo una voz conocida a un costado nuestro. Jason y yo entrelazamos miradas por un momento y luego miramos hacia arriba. El profesor White estaba observándonos con una sonrisa en su rostro—. Qué coincidencia encontrármelos aquí.

—Sí —asentí, nerviosa.

—Podrían socializar con mis hermanos —señaló detrás de él. Miré a los White de reojo. Algunos hacían de cuenta que estaban super metidos en su comida, al contrario de Nate que me miraba descaradamente. Y Chase... bueno, él estaba perdido en su teléfono.

Vaya... qué teléfono.

No sé quién estaba más bueno; o el celular o Chase.

El celular. Definitivamente el celular.

Atracción destructiva +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora