28.- Marry you, marry me.

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Los niños corrían de un lado para otro en los pasillos de la escuela. Todos luchaban por llegar a la cafetería con tal de obtener los bocadillos menos repulsivos. Sin embargo, para dos de esos niños eso no era importante; uno de ellos llevaba refrigerio hecho por su madre y el otro... bueno, el otro apenas y lograba tomar un juguito que venía en un empaque de cartón.

—Sherly...

—No me llames así —se quejó el más pequeño.

—Lo siento, lo siento. Sherlock —se corrigió el rubio—, ¿puedo contarte un secreto?

El chico de rulos asintió con la cabeza para darle un sorbo a su pequeño jugo.

—¿Recuerdas a Sarah, la niña que te dije? —el menor volvió a asentir— Pues, le dije que me gustaba.

—¿Y ahora se van a casar?

—No. Me dijo que yo no le gusto —el de tez más pálida separó el popote de sus labios y formó con ellos una "o".

—John, yo creo que...

—¿Soy feo? —le interrumpió— Sherlock, ¿tú crees que soy feo y por eso no le gusto a Sarah?

—¿Qué? ¡No! Yo creo que ella es tonta.

—No hables así. No está bien.

—Perdón —murmuró, agachando la mirada hacia sus zapatos escolares.

—Está bien, pero tú sabes que esas son malas palabras.

—Basta, pareces Mycroft.

—¡Oye!

—¡Tú empezaste!

—Pero no tenías que compararme con tu hermano.

—Lo siento —comentó entre risas—. Al menos tú no estás comenzando a ponerte gordo —este comentario sacó la risa del mayor.

Luego de unos cuantos sorbos al dichoso jugo, unas cuantas mordidas a un sándwich, muchas bromas sobre el hermano adolescente de Sherlock y muchas carcajadas de por medio, los dos niños se quedaron en completo silencio.

—Entonces —habló Holmes—, ¿de grande ya no te casarás con Sarah?

—No lo sé, yo creo que no —mencionó con tristeza—. Es más, nunca me voy a casar; las niñas piensan que soy feo.

—Eso es porque las niñas son... despistadas —dijo, supliendo la mala palabra por la que Watson lo había regañado.

—Tú no sabes nada de las niñas. No le hablas a ninguna.

—Le hablo un poco a Eurus.

—Tu hermana no cuenta.

—Uhm... bueno, no le hablo a ninguna, pero sé que son ton... despistadas.

—Pero, yo realmente quería casarme con una cuando fuese grande.

—Bueno, a lo mejor conoces a una a la que no le parezcas feo —dijo, levantando sus hombros simultáneamente.

—No lo creo... a todas les voy a parecer feo.

Después de eso nadie comentó nada, y la campana que señalaba que el receso había terminado se escuchó.

—John, antes de que te vayas...

—¿Sí?

—Si de grande no te casas, ¿yo me puedo casar contigo?

El de cabellos claros lo pensó un poco y al final asintió con la cabeza, sonriéndole a su mejor amigo. El niño de rizos le devolvió la sonrisa y le extendió el dedo meñique; sin dudarlo, John entrelazo su dedito con el contrario, sellando de esta manera el "trato".

Johnlock DrabblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora