23 de enero

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Querido diario:

Este mediodía, durante el almuerzo, mamá me pidió prestado mi celular para mandarles un mensaje de texto a mis abuelos, y así avisarles que esta noche les haríamos una deliciosa cena por su aniversario. Pero cuando ellos les contestaron, ella sin querer leyó lo que Derek me había mandado anoche.

                —¿Por qué no le contestaste a Derek?

                —¿Ahora lees mis mensajes? —Sonreí.

                Puso los ojos en blanco.

                —Era tarde y tenía mucho sueño.

                —No te creo, cariño —dijo, mientras se servía café en su tasa.

                —Te estoy diciendo la verdad.

                —¿Segura? —preguntó.

                Me quedé en silencio.

                —Lo sabía —murmuró.

                Dejó el teléfono en la mesa y se sentó a mi lado.

                —¿Qué ocurrió? —Ella me preguntó.

                —Preferiría no hablar de ello.

                —Aura…

                —Él me besó, mamá.                   

                —Eso es maravilloso, hija —dijo con una gran sonrisa en su rostro.

                —En realidad, no lo sé.

                —¿Cómo que no lo sabes? —dijo mamá—. Hija, tu siempre has adorado a ese muchacho.

                —Y lo sigo haciendo, mamá. Pero no creo que él sienta lo mismo que yo.

                —Bueno, la única forma de saber lo que realmente siente es hablándolo con él.

                —Tal vez, tengas razón —susurré—. Pero por ahora, solo quiero esconderme.

11:59 PM

La cena estuvo divertidísima, incluso cuando la abuela se sentó a mi lado a hacerme preguntas.

                —¿Cómo se encuentra tu corazón?

                Me lo preguntó con cariño.

                —¿Qué te contó tu hija?

                —Sabes que odio que me contesten con otra pregunta —dijo con su dulce voz—. Y ella no me conto nada.

                —Hagamos como que te creo, abuela.

                —Bueno, cuéntame.

                —Es complicado —susurré.

                —¿Y el chico ese que te gusta? —preguntó.

                —También es complicado.

                Ella suspiró.

                —La próxima vez que veas a ese muchachito —vociferó—, dile que si llega a romperte el corazón, le daré un bastonazo en la cabeza.

                —Te amo, abuela —La abracé.

                —Yo mucho más, mi pequeña.

Para Verte Sonreír  (completa)Where stories live. Discover now