Capítulo 27

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Evanna:

La voz chillona de Lucia me llena los oídos cuando la oigo gritar al ver a sus amigas, se despide de mí y las rodea con los brazos, por última vez alza su mano en mi dirección despidiéndose, bufo y niego con la cabeza.

Busco con la mirada a Hailee, la matare si se marcha sin mí y con ese tipo.

Doy una mirada rápida y si, posiblemente se fue con él, pero mis pensamientos sobre si mi mejor amiga está ahora mismo en los baños o en casa de Peter Simons, quedan atrás cuando mis ojos se encuentran con los suyos.

Mathew..

—Hora de irse, Evanna.—Pronuncio para mí misma.

Inicio mi camino hacia la salida más cercana y él me sigue con la mirada, luego comienza a seguirme con sus pies.

Mierda..

—Disculpen.—Le digo a las personas al cruzarme con ellas y logro ver la salida.—Si...

No doy tres pasos más, cuando me detiene.

—Suéltame.—Su rostro muestra sorpresa ante mi exigencia.

No dice nada más y su agarre me aprieta más en la muñeca.

—Suéltame, Mathew.—No pierdo el control de mi voz.

Mi corazón se acelera cuando me acerca a él.

—Mathew.. suéltame.—Pido de nuevo, mi voz a punto de quebrarse, mi cuerpo apunto de rendirse ante él.

Nuestros labios llenan a rozarse y mi yo estúpida quiere caer, sin embargo otra voz me salva.

—La señorita dice que la sueltes.

Gracias, extraño.

La mirada fría de Mathew estremece al extraño, aunque tenga el doble de su musculatura, Mathew Vance ha grabado muy bien su reputación en cada tipo de este lugar.

—Piérdete.

El extraño no se deja intimidar, insiste en que me suelte y aunque Mathew le da otra oportunidad para que se marche, él no lo hace.

Chico valiente.

O tonto.

Golpean a Mathew y el extraño no tarda en entender que fue un grave error.












(*)











Esta debe ser la primera vez en la que Mathew Vance no gana una contienda.

Porque sí que quedó lastimado y su altura no lo favoreció esta vez, sin embargo lo más sorprendente no es que perdiera, sino que me dejara curarlo en casa.

Ninguno dice nada, para estas cosas he comprendido que él prefiere el silencio y no oírme hablar sobre lo mal que lo ha pasado esta noche.

Termino de limpiar debajo de su ojo y dejo los pañitos húmedos en la mesa, me vuelvo y paso los pulgares sobre el moretón que comienza a verse.

No me doy cuenta que estoy demasiado cerca hasta que tengo sus duros ojos observándome, bajo la mirada hasta encontrarme con las suya y realmente quiero apartarme, es más, lo hago hasta que Mathew me toma del brazo obligándome a quedarme.

Nos miramos a los ojos de nuevo y veo sus ojos juntarse un poco.

Muy despacio precioso los labios sobre los suyos, Mathew no devora mi boca como en cada beso que nos damos, tampoco busca tomar el control, soy yo quien lo besa con lentitud y el se acostumbra a mi ritmo.

Nunca nos hemos besado así.

Es suave y delicado, nada brusco, nada apasionado, nada Mathew Vance.

Siento una alegría inmensa en ese momento en mi corazón, pero decido acabarlo, no puedo hacerme ilusiones así cuando no él no es capaz de decirme lo que siente por mí.

Aparto mi boca de la suya y sus ojos se abren, nos miramos otra vez y yo retrocedo separándome de él, me pongo de pie y él se sienta.

Mi vista comienza a arder.—Tengo que irme.

Mathew tiene la mirada vacía y baja, no se atreve a verme.

—Que tengas suerte, Mathew.

Le doy la espalda y camino hacia la puerta, las lágrimas en mis ojos se llenan.

Abro la puerta y me la cierra de golpe con la palma, cuando me giro hacia él, no me lo permite y me rodea con los brazos por detrás.

Estoy helada.

—¿Qué estás haciendo?

No hay respuesta, solo su respiración cerca de mi oído.

—Mathew, suéltame.

Sin respuesta.

—¡Ya suelta..!

Solo dos palabras.

Solo eso me detuvo.

"Me gustas".

My Dignity has died for you (#1.5 Odio a los chicos)Where stories live. Discover now