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Fluff, father!au


ChanYeol estaba ayudando a vestir a su hija hermosa, pequeña y radiante para un nuevo día de colegio. Sus coletitas estaban muy bien hechas y su cabello negro brillaba intensamente, tanto que ChanYeol creía ser capaz de mirarse en el reflejo de aquél espejo azabache. Sonrió satisfecho al ver su admirable trabajo ya terminado y asintió, felicitándose al notar que sus prácticas con las muñecas de su bebé y los tutoriales de YouTube dieron sus frutos al no dejar ningún mechón negro fuera de lugar ni una coleta más alta que la otra, o la raya de separación temblorosa hasta el punto de parecer un zigzag hecho intencionalmente.

Síp, ahora era un súper papá experto.

JiMin le dio esa sonrisa suya tan brillante y que hacía estragos en su corazón y derretía sus sentimientos más puros y a flor de piel, y sus mejillas regordetas y sonrojadas subieron, felices al mirarse en el espejo de su closet. Sus ojos lindos brillaron y se achicaron gracias a su sonrisa y ChanYeol tuvo que llevarse una mano al corazón porque Dios, ella era tan linda que podría producirle un infarto en cualquier momento.

Su cabecita se movió de un lado a otro, haciendo que su largo cabello se meciera graciosamente con el movimiento, y luego asintió, dando una palmada frente a su rostro. Lo miró entonces, radiante y extremadamente feliz, y corrió hacia él para abrazarlo por las piernas y el alto no dudó en darle suaves palamaditas en sus hombros chiquititos y delicados.

—¡Bien hecho, papá! Ahora estaré muy linda par ver a mi esposito hoy —con sus palabras la sonrisa de ChanYeol flaqueó y una mirada maníaca apareció en sus ojos mientras agachaba la cabeza para ver la coronilla de su bebita—.

¿Acaso había escuchado bien? ¿Ella había dicho esposito? ¡¿Qué mierda, de qué se trata todo eso?! Nadie nunca iba a tener a su princesa, todos los tipos serían insuficientes para ella, unos mugrosos, corrientes, completos indigentes que no se merecían a su niña espectacular. Iba a ponerle un cinturón de castidad que echara corriente cada vez que una mano malsana quisiera tocarla indebidamente, la iba a poner a salvo en la cima de una torre para que los ojos asquerosos de los simples humanos no la vieran jamás, ¡ella nunca iba a casarse ni alejarse de su lado! No, simplemente no. Nunca.

Y no, ChanYeol no era un papá celoso.

Con una sonrisa temblorosa bastante terrorífica, ChanYeol se agachó a la altura de su preciosa niña y puso sus manotas sobre sus hombros y JiMin ladeó su cabecita, preguntándose porqué su papá parecía el hombre malo y que daba miedo de Batman.

—JiMinnie, creo que escuché mal, ¿dijiste que estás linda para ver a tu... esposito? —hasta la palabra sonaba mal, no, toda aquella frase sonaba mal y ChanYeol realmente estaba empezando a tener un colapso nervioso en ese instante—

JiMin, en toda su gloriosa inocencia infantil, asintió rápidamente con una pequeña sonrisa llena de mejillas arreboladas y soltó un suspiro enamoradizo como lo hacían las chicas de los doramas que ve su papá a escondidas, cuando cree que nadie lo está viendo.

—¡Síp! Me veo muy linda para mi esposito. Él siempre dice que estoy bonita, ¡pero hoy lo estoy mucho más porque papá me ha peinado lindo!

Y ChanYeol quiso lanzar por la borda todos los conocimientos que había adquirido gracias a YouTube y jalarse el cabello rosa (que tintó de ese color por petición de su hija). ¡Su bebita no podía hacerle eso! Se suponía que él debía ser su esposito, que sus ojos lindos y brillantes sólo debían mirarlo a él, su papá árbol, quien la crió solo y tuvo que aprender a hornear galletas con un delantal rosa de unicornios vomita arcoiris demasiado pequeño pero que la hacía feliz. Se sentía tan traicionado. Reemplazado. Hecho a un lado. Hundido en el fango por una niña de siete años.

FirelightWhere stories live. Discover now