VIII. José Ryder esta loco.

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José Ryder está loco.

Aquella tarde cuando el cielo estaba cubierto de arreboles en la mansión Ryder había un revuelo, el comandante Clemens había exigido a Alberto ver a su padre. Alberto subió las escaleras para segundos después aparecer con el viejo José Ryder de la mano, detrás de ellos venía mi madre, Amanda.

Me gusta decir el nombre de mi madre, porque así no la olvido nunca y siempre la recuerdo, aparte de que su nombre suena perfecto en mis labios. Al igual que el nombre de Cielo, hasta parecía etéreo decir el nombre de la perversa señorita Ryder.

En fin.

A lo que voy, les decía que mi madre apareció detrás de ellos, secando sus manos y el sudor de su frente. El señor José se veía ahora mejor, no era ni la sombra de hace cinco años, por obvias razones, pero ahora ya estaba bañado y limpio, como también tenía la barba rasurada y sus cabellos ralos cortos, vestía su típico traje de pantalones de tirantes y camiseta blanca.

Pero había algo diferente en su mirada oscura, estaba como perdido de la realidad, eso también era obvio, el viejo nunca fue cuerdo y estar encerrado cinco años no le ayudo en nada.

Yo seguía tras el muro escuchando, y no era el único; Temo Narit igual estaba ahí, no me di cuenta en qué momento se apareció ni cuánto había escuchado.

Le hice una seña para que se largará de allí, porque si lo lograban ver, eran capaz de matarlo, y el chico no merecía morir. Pero él en cambio solo me ignoró y se asomó más.

Maldecí e intenté hacer que se largará a seguir su trabajo, pero no, él era tan curioso como yo. Y tal vez, igual quería saber sobre qué es lo que pasaría con don José Ryder.

-¿Padre? -fue lo que dijo Clemens tercero al ver al viejo.

El viejo alzó su rostro y arrugó más su frente viendo al comandante frente a él, después giro su cuello para mirar a Alberto; como si algo le quemara se zafó del agarre de Alberto para alejarse de ellos dos y comenzar a gritar:

-El bastardo viene, el bastardo viene por mí... Ya esta aquí, ¡sáquenme de aquí!

El comandante lo tomó de los hombros y ancló su mirada en la pérdida visión del viejo José.

-Mírame padre, mírame... Soy yo, tú hijo -dijo con voz monótona y recia el comandante.

El viejo negó con frenesí y miro a todos los que allí en la sala se encontraban, mi madre al pie de las escaleras, Alberto a su lado derecho y el comandante frente a él.

Lo que ellos no sabían es que mi amigo Temo Narit y yo, estábamos espiándolos.

José miro a mi madre para después decir unas palabras que me dejaron helado, tanto a mí como a mi madre, y el comandante junto con Alberto se pusieron pálidos.

-Andrés, tú esposo... Mi hijo, estos bastardo, el viene por mí, me quiere llevar, bastardos, bastardos...

Comenzó a decir sin parar y tomándose la cabeza como cual loco de manicomio.

Sí bien sabía que el señor José había criado a mi padre como un hijo más, sus palabras ahora me dejaban helado, eran confusas y causaban algo dentro de mí.

Los ojos de mi madre, Amanda, se quedaron observando al viejo José en su ataque de locura, pero esas palabras tenían algo oculto. Lo supe en cuanto mi madre salió de la sala en dirección a su habitación.

Yo me resguarde tras el muro al ver a la señorita Cielo bajar las escaleras.

-¿Qué está sucediendo aquí, Alberto? -esa era la voz de ella- ¿y por qué el viejo José grita de tal manera?

-José Ryder está loco -esa fue la respuesta que dio el comandante.

Pero yo no me la creí, porque por experiencia sabía que en la locura había algo de verdad, una verdad con la que has vívido y te han reprimido decir, una verdad que busca cabida para salir a la luz como cual muerto bajo el agua, que a los días sale a flote.

Así era la locura de José Ryder.

Una locura con verdades impregnadas que los hermanos Ryder no querían que se supiera.

Aquella tarde, en la mansión todo fue un revuelo, más cuando la señorita Cielo subió a su habitación y encontró sangre en sus preciadas sábanas de ceda blanca, con una amenaza escrita en el suelo de su habitación y un conejo muerto en una esquina.

«Sé tú secreto, sucia Cielo»

Eran las palabras que ahí habían escritas.

Alberto compartió miradas con su hija, y Míriam que estaba ebria comenzó a carcajearse como loca.
El comandante Clemens tercero inspeccionó la habitación de la muchacha y dictaminó que la sangre estaba reciente, alguien había subido minutos antes de que Cielo entrará a su habitación.

¿Quién había sido el culpable de dicha amenaza?

Pronto descubrirían que en esa casa José Ryder no era el único loco.

La noche que Cielo murió [COMPLETA] #WATTYS2019Место, где живут истории. Откройте их для себя