Número 7

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Desperté aturdida, era demasiada información para procesar.

— Te llamas Azrael — afirmé.

Él no respondió ni se movió, yo me acomodé en la cama. Parecía estar dormido, ni siquiera sabía que pudiesen dormir.

¿Cómo podría saber con qué podían torturarlo si ni siquiera el lo vio? Aunque supiera que era, de él no podría sacarlo, solo sabía que las armas de demonios sí que le hacían daño.

Dejé caer mi zapatilla esperando perturbar su delicado sueño, pero de nuevo ni siquiera se inmuto. Dejé caer la otra con más fuerza y siguió sin moverse. Caminé al baño para espabilarme con un poco de agua. Cuando llegué me enjuague la boca, que olía del asco, salí y ahí seguía él sin moverse, me pareció raro pero no hice nada más por despertarlo, estaba mejor dormido sin mortificar mi miserable existencia.

Fui por algo de comer, pero me quedé estática en la puerta de la cocina con un mal presentimiento. Regresé corriendo a la habitación y esta vez había alguien frente a él.

— Sera mejor que corras — dijo riendo mientras se sacudía ante lo que fuera que la figura blanca le estuviera haciendo.

Algo hacia que me quisiera quedar a ayudar. Mierda, si él muere yo muero. Corrí en su dirección y tomé la mano para retirarla de la frente de Azrael, al desconocido le quemó que lo tocará y eso lo hizo enfurecer, antes de que lograra llegar a mi escuché un chasquido y caí de rodillas en el pavimento de la entrada del edificio.

¿A dónde se supone que debería de ir?

Miré el piso de mi departamento que de un momento a otro todas las ventanas comenzaron a romperse y caer. Comencé a correr como posesa sin rumbo, pronto me di cuenta que iba descalza y con ropa tan corta que el aire frío me caló en la piel. Me sentía desesperada, todas mis cosas estaban ahí y probablemente no podría volver. Me detuve en algún callejón de la ciudad, en la oscuridad donde esperaba no pudieran encontrarme. El aroma y la brisa húmeda me decían que ya estaba cerca del bosque, algo me decía que Azrael no volvería pronto, tal vez podría ir con Dan.

Giré bruscamente sobre mi eje cuando escuché un golpeteo en el metal de los contenedores.

— ¿Hay alguien ahí? — me pareció la pregunta más estúpida pero la solté antes de si quiera pensarlo.

Comencé a retroceder cuando mi alarma de peligro me erizo la piel. Comencé a buscar a mi alrededor algo que pudiera usar como arma, volvió a sonar y aún no tenía nada con que defenderme.

— Un gato, me asustó un gato — comencé a reírme de mi misma.

La luna se alzó, dando un poco más de luz al lugar. Pensé en llevar al gatito conmigo, luego me percate de que era un simple peluche. Apenas logré girar, cuando mis tobillos ya ardían y mis rodillas tocaron el suelo.

— No, no, no, no — cuando pase cerca del cubo de basura metálico, vi que tenía un trozo levantado tal vez con lo oxidado podría romperlo.

Tiré y la fuerza con la que me halaban aumento, pero lo logré traerlo conmigo con un corte en la mano regalado. Empujé mi hombro para darme la vuelta, tenía el aspecto de una sombra de garras largas, lo único blanco eran las filas de dientes. En cuanto me soltó, empujé mis piernas hacia arriba y apoyando mis manos di un giro completo quedando de rodillas, el monstruo tomo la postura de un artrópodo y comenzó a intentar clavarme las cuchillas en sus brazos.

— Cerca, maldito monstruo — la que quedó por mi cintura la corté.

Toda la baba negra y morada se esparció por mi ropa. Me descuide un momento y desgarró parte de la playera, no definí si temblaba por el frío que calaba mis huesos o la adrenalina combinada con el miedo. Se puso encima de mí, tratando de inmovilizarlo pase el metal a través de todo su estómago abriéndolo por la mitad, lo empujé a un lado y me levanté para correr antes de que se regenerara.

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