Rosa, pies y sangre.

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 Almudena caminaba con los pies descalzos sobre el borde del acantilado. No sentía nada, ni las afiladas rocas que hacían que  a su paso fuera dejando un pequeño reguero de sangre. Seguía con la rosa en la mano que le habían dado en el entierro de su padre, la tendría que haber dejado sobre su ataúd, pero se la había guardado para ella. Por fin, todo su sufrimiento había terminado, todo lo que había sufrido desde bien pequeña se había acabado para siempre. Aquel hombre, al que tenía que llamar "Padre", había muerto. Los médicos habían dicho que había sufrido un infarto al corazón, él, aquel hombre fuerte y sano. Almudena sacó el pequeño frasco que guardaba en su abrigo, lo observó, vacío aquel contenido sobre el océano, y tiró el frasco junto a la rosa. Aquel líquido transparente había acabado con él, sin que nadie se diera cuenta. 

Relatos Tres PalabrasWhere stories live. Discover now