Lámpara, esperanza y reloj.

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Lara miraba su reloj cada poco tiempo, aún no perdía la esperanza de que Rosa apareciera de un momento a otro. Siempre hacía lo mismo, llegaba siempre tarde, pero aquella vez era distinto, ya habían pasado cuarenta y cinco minutos desde la hora que habían acordado. Lara se fijó en la lámpara que coronaba aquella cafetería, era la más hermosa que había visto nunca, y la que guardaba en secreto el primero beso que se habían dado Rosa y ella. Ya había pasado mucho tiempo desde entonces, pero se acordaba como si hubiera ocurrido ayer. Justo en ese momento, mientras Lara recordaba aquel momento, la campanilla de la puerta sonó, y apareció una chica morena, totalmente empapada por la lluvia que caía fuera. A Lara se le iluminó la cara, más fuerte aún que la luz de aquella lámpara. Su Rosa había llegado.

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