IX. La habitación al final del pasillo.

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En el pueblo decían: "En la casona beige cruzando el puente, habitan puros locos"

Me rio de eso, ¿Saben? Porque en esa casa hay más cuerdos que locos, o posiblemente este yo confundido y haya más locos haciéndose pasar por cuerdos.

Pero en fin.

Las personas del pueblo temen pisar más acá del final del puente por las muchas leyendas que se han inventado respecto a la casa beige de los Ryder. La gente murmura sin parar, pasando palabras tras palabras, a oídos tras oídos; como el juego del teléfono descompuesto.

Empiezan con algo normal y terminan con la peor historia sangrienta.

Otro de los rumores que han inventado respecto a la casona beige cruzando el puente es qué; en la última habitación del pasillo principal de las habitaciones de la mansión, se encuentran dos amantes perversos y desequilibrados. Dos amantes que han vívido viéndole la cara a las personas, montando apariencias y creando sonrisas falsas, para que al llegar la noche en aquella habitación desquiten su lujuria de fuego que arde en sus venas.

Sí yo no hubiese crecido en estas tierras, tal vez diría que no, que las personas del pueblo están locos y sólo hablan por hablar.

Pero yo lo he visto con mis ojos y he escuchado con mis oídos las risas perdiéndose en el pasillo hasta llegar a la última habitación para después empezar con los gemidos.

Cada noche de domingo de cada semana a eso de las diez de la noche, Alberto Ryder toma una taza de café mientras mira el televisor que está en la sala, el café que toma cada domingo a esa misma hora es llevado por Míriam, su perfecta mujer, y no por mi madre.

Ella le da un beso en la frente para después depositarlo uno en sus labios, y sentarse junto a él a ver el aburrido programa de comerciales. Alberto siempre ha tenido una genuina fascinación por los programas de comerciales, los inventos que hacen para que las personas compren.

A lo que voy.

Alberto toma su taza de café por completo, mientras Míriam observa el reloj impaciente, tarareando sus pies en el suelo de madera. Para cuando Alberto deja la taza de café vacía en la mesilla del centro, su vista comienza a nublarse y un sueño terrible comienza a atacarlo, quedándose dormido en sillón grande de terciopelo colo crema de la triste sala de estar de la mansión.

Míriam sonríe satisfecha, se cerciora de que Alberto esté bien dormido y sube las escalares tarareando alguna canción que escucha en la radio por las mañanas y se le queda grabada en su cabeza.

Llega a su habitación, se despoja de su ropa para colocarse el juego de lencería más bonito y provocador que tenga en su guardarropa, se suelta el cabello el cual le cae en ondas, para después colocarse labial rojo pasión o rojo sangre como yo le llamo, darse una rápida mirada en el espejo y sonreír satisfecha a su reflejo.

Sale de su habitación tarareando la misma canción de hace unos momentos y caminar por el largo pasillo de las habitaciones hasta llegar al último, ese el cual tiene la puerta color negro a diferencia de las demás que son blancas.
Para después perderse junto a su amante en un nube de lujuria desenfrenada.

Pero aquella noche iba hacer diferente, alguien la acecharía para después verla arder en la cólera de Alberto Ryder.

Esa noche del domingo del 19 junio de 1940, el café que Míriam llevó a Alberto había sido cambiado, el café que le llevo esa noche a su esposo no llevaba droga alguna como los anteriores, y tampoco esa noche ella se molesto en quedarse con él hasta que se quedara dormido en sillón a causa de so droga.

Esa noche Míriam Villaseñor se confío a tal grado, que fue a vestirse demasiado temprano para ver a su amante, que ya esperaba por ella en la habitación de puerta negra.

Yo estaba en la cocina con mi madre, Amanda, cuando un muy despierto don Alberto Ryder entró y preguntó por ella:

—Mi mujer, ¿la han visto?

—No señor —respondí honesto, porque prácticamente yo no entraba a la casa grande, solo me la pasaba afuera cuidando de los animales y supervisando los trabajos que hacían los demás empleados y mi amigo Temo Narit.

Amanda, mi madre, no respondió nada. Solo miro con profunda intriga a señor Alberto.

Pero lo que más me sorprendió fue ver a Temo en la entrada y decir:

—Su esposa ha subida las escaleras y a ido en dirección a la última habitación del pasillo.

Mi madre y yo compartimos una mirada para después voltear a mirar a Temo.

Cuando el señor Alberto salió de la cocina disparado como tapón de sidra escaleras arriba, Temo respondió a nuestra mirada encogiéndose de hombros:

—Ya me cansé de oír los gemidos de esa mujer —fue su respuesta.

—¿Tú qué sabes? —cuestionó mi madre con una de sus casi blancas cejas enarcadas.

—Sé lo que todos aquí saben, a pesar de que llevo poco tiempo en estás tierras, sé más que cualquiera. Incluso más que tú, Mateo —su mirada azabache me escruto con tal intensidad que no pude responder nada.

Amanda se quedó mirando al chico de ojos oscuros mientras yo me cuestionaba, cómo rayos es que el se jactaba de saber más que yo sobre la familia que habitaba estás paredes.

Yo había crecido con ellos, él no.

Debí sospechar que él tramaba algo grande. Pero lo dejé pasar, porque en ese rato la furia estalló en boca de Alberto Ryder.

Amanda salió corriendo, yo tras de ella y Temo igual. Subimos las escaleras apresurados y recorrimos las tristes paredes del pasillo que conducía a la habitación última de puerta negra.

Los gritos de Alberto habían despertado al viejo José que dormía por ratos antes de después gritar como solía hacerlo cuando estaba encerrado en las mazmorras. También despertaron a la pequeña Cielo Ryder, quien salió enfundada en su bella bata de dormir, blanca, y sus cabellos oros sueltos desparramados en sus hombros, sus bellos ojos perversos indagaron por el pasillo viendo como corríamos hacia la última puerta.

—¿Qué pasa en la habitación de Sebastián?

Me cuestionó a mí, pero el que respondió fue Temo.

—Vamos, Cielo y descubre lo que sucede en la habitación de tu complemento de perversión.

Me quedé estupefacto ante las palabras dichas de Temo Narit, se dirigía a Cielo con demasiada confianza y su sonrisa se triunfo fue terrorífica.
Cielo lo ignoró y pasó por su lado hasta adentrarse en la habitación y ver con sus propios ojos lo que sucedía en la habitación de Sebastián.

Los perversos y desequilibrados amantes estaban desnudos y sudorosos; Míriam estaba en una posición comprometedora, de rodillas frente a los genitales del pecado capital andante, esposada de las manos hacia atrás, mientras que Sebastián la tomaba del cabello y la hacía abrir la boca para que introdujera su miembro en la cavidad bucal de la mujer.

Observé como a Cielo Ryder se le cristalizaron los ojos y se le inyectaron de una furia titánica.

Alberto Ryder estaba rojo de cólera y con los puños apretados.

Sebastián estaba sudoroso y con el miembro caído debido al susto.

Míriam, como la gran actriz que era comenzó a llorar tan desmesuradamente que quien la viese hubiese creído la gran mentira que dijo esa noche:

—Él me obligó, dijo que si no lo hacía mataría a mi madre... Y después a ti, amor —esa fueron las palabras que salieron de su sucia boca.

Porque cualquiera que conociera a Míriam Villaseñor, sabía la clase de hija que había sido con su difunta madre.

Esa noche aquella habitación se lleno de más gritos y golpes que cayeron en el rostro de Sebastián, mientras que Míriam lloraba en una esquina como desgraciada sin importarle que Alberto estuviese destrozandole la cara a su hermano.

Míriam estaba enferma, mira que cometer incesto con su propio hermano era repudiante.

Esa noche pude ver en la sonrisa diabólica de Temo Narit, que él había planeado aquello... Y todo por venganza de su corazón roto a causa de Cielo Ryder.

La noche que Cielo murió [COMPLETA] #WATTYS2019حيث تعيش القصص. اكتشف الآن