Anna no está

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La escuela con Silvana Miele era aburrida, pero, sin escuela, los días no pasaban nunca. Carlo conseguía distraerse en clase que daba gusto; en casa, sin embargo, pensaba en una cosa: volver a la escuela.

-Mamá, ¿no hay alguna escuela a la que también pueda ir yo? ¿Una escuela en la que no haya leyes raciales? Si me quedo todavía mucho tiempo en casa, voy a olvidar todo lo que he aprendido.

-Las leyes raciales están ahora en todas partes, Carlo -le respondió su mamá- . Los fascistas han dejado abiertas algunas escuelas a las que solo pueden ir niños judíos, con profesores judíos. Pero están muy lejos de aquí y nadie puede acompañarte. Tampoco podemos permitirnos ponerte un tutor que te siga en los estudios. Las leyes raciales también impiden que tus padre trabaje, ya lo sabes, y el dinero que tenemos es poco. Ya estás viendo también tú que debo levantarme a las cinco de la mañana para ir a limpiar las casas de las señoras ricas. Menos mal que tu abuela nos ha dejado la casa; de no ser así correríamos el riesgo de tener que dormir en la calle.

Esta mamá parecía algo nueva... Antes nunca habría hablado así. Antes decía que todo tiene remedio, y sonreía. Ahora que lo pensaba, Carlo no la había visto reír desde hacía un monton de tiempo. Antes no se cansaba de repetir que ser amable con los otros era lo más importante. Ahora parecía que lanzaba las palabras, y cuando llegaban a las personas eran como piedras afiladas, hacían mal.
Sin embargo su madre lo necesitaba.

- Mamá, ¿ya no volveré a ver nunca más a mis compañeros de la escuela? Y, si me los encuentro, ¿podré saludarlos o está prohibido?

La madre miró al padre, se veía que estaba pensando en cómo responder. Pero no tenía muchas ganas. Carlo sospechaba algunas veces que las prohibiciones le habían quitado las fuerzas a su madre, por lo muy cansada que parecía.

-Pronto iremos a conocer a una profesora que también ha sido expulsada por ser judía -le respondió su padre - y se ha ofrecido a darte clases de repaso durante este tiempo, Carlo. Se llama Sarah y vive cerca de aquí.
Para ir a su casa pasaremos por delante de tu escuela precisamente a la hora de la entrada y, probablemente, conseguirás ver a alguno de tus compañeros... Pero si no quieres iremos por otro camino.

Había que pensarlo bien. No es que tuviera ganas de ver a sus compañeros de la escuela, considerando que nadie se había movido cuando Carlo fue expulsado. Tampoco había pasado por su casa ninguno de ellos. Ni siquiera para decirle: "Hola, Carlo". Tampoco Anna. Quién sabe si seguía teniendo esos ojos que se clavaban. Quién sabe a quién miraría ahora Anna. Tal vez estuviera esperando que volviera Carlo. No. Todos tenían miedo a mezclarse con los judíos.
Carlo lo sabía ahora bien. No le había hecho falta gran cosa pea comprenderlo: cuando él y Antonio iban a ver los trenes, los colegas de su papá ya no lo saludaban como antes, con alegría; ahora hacían como si no lo hubieran visto.

Sin embargo, lo veían; Carlo sentía sus miradas sobre él. Se había acostumbrado a causa de Anna; sabía cuando alguien le clavaba la mirada, aunque estuviera de espaldas.
"Esta de los judíos es una historia extraña", pensaba Carlo constantemente. Un día le pidió a su madre que le explicara qué mal habían hecho los judíos para que los trataran de ese modo. Ella le respondió: "Nada". Carlo insistió en que debía tratarse se algo distinto. "Nada" le repitió su madre, que desde que trabajaba y se levantaba tan temprano cada vez tenía menos ganas de hablar.

Entonces Carlo le hizo la pregunta a su abuela y ella le dijo que los judíos y los cristianos tenían el mismo Dios y que las enseñanzas de él valían para ambos. Pero también le dijo que los judíos y los cristianos no estaban de acuerdo en quién era Jesús.

-Los cristianos creen que es el hijo de Dios, el Mesías. Dicen que lo ha enviado Dios para salvar a todos los hombres. Para los judíos sin enbargo, Jesús es simplemente un rabino judío, un hombre sabio. Nosotros, los judíos, seguimos esperando aún al Mesías, aquel que redimirá a los hombres y hará de este un mundo mejor. Tenemos paciencia -esto fue lo que le dijo su abuela a Carlo un día en el que se sentía demasiado solo y había ido a verla, dado que vivía en el portón de al lado del suyo.

Carlo le hizo también otra pregunta.

-Abuela, ¿por qué tiene que salvar Jesús a los hombres? ¿De qué tiene que salvarlos?

-De ellos mismos. Las leyes raciales son un ejemplo de la maldad de la que son capaces los hombres. Tú no puedes ir a la escuela y tu padre ya no puede ir a trabajar solo porque son judíos.

- ¿Tú crees que Jesús los salvará aunque sean tan malos con nosotros?

-No lo sé, Carlo. Pero sé que Dios no perdona fácilmente al que desobedece sus mandamientos. No tengas miedo. Pronto volverás a la escuela. Estoy segura de que recuperarán la razón: antes o después acabarán por darse cuenta de que nosotros también somos italianos, como ellos.

Carlo decidió que quería ir a ver a sus compañeros. Al estar solo tanto tiempo al final la cabeza le pesaba, porque dentro le daban vuelta un montón de pensamientos confusos que giraban en redondo y no se detenían nunca. Después, por la noche, Carlo tenía miedo y se despertaba empapado en sudor. Unos días antes había soñado con Aquiles. Lo estaba acariciando y, de repente, el gato lo había arañado haciéndolo sangrar. Carlo lo riñó, pero cuendo el gsto volvió hacie él vio que su morro no era el de Aquiles. Era el rostro de la maestra Miele, que lo miraba con risa burlona y maligna, como el malo de los cómics que le leía su padre por la noche.

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Y aquí el fin del cap.

Recordatorio:

Lectores, recuerden que no importa la raza, el color de la piel, la religión, los gustos, las preferencias sexuales, TODOS somos seres humanos, todos tenemos sentimientos, y al no ser aceptados como somos, todos nos sentimos mal. Imaginense el dolor, la fustración, la tristeza que sintieron los judíos al no ser aceptados, al no ser apoyados... Si bien ya no podemos hacer nada por cambiar el pasado, podemos hacer algo para cambiar el futuro y que la sociedad sea cada vez mejor. ♡

Si te gusto el capítulo xfa no te olvides darle una estrellita.

Gracias por leer...

Las maletas de AuschwitzWhere stories live. Discover now