La partida

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-ℂ𝕒𝕡𝕚𝕥𝕦𝕝𝕠 𝕗𝕚𝕟𝕒𝕝 𝕕𝕖 𝕝𝕒 𝕙𝕚𝕤𝕥𝕠𝕣𝕚𝕒 𝕕𝕖 ℂ𝕒𝕣𝕝𝕠-

A partir del mes de octubre de 1943, la abuela se vino a vivir con su hijo Antonio, porque los alemanes habían ocupado la ciudad y requisado la casa de muchos judíos. Entre ellas estaba también la de la abuela de Carlo. El muchachito se sentía feliz con su presencia, porque ella daba fuerza a todos. Aunque era muy anciana, parecía la más animosa de la familia. Le decía siempre a su hijo Antonio, el papá de Carlo, que Italia era diferente de Alemania. Mientras estuvieran en Italia nada malo les podría pasar. Y la abuela seguía resistiendo incluso cuando los alemanes se convirtieron el los dueños de la nación y se comportaban con arrogancia y violencia.

"Esto acabará pronto -decía-, resistamos todo lo que podamos y las cosas volverán a ser como antes". Todos le creían, querían creerle.

Era la noche del 15 de diciembre de 1943.
Carlo, la abuela, la mamá y el papá apenas habían acabado de cenar. Estaban acostumbrados a oír con llamar fuerza la puerta, del mismo modo que se habían acostumbrado a los controles de la policía. Fue a abrir la abuela e intentó ser amable, como de costumbre.
Normalmente no le contestaban con la misma amabilidad, pero ella no perdía la compostura.
"No es culpa de ellos -decía-. Ejecutan órdenes".

Carlo no comprendía cómo se las arreglaba la abuela para ver siempre lo bueno de cada situación. Estaba dotada de tal seguridad, que daba ánimo a todos.
Aquella noche sin embargo, venía con los policías italianos un soldado alemán. Era joven y guapo. Estaba de pie, con la espalda tiesa. Carlo lo miraba con curiosidad y pensaba que estando así de recto se alargaría. Pero aquel ya era alto, ¿Cuánto quería crecer aún?

El soldado de la SS no se dirigió a la abuela de Carlo, ni siquiera la miró, pero ordenó a los policías en un italiano hablado con dificultad que contarán a las personas que había en la casa y les dijeran que prepararán las maletas. Los policías le obedecieron. Registraron la casa y así encontraron a Carlo, a su madre y a su padre.

-Preparen sus cosas. Tiene que marcharse -fue lo único que dijeron.
La mamá de Carlo intentó preguntar:
-¿Marcharnos? ¿Adónde? Esta es nuestra casa...

El soldado extranjero gritó entonces algo en alemán y sacó la pistola. Los policías italianos hablaron con él y después se dirigieron con dureza al papá de Carlo:
-¡No deben discutir las órdenes, malditos judíos! Prepárense, les damos diez minutos y después los sacaremos. A no ser que quieran que los mate el camarada alemán, les conviene obedecer, ¿comprendido?

Mientras el papá y la mamá preparaban las maletas para todos, la abuela apartó a Carlo y le preguntó si deseaba llevarse con él algo precioso, algo que lo hiciera sentirse seguro incluso lejos de casa.
Carlo lo pensó y se dirigió al cajón de los billetes de tren. Tomó un puñado.

-Estos son de cuando papá y yo íbamos juntos a trabajar y éramos como todo el mundo. Quiero llevarme algunos.

-Ya está, estamos preparados -dijo el papá de Carlo cargando tres maletas. La de la abuela Lidia llevaba los billetes de Carlo.

Los policías cerraron la puerta y se quedaron con la llaves.

Sabían que ya no iban a servirles a los antiguos moradores.

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Buenoo aquí llega a su fin la historia de Carlo.

Lo sucesos que pasan después ya todos los sabemos :(

Gracias por leer.... 🌿

Las maletas de AuschwitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora