Número 19

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Dan estaba ahí, sujetándome entre sus brazos y repartiendo caricias en mi rostro, pude sentir lo fresco de la lágrima que cayó sobre mi mejilla, junto con toda la tristeza que cargaba esa sola gota. Podía oler mi propia sangre, incluso sentir como estaba empapada en ella. No me gustaría lo que tendría que hacer, pero mejor opción no se me ocurrió aún cuando había prometido no hacerlo. Dejé mi herida sanar rápidamente y tratando de no tropezar utilicé aquella velocidad que me proporcionaba el veneno en mi sangre para correr. Sentía el dolor y desesperación de Dan al ver que solo desaparecí de sus brazos. Espere oculta a que atravesará la cerca que lo protegería y luego, con todo el dolor y cansancio, sin mirar atrás me fui.

Para el amanecer, había logrado encontrar dónde limpiarme y descansar. Pero no me quedé por mucho tiempo, me faltaba más de la mitad del camino y sin demonios en el trayecto, no podría utilizar mucha velocidad para llegar. Sentía toda mi piel a punto de hervir, los pies como si hubiera estado caminando en un desierto al medio día, pero por él seguía caminando, él era toda mi fuerza para seguir adelante. Me tomó más de un día llegar, pero lo hice. Era pequeño, así que no atrajo demasiados demonios y pude quedarme un rato ahí sentada, tranquilizándome un poco para continuar luego.

Los neumáticos de un auto pusieron todos mis sentidos en alerta, tendría que escapar con mucho cuidado si quería que Levi no me viera desde arriba.

— Ya lo cerró. Puede que esté en camino al siguiente — aterrizó a un lado de Pierre — No se fue hace mucho así que podremos alcanzarla.

Esperé en silencio a que se fueran y tomé el camino contrario. Agradecería tener las alas de Levi en este momento, ya que aunque pudiera sentir las puertas al infierno no podía llegar tan rápido como lo haría con unas. Al menos había descubierto que podía absorber la energía del agujero y pude adelantar mucho camino. Cuando logré llegar y estuve a punto de cerrarlo me interrumpieron.

— No te han dicho mucho sobre lo que haces ¿o sí terroncito? — Comenzó a acercarse con una sonrisa lobuna — Apuesto a qué te dijeron que eras la única que podía cerrar las puertas al infierno.

— ¿Quieres que te aplauda como premio? No lograrás meterme ideas a la cabeza tan pronto, no importa si soy o no la única que puede cerrarlos — me atreví a responder acrecentando su sonrisa.

— Desde luego que importa, es tu cuerpo el que se contamina y descontrola cada vez que las cierras, mi hermanito solo te utiliza para no mancharse las manos resolviendo los problemas — se mostró más serio y se paró a mi lado, chasqueando los dedos cerró el agujero — Al menos tú humano hace mejor el trabajo de seguir órdenes.

— Pierre siempre ha sido así — frunció el ceño.

— Pero si yo hablo del otro, la borreguita que hará todo por volver a la comodidad de su corral en el paraíso — no me dejaría engatusar.

— Y dirás qué está jugando, todo con un fin en específico. Se que no estás presente, así que no me molestes y déjame seguir tranquila.

— Ven, te mostraré dónde estoy — me tomó de la muñeca, dejándome en total oscuridad por unos segundos.

— ¿Cómo me trajiste aquí? — el ambiente era increíblemente pesado, asfixiante.

Pude ver un gran agujero, gorgoteando lamentos, como si fuera este el más cercano a la peor parte del infierno y con un vistazo pudieras ver dentro de aquel calabozo.

— No importa realmente eso, porque no te llenas con este terroncito — tiró de mi mano hasta quedar en la orilla y haciéndome estirarla cortó mi mano, pegándome a él empezó a susurrar las palabras en mi oído.

Una vez más estaba llenándome de algo malvado, besó mi mejilla y me miró a los ojos.

— ¿Por qué lo haces? — dio otro beso en mi mano, haciendo que la herida cerrara.

— Te prometí matar a todo aquel que te quisiera, no comienza tu cabecita a darse una idea de porque no lo maté o porque dejé que quisieras algo que no te quería de vuelta ¿no es eso mejor castigo? — La oscuridad en sus ojos parecía estar a punto de consumirme — Si te concentras y le preguntas viendo directo a sus ojos, él no podrá mentir al respecto. Te dejare en el lugar a donde van.

Me dejó cerca de una gran montaña, dónde una cueva de gran tamaño parecía ser una entrada a otro pequeño conducto al infierno. Entré sin problema y me detuve al borde de la piedra que daba a la mitad de agujero que tenía la apariencia de un simple volcán, retrocedí un poco por el vértigo y el martilleo en mi corazón.

— ¡Génesis! — la voz de Dan hizo eco en todo el lugar.

No me moví y espere a que estuviera frente a mí, sacudiéndome por los hombros y buscando mi mirada.

— Solo te daré una oportunidad, Dan. Con una sola pizca de mentira, verás qué tan mala puedo llegar a ser si lo deseo — se quedó en silencio esperando la pregunta —. ¿Por qué de pronto quisiste estar a mi lado?

Vi su manzana de Adán bajar junto con mis ánimos de confiar en él, escuché su corazón acelerarse y sentí como la temperatura de su cuerpo disminuyó.

— Gen, yo siempre te he querido y pensé que si no hacia el momento para decirlo jamás iba a poder hacerlo — apreté los ojos un momento para evitar que las lágrimas empezarán a salir y luego levanté la vista, despacio.

— Dime la verdad, me vas a contar todo — su rostro se relajó y pareció pensar un momento, antes de volver a sonreír.

— Ya me estaba cansando de fingir, dios que fastidio — me había dolido peor que haber estado en el infierno —. Tener que besar a un monstruo, ridículo.

— ¿Entonces por qué lo hiciste? ¿Por qué someterte a tan horrible tortura? — la voz me temblaba pero quería saberlo.

— Tú destruiste al mundo, alguien tenía que sacrificarse para devolver un poco de normalidad. Leviathan tenía razón, un poco de cariño te haría caer redondita para que te sacrificaras sin saberlo, pero de todos modos ¿morir no era lo único que querías hacer luego del accidente que provocaste en tu familia? — empujé su pecho, gritándole lo maldito que era.

— Si sabías lo importante que eras para mí, con solo pedirlo lo hubiera hecho con las ansias por morir que tenía así que ¿por qué dañarme de esa manera? — se estaba burlando.

— ¿Crees que mereces que alguien te quiera? Tu cara en este momento es el mejor chiste — se quedó sin espacio para dar otro paso.

Miré el brillo platinado atravesar sus ojos, mientras su boca susurró un despido que acarició mis oídos y terminó de quebrarme en pedacitos, lo había hecho de nuevo.

— Te amo — lo había dicho por primera vez, solo para despedirse.

— ¿Por qué no te lanzas también? Para recrear la maravillosa historia de Romeo y Julieta.

— Te mataré, te lo juro por mi vida.

—Terroncito, ya moriste. ¿Cómo matarás a un ángel de la muerte? — lo había descubierto, hace ya hacía bastante.

— Yo te controlo, Azrael. Ahora me doy cuenta que incluso muerta, lo hice — me miró alzar ambas dagas pequeñas.

Morado y blanco contrastando.

— Anda, apuñálame para ver qué tanto daño me haces — sonreí mientras caminaba hacia atrás viendo un precioso rostro de confusión.

— Yo iré al infierno, tú en cambio desaparecerás — cuando sentí la orilla de la roca, sonreí por última vez antes de clavar ambas dagas sobre la marca, dónde se encontraba atrapada su alma, para mantenerme con vida.

Caí hacia atrás, sintiendo el suave toque del aire tibio y la libertad atravesándome.

Ya no había marcha atrás.

Esperaba que Levi pudiera devolver todo ahora que su hermano no estaría para arruinar de nuevo, que todos pudieran vivir en la paz que alguna vez les fue arrebatada en gran parte por mí; pero no fue así. Las personas que habían elaborado el plan, no tuvieron falla alguna. Lograron exactamente lo que querían, con la excepción de que está vez yo no seguiría las órdenes que me darían.

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