1. Sorpresa

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Cuatro años atrás...

Ross

— Simplemente no entiendo qué es lo que le ves. — dice mi hermana Rydel mientras estamos desayunando. — Te acuestas con cientos de mujeres pero la única que se mantiene es Laura. ¿Por qué?

— Es fantástica en la cama. — respondo.

— Claro, ¿porque tú le has enseñado todo lo que sabe? — pregunta, sonriendo de lado.

— Y ella me ha enseñado todo lo que sé. Hemos empezado juntos.

— Espera, ¿Laura ha sido tu primera vez?

— Si, Laura ha sido la primera en todo.

— Menos en robarte el corazón. — me recuerda.

— Ninguno de los dos cree en esa mierda. No la amo, simplemente disfrutamos del buen sexo. Ha sido nuestra manera de olvidarnos de nuestros problemas por un rato. Ella se acuesta con otros y yo me acuesto con otras, pero sabe que es mi favorita y yo sé que para ella no hay nadie mejor que yo.

— Un día encontrarás a una mujer que te ame y tú ames, y eso a Laura no le gustará en absoluto. Puede compartir tu cama con cientos de mujeres que no recuerdas sus nombres, pero jamás lo hará con alguien que te aleje de ella definitivamente. — me advierte.

— No le importará. Además, esa mujer jamás llegará. Es pura mierda. — le aseguro, para después marcharme al instituto Winston.

Mis padres nos habían abandonado hace ya seis meses, por lo que Rydel estaba a cargo de mi hermana menor, Casey, y de mi hasta que cumpliera la mayoría de edad. La admiraba por el excelente trabajo que hacía con Casey. Me encantaría poder ayudarla, pero lo máximo que podía hacer era trabajar por la tarde y ayudar con la economía de nuestro hogar.

Me había prometido que un día le compensaría a Rydel todo el sacrificio que hizo por nosotros.

Cuando llego al instituto, siento las miradas de todos los hombres en Laura, quien está riéndose junto a sus amigas en una de las mesas de la cafetería. La mitad de ellos ya se había acostado con ella y la otra mitad ansiaba hacerlo.

Me acerco a su mesa y le beso la mejilla con suavidad, Laura se voltea para dedicarme una hermosa sonrisa y me hace un lugar a su lado.

— ¿Cómo estás? — le pregunto, ajeno a la conversación de nuestros amigos.

— Bien... ¿tú? — murmura.

Sabía que estaba mintiendo. Si prestabas atención a su rostro, podrías ver las marcas en su cuello. Alguien la había ahorcado.

— Ven. — le ordeno y tomo su mano para arrastrarla fuera del Instituto.

— Ross... Realmente no quiero hablar sobre aquello... — murmura.

— Dime el nombre. — exijo. — Dime quién ha sido el hijo de puta que se ha pasado contigo.

— Peter. — dice.

— ¿Ese cerdo? ¿Has estado con ese imbécil? Maldita sea, no está en prisión por abuso solamente porque sus padres tienen poder.

— Todo estaba bien entre nosotros... Pero luego empezó a ponerse violento y... — suspira. — Ya no tiene importancia.

Oh, sí que la tenía. La atraigo hacia mi y la beso con suavidad, acariciando su mejilla lentamente. Ella me corresponde el beso mientras me abraza por el cuello.

— Así mereces que te traten, no como si fueras una puta a la que le pagan para complacer hombres. Busca tu placer. No tienes que complacer a nadie. No recibas menos de lo que te mereces. — le digo, rozando sus labios con los míos.

Losing YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora