XI. Las máscaras caen.

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Las máscaras caen.

¿Alguna vez asistieron a una fiesta de máscaras?

¿Sí? ¿No?

Pues verán, yo tampoco. Pero vi muchas películas en la pequeña y vieja televisión que mi madre, Amanda, tenía en su viejo cuarto donde habitaba.
Tenía diez años cuando vi mi primera película de máscaras; las mujeres vestían elegantemente y usaban mascaras al igual que los hombres, bailaban, reían, comían y bebían licor, para llegar a la hora en la que las máscaras caían y se dejaban ver realmente como eran, dejaban ver finalmente sus rostros, y muchos quedaban sorprendidos.

Así sucedió la primera semana de Julio de 1940.

Las máscaras de cada integrante de la familia Ryder cayeron y yo presencie al asesino de Sebastián Gómez.

Había amanecido nublado, como los últimos días del mes anterior que habían terminado, apenas una semana y media atrás. Era extraño, porqué era junio y en ese mes como en mayo, hacia un calor infernal en el pueblo, la temperatura llegaba casi a los cuarenta grados, así que sí, era demasiado extraño que amaneciera nublado.

Piqué leña como solía hacerlo cada mañana, mientras picaba divisé a Míriam Villaseñor salir de la mansión con su típica bata negra de dormir que usaba últimamente desde que Sebastián fue hallado muerto.
Cuando la mujer se entero de que su hermano había sido asesinado, esa vez realmente lloró, tanto que su voz se perdió por días, debido al esfuerzo de su garganta.

Fue la única vez que escuché llorar a Míriam de verdad.

Y es qué, ella amaba a su hermano más allá de cualquier relación de hermandad, ella lo amaba con inmensa locura carnal, como su hombre, como su amante.

El día que Sebastián murió, el comandante Clemens interrogó a Cielo, pero ella solo respondió que cuando subió a su habitación y escuchó un portazo, al salir y dirigirse a la de Sebastián, el hombre ya yacía muerto en el piso con su sangre de adorno.
No supimos quién había sido, más sin embargo yo tenía mis sospechas, pero no sabía a quién dejarselas caer.

¿Temo o Cielo?

Era indescifrable.

Míriam camino hasta el montón de tierra y piedras donde yacían los restos de Sebastián, restos que yo había colocado allí; me habían hecho escarbar a mitad de la noche tres metros profundidad, solo, porque Temo no quiso ayudarme, a él le caía tan mal Sebastián.

Era un imbécil.

Sus estúpidos celos no lo dejaban ver más allá de sus narices.
Por ese motivo yo sospechaba de él.

En fin.

Míriam lloró toda la tarde mientras bebía licor tirada sobre las rocas donde Sebastián yacía muerto.
A pesar de lo mucho que Sebastián me hizo a mí, él chico no debió morir de tal forma, o más bien no debieron asesinarlo tan brutal y dolorosamente.

Solo alguien enfermo haría eso.

Lo que me llevaba a la intriga y el misterio de quién lo había hecho. Me llenaba de miedo, ya, seguir estando en estas tierras donde un loco o loca rondaba en busca de su próxima víctima.

Las máscaras cayeron los días siguientes de la muerte de Sebastián.

Míriam era catalogada en la mansión como la perfecta dama y esposa de Alberto Ryder, los rumores decían que las chicas del pueblo la envidiaban; dado el hecho de que Alberto Ryder era un hombre apuesto (aunque malvado) que las cautivaba con una sola mirada.
Quizá era su cabello castaño con pequeñas canas o sus ojos verdes, pero Alberto era el tesoro que Míriam tenía.

El caso es qué, Míriam dejó caer su máscara para mostrar su perfecto rostro decrépito y sucio, era una mujer alcohólica llorando la muerte de su verdadero amor. Una mujer vacía por dentro y de la cabeza también, Míriam era solo un cascarón hermoso de admirar pero que no tenía nada dentro que apreciar.

Pobre Míriam.

Alberto Ryder, el hombre apuesto y admirable que había forjado y sacado adelante lo que su no tan difunto padre le había dejado. Un hombre recto y serio que no se metía con nadie y que era amable con sus trabajadores.

Se le cayó la máscara.

El día que Sebastián murió, Alberto dejó ver su verdadero rostro; era un hombre temeroso de su hermano mayor, Clemens tercero, manipulado por su mujer y títere de su amante. También era un cobarde, ya que cuando Clemens tercero le dio la orden de matar a su padre, no lo hizo, solo lo encerró en las mazmorras.

Pobre imbécil.

De último estaba la hermosa y bella Cielo Ryder; la única hija que Alberto había tenido con su difunta esposa Eleanor Ryder, una bella chica de ojos azules y sonrisa dulce como la de un ángel, su mirada transmitía ternura y era quizá la hija que todos querían tener.

Lástima que las apariencias engañan.

Cielo Ryder era tan perversa como el asesino que rondaba la mansión. Su sonrisa de ángel era la carnada perfecta para que cayeran en sus redes y después ella te hiciera lo que se le diera la gana, para que después quedarás como: la chica embarazada que ha sido burlada por el chico malo.
Cielo Ryder era el chico malo, y los hombres que terminaron con el corazón roto eran las chicas embarazadas.

Fui una chica embarazada.

El caso señores, es qué aquella noche durante la cena, mientras Míriam lloraba sin consuelo de impotencia por no saber quién demonios había matado a su hermano amado, Cielo golpeó con gran fuerza la mesa, tomando por sorpresa a su padre, a mi madre, a Míriam y a mí.

Yo estaba dentro de esa casa aquella noche que las mascaras cayeron, porque debía reparar el ventanal que no pude hacer aquel día que Sebastián murió.

—Estoy harta de tú miserable llanto de perra —fue lo que vociferó Cielo llameando ira hecha fuego de sus azules ojos.

—Cielo... —ese llamado débil y sin autoridad fue la advertencia de Alberto.

Cielo le hecho una mirada y Alberto se quedó callado como cual perro cuando le colocas una mordaza.

Todo un títere.

—¿Extrañas a tú hermano amante? —inquirió con burla la chica.

Míriam alzó la mirada sin temor a la chica.

—¿A ti que más te da si es así?

—Tú llanto no lo devolverá, de donde sea que este, aunque espero que este en el infierno.

Sonrió, sonrió con tanta alegría en su rostro que Míriam contrajo su rostro y volvió a sollozar.

—¿Fuiste tú cierto? —preguntó entre balbuceos de llanto Míriam.

Cielo amplió más su sonrisa, ahora, que su máscara había caído, ya no se veía de ángel, su sonrisa ahora era la de un demonio.

Al final no había sido un asesino, sino una asesina.

Cielo Ryder había matado a Sebastián Gómez.

Todos ahí nos quedabamos realmente sorprendidos, tanto que abrí mi boca mirando a la chica que mis ojos veían como ángel convertirse en un demonio.

—Así es, yo maté al traidor de Sebastián Gómez.

La noche que Cielo murió [COMPLETA] #WATTYS2019Where stories live. Discover now