Número 17

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Me esmeré en pensar positivo, en hacer bien lo que el ángel que me dijo con exactitud qué hacer para atraer la atención de Génesis y traerla de vuelta a la realidad, podría sanarla y ella abriría los ojos y diría algo como 'caíste en mi broma, recuerda que soy inmortal' riéndose de mí por ser tan tonto. Ella estaba tan débil y a punto de morir en mis brazos, no podía hacer nada para evitarlo, durante el tiempo que estuve lejos esperé no volver a verla, pues aunque sonreía y parecía disfrutar estar a mi lado, siempre tenía un brillo de dolor en sus ojos, en su mirada podía ver la vida y muerte que la consumían, como si reflejarán la batalla que tenía en su interior por irse pero que alguna cosa pendiente la hiciera quedarse conmigo, yo la distraía por lapsos pero nunca lo suficiente para que dejara de sufrir.

No estaba preparado, no quería verla morir y me aferré a ella como si de esa manera la pudiera retener un poco más conmigo, sabiendo que un alma libre como la suya era tan fugaz como los meteoritos con los que la gente pide deseos. Acomodé el cabello detrás de su oreja antes de que el demonio que la torturaba se acercara a querer llevársela, sería un completo tonto si intentaba protegerla pues yo no tenía ningún poder, ni manejaba al ejército que aguardaba expectante a su comandante.

Cuando llegó a estar frente a ella la empujó más contra mí, luego de agacharse, rompió la tela de la blusa para ver su espalda, sus ojos brillaron en rojo enfurecidos y pensé por un momento que me mataría pero solo pregunto entre dientes:

— ¿Dónde está el imbécil de Leviathan? — Levia ¿qué? — Ven aquí jodido idiota ¿me querías? Pues bien, aquí estoy.

— Hermanito, al fin doy contigo — miré al gemelo raro del que se llamaba Pierre —. Tenemos cuentas pendientes y no parecías dispuesto a venir a pagar.

— Dime que le hiciste bastardo — iba lo suficientemente enojado para no darse cuenta cuando levanté a Gen.

— ¿De qué hablas? Yo no le hice nada, eso se lo hiciste tú, yo también me sorprendí mucho cuando lo descubrí — como si le hubiesen hecho una broma de mal gusto, lucía aún más furioso.

Me acercaba a la orilla para llevarla a la enfermería.

— ¡No cruces la línea! — gritaron al unísono.

— Se está muriendo — zanjé.

— Si entra será más humana y morirá al instante — dijo la copia.

— Dámela y yo me encargo de que no muera — respondió el otro —. Sabes que, arréglatelas tú solo con tu granja de hormigas.

— Aprende tú a lidiar con tu maldito corazón roto y deja de hacer problemas — lo vi caer al suelo por el golpe que le dio el demonio.

El ambiente se sintió más denso, ellos dos se enfrascaron en una pelea mientras ella solo dejaba de respirar.

En un momento una nube negra se formó y uno de ellos desapareció, el que suponía era Leviathan pareció recobrar la compostura, llego directo a las catanas y cortó una parte de la valla.

— Ayúdame a llevarla a la enfermería, te alcanzo en unos segundos — rogué porque siguiera con vida y corrí con ella en brazos.

Cuando llegué ahí no había nadie, pues todos seguían reunidos tratando de mantenerse a salvo. La acomodé en la primera camilla boca abajo y terminé de romper su blusa, parecía ser que le hubieran hecho algún tipo de tortura medieval pues en su espalda parecía haber dos latigazos que no dejaban de sangrar. Corrí al gabinete y casi terminé con el desinfectante que no dejaba de hacer espuma como si luchará contra una gran infección, volví al gabinete a buscar más gasas pues nada me parecía suficiente.

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