Número 5

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Estaba en un lugar cálido, sin abrir los ojos noté el crujir de la madera, el aroma inconfundible de una gran chimenea. Mi cuerpo estaba envuelto en algo irregularmente tibio, pero no era el fuego quién proporcionaba ese calor.

Maldición.

Cuando abrí los ojos lo primero que vi fue la chimenea, sabía que era Dan quién estaba sentado atrás de mi, con sus piernas alrededor de mío y su pecho pegado a mi espalda, una de sus manos estaba en mi cintura y la otra caída en un lado con un trapo húmedo. Intentando no despertarlo quité su mano y me levanté, lo miré recargado en el sillón, las flamas le daban tonos más rojizos a su cabello rizado y sus facciones se veían más marcadas, parecía estar más alto y su figura ya no era la del joven que conocí.

Miré a la ventana, sería en promedio la media noche. Barrí con la mirada en busca de mis cosas, una vez las encontré me encamine a la salida, metí la mano en la bolsa y efectivamente ahí seguían mis lentillas, al salir el aire frío me golpeó ¿Desde cuándo sentía yo el frío? Seguí caminando a la puerta en el patio, con más frío cada vez, una vez abrí, me di cuenta de que no tenía ni idea de dónde estaba. Veía un amplio campo, más campo y muy al final el bosque, mire el cielo, yo vivía al norte del bosque, en dado tendría que ir derecho al bosque y girar a la derecha, espero...

— No intentes correr, traes muchas cosas y te alcanzaré — doble maldición.

— Tengo que irme, Dan. Lo que menos has de querer es que alguien sepa que estuve aquí — no giré pero escuché que se acercaba.

— ¿Tiene algo que ver con tu nuevo color de ojos? — murió mi esperanza de mantenerlo vivo.

— Mira Dan — volteé a encararlo —, no te puedo explicar el sin fin de cosas que me han pasado porque ni yo recuerdo la mayoría, pero si confías en mí solo déjame ir y salvar tu vida.

— Mantente dentro de la cerca — era su campo de protección, seguramente —. Igual el gato murió feliz sabiendo. Por favor quédate y mañana te llevaré a ti y todas tus cosas — se acercó y me colocó la manta que anteriormente estaba en el sillón —. Está haciendo frio, entra conmigo Gen.

Tal vez podría....

— No Dan, lo siento — volví a abrir la cerca.

— No volveré a dejar que desaparezcas — haló mi mano haciéndome tirar las bolsas y al girarme, me abrazó.

Mi mente, programada para rechazar cualquier sentimiento se resistió haciéndome empujarlo con ambas manos, él solo se tambaleó en cambio yo, fui a dar al suelo.

— No me quedaré y si vuelves a intentar detenerme yo misma te mataré — en cuanto atravesé la salida, él no me siguió pues todos le temían a la noche; pero yo ya era parte de ella.

Llegué al departamento para cuando estaba saliendo el Sol, preparé un poco de café y me aseguré de que las lentillas cubrieran la pequeña mancha café. Acomodé todo en su lugar y por la sensación de tranquilidad que había, el demonio no vino mientras no estuve presente. Me relaje un poco, todos mis músculos estaban tensados a causa de la posición en la que estuve supongo, aliste mis cosas para darme un baño y dormir de ahí a que el demonio se enterará y viniera furioso, o solamente pasara de visita. Luego de salir, guardé las cosas que traje y tiré algunas otras, revisé el celular y lo escondí en el cajón del peinador, tuve que poner una cobija más para pasar el frío pero al fin logré dormir.

»Alaridos de dolor, gritos de agonía y lamentos me hicieron abrir los ojos, me sentía liviana al recién despertar, pero luego parecía que el suelo me reclamará y no pudiera moverme en absoluto, miré el lugar donde me encontraba, una circunferencia de suelo negruzco agrietado y un techo lleno de estalactitas de las que se deslizaba algo naranja que no supe definir hasta que la primera gota cayó sobre mi cuerpo.

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