1. El campo y los girasoles

14.5K 464 371
                                    

En un lugar del sur, de cuyo nombre no... Ah, sí. VillaOT, un pueblo tradicional y extremadamente pequeño donde la mayoría de sus habitantes se dedicaban al campo y a las buenas costumbres de siempre. El sueño ideal de todo amante de la naturaleza, el silencio y la nostalgia. Los pueblerinos formaban una piña: quien no era amigo, era familia de alguna manera, ya fuera primo segundo o tercero. Allí todo se sabía, porque los cotilleos corrían como la pólvora, de casa en casa, en la plaza, en el bar, o en la única panadería del municipio. Alba abrió la ventanilla cuando el taxista le indicó que estaban entrando. Un campo de girasoles pintó sus ojos de amarillo, al mismo tiempo que una pequeña sonrisa se le formaba. Su flequillo bailaba al viento, despeinando aquel cuidado y sedoso cabello, perfectamente alisado y de corte igualado. En mitad de ese campo de girasoles destacaban dos casas muy próximas, bastante alejadas de cualquier tipo de civilización. La primera de ellas era más estrecha, aunque similar en altura. Ambas blancas, para mantener el frescor en verano. Alba lo observaba todo con tremenda curiosidad, fascinada por los colores vivos del campo. El coche se paró frente al camino de barro marcado por las huellas de unas ruedas bastante anchas y que conducían a las dos casas blancas del fondo.

-¿No puede acercarme a la puerta? -preguntó, bajándose las gafas de sol hasta la mitad del tabique de su nariz. El conductor negó con la cabeza.

-Señorita, no voy a enfangar mi taxi ahí. Lo siento-dijo apenado-. Son 90 euros.

Alba abrió la cartera y agarró dos billetes de 50 euros. Se negó a coger la vuelta, haciendo que el hombre le agradeciera gratamente la propina. Alba premió el buen servicio y compañía con su habitual simpatía, esa que no dejaba a nadie indiferente. Esa que conseguía atrapar a cualquiera que se pusiera en su camino. El taxista le abrió la puerta y sin esperar a que bajase, se fue hacia el maletero. Alba plantó su tacón negro de diez centímetros en tierra.

-No... -murmuró, cerrando los ojos y colocándose bien las gafas-. Qué asco.

Había pisado una mierda.

Eso era lo primero que había hecho Alba al llegar al destino donde pasaría los próximos tres meses. El taxista se aguantó la risa, ayudándola a salir del vehículo. Tiró galantemente de su mano, y la joven se volvió a valer de sus encantos para dejar al señor completamente eclipsado. Ni un truño pestoso podía frenar su simpatía.

-Ay dio', que ha pizao una mierda-rio Natalia desde el tejado de su humilde granja. Veía la escena a través de su cámara analógica, aunque por cortesía no tomó la instantánea.

Siguió observando por el visor con su lengua entre los labios y claros signos de burla en su sonrisa. Alba llevaba una especie de vestido-chaqueta fluorescente que cegaría a cualquiera que pasara al lado suya, el cual combinaba con el tacón superviviente que la hacía parecer coja, y aquellas gafas que se le resbalaban por la nariz cada vez que daba un tirón a su maleta de leopardo. Le quedaban tan solo unos metros para alcanzar la puerta de la granja cuando el único zapato que le quedaba se le atascó en el barro y, al intentar sacarlo, se rompió, haciendo que el tobillo se le doblara.

-¡No me puede salir nada bien! -se quejó Alba, soltando la maleta y descalzándose-. Joder, eran mis favoritos. Uno en la mierda, y otro roto. Vamos bien.

-¿Pueo ayudarte, moza? -gritó Natalia, que había bajado del tejado percatándose del desastre.

-¡No! ¡Tranquila, estoy bien! -contestó ella, con la frente sudada y la respiración agitada. El campo ya no le parecía tan idílico como se veía en el taxi. Alba caminó completamente descalza, reprimiendo una cara de asco por el contacto de su planta del pie con la tierra húmeda. A duras penas llegó hasta la joven, que debía tener su edad, o quizás un poco más. Llevaba una camisa vaquera desgastada y unos pantalones caqui con cientos de bolsillos que no le pegaban nada. Por no hablar de aquella coleta despeinada que tenía más pelos fuera que recogidos. Menudo estilo, amiga.

Girazoles - (1001 Cuentos de Albalia)Where stories live. Discover now