25. Zanzacabó

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Amá no es queré, es comprendé. Amó viejo, ni te orvido ni te dejo. Las coce' de la yegua güena zon pal rocín. Donde no hubo doló no hay caridá ni amó. Er que bien te ama te hará llorá. En cada fló hay coló, pero en cuarquié amó hay doló. Guerra, caza y amóre', por un placé de mil dolore'. Huerta zin agua y mujé zin amó, no zé que zerá peó. La mujé y la ziembra hay que tenerla' pa' quererla'. Rencilla' entre amante', mayó amó que ante'... ¡Mi Natalia, yo te amo con to' mis amore' y te quiero a pezá de los dolore'!

Puerta abierta, Manolo que entra. Tres pasitos que da, un grito que escucha. ¿Es eza mi hembra? Otros tres pasitos da el granjero, otro gemido que sale del pasillo. ¡Que zí! ¡Que zí es mi yegua! Acelera el burro, más chilla la gallina. La oreja pone y el susto le entra.

—¡ARBAAAAAAAAAAAAAAAAA!

—Te como entera...

—OOOOOOOOOOOOOOOOOH.

¡¡Que la Arba es una carníba de eza!! ¡Que por ezo zolo come hierba, porque la carne la artera! ¡Que zi come una chuleta, le entra la jambre humana! ¡Ezo es lo que le paza! ¡Ay, Zabela, que nos has metío una azezina en caza! ¡Mardita zea to' tu gracia! Como le paze argo a mi mujé, ar joyo te mando.

—¡AHHHHHHHHHHHH! ¡POR DIO' ZANTÍZIMO, LA VÍGEN Y LA PALOMA QUE LA PREÑÓ! ¡AHHHHHHHHHHHHHHHH!

No chille' má, gatita. No hace farta que te confieze ni que rece, que eza no te va matá a mordisco'... Yastá asquí tu Manolo pa' zocorrerte. Viá í por la escopeta y te viá rescatá como en las película eza que te gustan a ti en blanco y negro. Y luego te viá cogé en brazo' y no' vamo a í a Niu Yó a celebrarlo. Y a hacé el hijo que vamo' a tené... ¡Yastoy, yastoy, reziste tú, mi amó! ¡Ya viene tu zupergranjero!

Escopeta empuñada, valentía renovada. Tres suspiros y ni un solo quejío'.

Manolo estaba completamente seguro de lo que iba a hacer. Y dispuesto. Dispuestísimo. Se acercó de nuevo al pasillo, colocándose tras la puerta que daba al baño. El agua seguía corriendo, y los gritos cada vez eran más fuertes. Más angustiosos. El corazón del granjero se encogió como un pellizco al oír a su esposa en semejante situación de peligro.

Abrió una rajita la puerta para asomar con precaución el arma. Tenía miedo. Estaba temblando. ¿Y si no era tan valiente como pensaba? ¿Y si no era capaz de ser el héroe que precisaba su amada?

Infló sus mofletes con histeria y resopló con furia. ¿Cobarde yo? ¡Un mojón! Hizo retroceder la escopeta para cargarla. Tranquila, mi Natalia, que eza zarvaje carníba no te va a hacé ná. Me la viá cargá yo ante'. Le dio un beso a la punta con el mismo coraje, y cuando se impulsó hacia atrás para entrar como un auténtico caballero noble, valiente y apuesto...

—EJEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEeeeeeeeeeeee-e-e-e-e... E-e.

El sonido de la ducha cesó. Y el de los gritos. Y el de aquel gemido de Natalia que indicaba haber tenido, casi con total probabilidad, el orgasmo más satisfactorio de su vida.

El arma cayó al suelo. Y los refranes. Y las lágrimas.

—Tesquiero—susurró Natalia rompiendo un silencio que parecía que iba a ser infinito. Unos besos superficiales y sonoros acompañaron a la bonita confesión.

Sonidos que llegaban hasta Manolo a través de aquella rajita de la puerta para romperle el corazón y abrirle de una vez los ojos. Hacerle comprender. Superar todas las barreras que le impedían creer de verdad lo que le estaba pasando a su mujer: se había enamorado de Alba. No era su amiguita, ni su diversión. Era un amor de verdad. Un amor tan fuerte, o más, del que tenían ellos dos. Algo que, aunque ella misma se lo había explicado, no había sabido entender... Hasta ese momento.

Girazoles - (1001 Cuentos de Albalia)Where stories live. Discover now