XIII. Una muerte más, una persona menos.

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Una muerte más, una persona menos.

Los aires de la mansión se habían tornado fríos y oscuros, las apariencias habían dejado de jugar su papel, los Ryder habían dejado caer sus máscaras que durante mucho tiempo las mantuvieron erguidas a su rostro. Al fin, cada integrante de la familia podía ver de lo que eran capaces cada uno, de los secretos que guardaban y de las cosas que estaban dispuestos a hacer para mantenerse tras una máscara, aunque ya no tenía caso seguirse ocultando tras una, cuando ya todos sabían de la clase de atrocidades que podías hacer.

Pero aún no había terminado todo, yo lo sabía, porque ellos no podían decepcionarme de tal manera.

Así que después de que el comandante Clemens tercero descubriera a su hermano fornicando tan vil y suciamente con su sobrina, hizo lo que tenía que hacer, entró a la habitación y bajo a golpes a su hermano de encima de su sobrina, Cielo por reflejo tomó las sábanas blancas de ceda de su cama y se envolvió en ellas, mientras veía a su tío, el comandante Clemens tercero convertirse en una bestia y dejar caer sus puños repetidas veces en el rostro de Alberto.

Pero, ¿Por qué motivo, Clemens tercero estaba hecho una bestia con su hermano?

Exactos señores, adivinaron, Alberto Ryder también era el amante en turno de su propio hermano, Clemens tercero.

Asqueroso, lo sé, yo vomité en cuanto lo descubrí. Así que por ese motivo se estaba desquitando en el rostro de su infiel amante y hermano.

Los secretos que la familia Ryder guardaba eran los más asquerosos y repudiantes que el pueblo murmuraba, pero que no sabían realmente cómo estaban las cosas. Ciertamente ellos lanzaban el dardo en la diana, pero no les caía justamente en el blanco, caía quizá dos caminos antes del blanco, pero el caso aquí es que lo que el pueblo murmuraba era verdaderamente cierto.

Los habitantes de la casona beige cruzando el puente, estaban locos y enfermos, sí.

Pero eso no terminaría ahí, con Clemens destrozándole el rostro a Alberto. Claro que no, esa noche habría un asesinato más en manos de Cielo Ryder.

Mientras Clemens molía a golpes a Alberto, la muchacha asustada bajo de la cama y salió huyendo de allí, con su cuerpo desnudo aun envuelto en las sábanas descendió las escaleras, para toparse al final de ellas a Míriam.

—Eres una perra asquerosa —dijo Míriam mirando a la muchacha de pies a cabeza, Cielo solo le sonrío de medio lado—. Te revolcabas con tú propio padre... y aun así tuviste el descaro de hablar de mí con tú sucia boca.

—No solo con mi padre, tú esposo —dijo Cielo mientras descendía los últimos escalones—, también con tú difundo y muy amado hermano, Sebastián.

Míriam abrió su boca sorprendida y sus ojos marrones se le cristalizaron viendo a la inocente chica que ella había visto nacer, decir aquello. ¿Cómo una chica con rostro angelical, puede tener la perversión más grande en su alma?

Seguramente eso fue lo que se cuestionó Míriam.

—Eres una ramera —vociferó Míriam antes de darle una bofetada, Cielo giro su rostro y sostuvo la mejilla golpeada con su mano.

Sus cabellos rubios y brillantes como el oro, cubrían su rostro, por lo que Míriam no pudo ver cuando los ojos azules de Cielo se oscurecieron y una sonrisa diabólica se formó en sus labios. La misma sonrisa que empleó aquella noche antes de matar tan sangrienta y dolorosamente a Sebastián Gómez.

Como tampoco se dio cuenta en el momento en que la chica dejó caer la sábana que envolvía su desnudo cuerpo y tomó una estatuilla de ángel fundido de plata pura y corrió en dirección a ella, no se dio cuenta hasta que el primer golpe fue atestado en su sien.

Un grito se escapó de sus labios para después llevar su mano al lugar golpeado y sentir su sangre caliente descender por su mejilla hasta gotear en el suelo, entornó su mirada hacia la chica desnuda que la había golpeado con la estatuilla de un ángel, su visión se había borrado y lo único que alcanzó a ver y a escuchar fue:

—Dale mis más sinceros saludos a tú hermano en el infierno, perra —Cielo Ryder se abalanzó sobre ella, y golpeó con fuerza la cabeza de Míriam Villaseñor con la estatuilla, hasta que la sangre salpico su desnudo cuerpo y su rostro, hasta que los sesos de Míriam se esparcieron por todo el piso de madera de la sala de estar.

Cielo Ryder esfumó la existencia de Míriam Villaseñor con una estatuilla de un ángel fundido en plata. Cuando se levantó de encima de Míriam, estaba bañada en sangre de la mujer, su desnudo cuerpo estaba cubierto de la sangre de su madrasta. Soltó la estatuilla llena de sangre y sonrió como maniática al ver a Míriam por fin callada.

Ella no volvería hablar, nunca más.

Cielo miró para todos lados buscando ojos, ojos que la hubiesen visto cometer otro asesinato, por suerte yo, Mateo Tiran, ya me había escondido tras un muro.

Cuando escuché los pasos de la chica alejarse, salí de detrás del muro solo para darme cuenta de que yo no había sido el único que había visto a Cielo Ryder asesinar a Míriam Villaseñor, también estaba ahí, en el oscuro pasillo que daba al despacho de Alberto Ryder, justo ahí camuflajeado estaba Temo Narit.

Pero la historia no termina aquí, lo siguiente es la verdad que más me afectó y dolió, la verdad en boca del viejo José Ryder y de todo lo que me habían privado a mí y a mí madre.

La noche que Cielo murió [COMPLETA] #WATTYS2019Onde histórias criam vida. Descubra agora