21. Las cozas der polloamó

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—La de Paquito er chocolatero.

—Esa no, Nat... Una más actual.

—Joé, pero zi estoy haciendo una tarta chocolate... Qué mejó que Paquito er chocolatero.

—¿Quién es la experta?

—Po' ná, pon la que te zarga der papo.

—Oye, a mí no me hables así, ¿eh?

—Zi es que llevo aquí zentá do' hora' y no me deja' hacé ná...

—A ver, Nat, es que tus ideas...

—¿Qué paza?

—Querías poner La mayonesa mientras batías la mezcla...

—Po' bien que viene, vamo'. Ma-yo-neza, ella me bate como haciendo mayonezaaa—canturreó sonriente bajo la mirada incrédula de Alba, que editaba el primer vídeo del canal de Natalia en su ordenador. O eso intentaba.

—A ti sí que te voy a batir yo... Loca.

—Loca de ziquiatra no zé, pero loquita por ti zí que estoy.

—¿Y esta declaración? —sonrió embelesada.

—Que te quiero mucho, Arbi—murmuró cariñosamente, frotándose vergonzosa en el cuello de la joven.

—Ay, Nat... —suspiró, acariciándole el pelo—. Y yo a ti.

—¿Dejamo' er vídeo pa' más tarde? Estoy canzá de tanta pantalla... —le pidió en el oído.

—Vale—suspiró, cerrando el portátil y dejándolo en la mesilla de noche.

Y es que habían establecido la oficina de post-producción en la cama de Natalia. ¡Al diablo las sillas! ¿Qué mejor que editar un vídeo tumbada boca abajo con el ventilador del techo echándote aire en la espalda?

—¿Te apetece ver una peli?

—Illa Arba, zi te acabo de decí que me duelen lo zojos de tanta pantalla...

—A mí no me digas illa.

—Ofú, ze va notando er desgaste de la relación.

—¿Qué estás hablando? —carcajeó Alba.

—Que ya estamo' en la etapa de discutí tor tiempo.

—Anda ya—murmuró, tumbándose sobre ella para dejar un beso en su cuello—. Joder, qué bien hueles.

—Po' le acabo de echá de comé a las gallinas, o zea que...

—No hueles a gallina... hueles a ti.

—Que me hartao' de zudá detrá de la Cuín, que no vea cómo corría... 'jo puta er huevo que la trajo ar mundo. ¿Tú no te iba a encargá de ella? Ya tas aburrío.

—Un poquillo. Pero yo la quiero mucho. La miro mientras desayuno—bromeó en el pecho de Natalia, en el que se acomodó sin ponerse nerviosa. (Sorprendentemente).

—Po' vaya forma de cuidá de una gallina... Espero que a mí no me cuides azí...

—A ti te cuido de otra forma—susurró, apretándose a su torso hasta que el abrazo se volvió doloroso.

—¡Vale, vale! Ma' queao' claro.

—Po' yo creo que no te ha quedado claro del todo... —dijo sugerente, besando sus labios con delicadeza. Tirando de ellos mientras la miraba fijamente sin parpadear.

¿Pero esta perzona de dónde ha zalío? Za' tenío que caé de los zielos. Qué coño. Del Olimpo. En otra vía' fue Meduza. La que con la mirá convertía a los hombre' en piedra. Güeno, a mí más que piedra lo que me hace es mayoneza... Mantequillita. Oy, Natalia, las metáforas zezuale' no zon lo tuyo. Cállate ya, zo' cochina.

Girazoles - (1001 Cuentos de Albalia)Where stories live. Discover now