15. La bizezualidá

8.2K 573 1K
                                    

Enfrentadas en la cama, se miraban de lado analizando las posibles reacciones a un beso que las había pillado por sorpresa. Aún se escuchaba el concierto a lo lejos, los gritos, la euforia de quienes seguían disfrutando de la primera noche de feria.

—¿Cómo no mabía' dao' yo cuenta de que me atraían las mujere', Arba?

—Eh... —parpadeó confusa—. La verdad es que... a ver, Nat, vas un poquillo empanada por la vida.

—A que te arreo' un zopapo—amenazó, provocando una sonrisa divertida en la urbanita.

—Igual no te ha pasado antes... y ya está—suspiró, tratando de aplacar sus dudas.

—¿Pueo'...? Arba, ¿pueo' bezarte otra vé?

Esta mujer me quiere matar. Que yo así no puedo controlarme, coño. Vale, a ver. No le voy a decir que no. No puedo decirle que no. No solo por no hacerle el feo, es que... A quién pretendo engañar... me muero de ganas por volver a comerle la boca así dicho bastamente. Pero es que como siga así va a arder Troya, y Troya no debe arder. Alba, nada de lo que estás pensando tiene mucho sentido. Ya, ya lo sé, pero tengo que llegar a una conclusión rápido o se olerá que me están dando dieciocho glitcheos.

—Claro—musitó temblorosa.

—Zi quieres, eh. No paza naíta de ná zi me dices que no...

—No, no, no quiero. ¡Digo sí! ¡Sí quiero! Que sí, que sí quiero besarte otra vez. Digo, que no me importa hacerlo, quiero decir.

Mae mía con la Arba... pa' tan bollera no vea los geipaninis que le dan. Zi zeguro que habrá bezao a un montón de mozas... No como yo, que estoy aquí descubriendo mi zezualidá ocurta... Mh... ¿por qué no ze mueve? ¿Nos vamo' a bezá a distancia, o qué? Arba, chocho... , me tendré que arrimá yo.

La granjera se acercó, quedando a unos centímetros del cuerpo de Alba, al que no se atrevió a rozar todavía. Volvieron a mirarse fijamente como habían estado haciendo durante la media hora que llevaban en la cama. Solo que ahora la escasa distancia que había entre ellas aceleraba sus respiraciones más de la cuenta.

Mírala qué valiente la granjerita inocente... No como yo, que estoy cagadísima. Quién te ha visto y quién te ve, Alba... ¿Cuándo no has sido tu top? Nunca. Hoy. Y encima con una... bueno, virgen no... pero primeriza en... ¡Coño, que me ahogo! Claro, si es que tanto pensar se me olvida respirar. Sí, seguro que es de tanto pensar... Pf. Es que mira lo guapa que es... ¿Cómo no me voy a poner nerviosa? Ay, los dientecitos. ¿Por qué sonrío ahora? Porque es monísima, es evidente.

Alba acarició su mejilla con lentitud, acabando el dulce recorrido en unos labios entreabiertos que humedecieron las yemas de sus dedos de un sabor que...

—Arba.

—Dime—gimió sorprendida.

—Shiquilla', que van a cantá los gallo' y estamo' aquí mirándono' como dó' carajotas...

—Ay, voy—tragó saliva, llevando su mano hasta la nuca de Natalia para atraerla.

Sus labios volvieron a conectar con precisión, encajando perfectamente. Esta vez fue algo más lento. Pero pasional. Intenso. Las dos aguantaban la respiración cada vez que absorbían y exprimían el labio de la otra en sus respectivas bocas. Y aunque al principio solo se apreciaba movimiento en sus cabezas, pronto ambos cuerpos se sumaron a una danza sensual y ansiosa.

Girazoles - (1001 Cuentos de Albalia)Where stories live. Discover now