Número 10

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Su risa seguía dentro de mi cabeza, rebotando como un eco interminable. Mis lágrimas se confundían con la mancha que se formó a mí alrededor luego de que el súcubo dejara mi cuerpo, estaba exhausta. Cada parte de mi dolía y sus burlas me hicieron llorar hasta que ya no pude más.

Si me hubiese querido como él lo dijo ¿por qué desconfío tan rápido?

Yo tenía la culpa, debí prever un movimiento de su parte. ¿Qué forma tendría de resolverlo? Lo mejor sería terminar el problema de raíz pero si yo no moría de qué manera podría cortarlo de tajo. Tenía que levantarme y dejarme de lamentos, pero tan débil como estaba sería difícil, decidí cerrar un momento los ojos tal vez al abrirlos podría continuar.

Sin estar del todo consiente sentí algo suave, una suave presión en mi hombro me hizo abrir los ojos. Sentía cosquillas cerca del cuello, mi espalda entera crujió cuando algo me arrastró escaleras abajo y yo seguía sin poder levantarme, gruñó y se acostó a un lado, sacudiéndose hasta que logré cruzar mis brazos por su cuello. Este no era el cachorro que deje en casa, esto era un Blues hasta cinco veces más grande y que no tenía ni idea de cómo me encontró, soportó cargar mi peso y caminó hasta afuera, trotó sin dejar que me callera a la mitad del bosque, podía mirar las estrellas y las copas de los pinos. Giré mi rostro mirando mi mano extendida sobre la nieve rosada, no estaba cerca de casa, la nieve nunca cayó por allí. Aulló a la luna con dolor, sentí que todo daba vueltas, podía escuchar animales y cascabeles, las estrellas cada vez brillaron cada vez más hasta que iluminaron todo y perdí la consciencia.

Tibio, algo tibio está tocándome.

— ¿Qué tienes con levantarme de esta manera? — me senté y acaricié al Blues de tamaño normal — Y ¿cómo te encogiste de nuevo?

Me sentí llena de energía y con el cuerpo ligero, sacudí el pasto que picaba en mi espalda... momento ¿Qué no estaba sobre la nieve?

Me levanté deprisa, sosteniendo mi cabeza con los ojos cerrados por el dolor que provocó levantarme tan repentinamente. Había un círculo perfecto excluido de nieve, lleno de varitas de madera, hojas y plumas, estratégicamente acomodados para hacer una estrella de seis puntas; hasta donde sabía las brujas me odiaban.

— Vayamos a casa, Blues — dije antes de levantarme y esparcir las ramas con pequeñas puntapiés.

Ya nada me mantenía lo suficiente asombrada o curiosa como para tomar detalles. Luego de al menos unas tres horas, logré salir del bosque aunque no ubicarme del todo, caminé por la orilla de la carretera hasta el oscurecer, fue en ese entonces cuando nos detuvimos o detuve porque yo llevaba al canino dormido en mis brazos hacia un rato atrás. Traté de recordar lo sucedido pero como al principio de todo, algo bloqueaba lo que pasó y las emociones desde que la súcubo invadió mi cuerpo y eso era desde que le di la espalda a los baños donde murió la chica.

Sentía un vacío en mi estómago, no de hambre sino de sentimientos. Ahora lo único que quedaba era Blues en mis brazos, luego de que me gruñera lo baje y miré dando vueltas, hasta que continuo caminando a mi lado. Iba descalza con los pies terriblemente adoloridos y cansados, no me detuve hasta llegar a la ciudad lo cual no fue en poco tiempo, sabía que kilómetros atrás comencé a dejar huellas rojas pero no podía importarme menos. Al empujar la puerta, el can a mi lado entró primero brincando por todos lados hasta que le di un filete, atravesé el pasillo hasta el cuarto luego de ver a blues salir por la puerta del jardín, tomé un par de cosas y fui hasta el baño, limpié las costras en las plantas de mis pies mientras el agua se ponía tibia, me levanté y terminé de quitarme la ropa echando un vistazo a las manchas de sangre que ya habían tomado un color café, la dejé caer y me metí a la regadera.

Terminé sentada en el cuadro de cerámica que conformaba el interior de la regadera, ya no más bañera. Deje que mi espalda se relajara un poco al pegarla a la cerámica fresca, estaba siendo egoísta al pensar que prefería muerto a Dan, en lugar de que me odiara ya que hacía más verdad lo que Azrael decía.

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