29 de enero

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Querido diario:

Me siento tan aliviada por lo que pasó esta mañana, pero creo que voy a matar al maldito mentiroso de Joshua.

            Hoy, cuando desperté escuche unas voces que hablaban casi susurrando, así que baje a la planta baja de la casa a ver qué estaba pasando. Cuando lo hice, vi que Joshua estaba solo en la cocina haciendo el desayuno.

            —Buenos días, perra —me saludó con una gran sonrisa—. Tu papá acaba de irse a trabajar.

            —¿Joshua?

            —Siéntate —Hizo seña para que tomara asiento a su lado—.Te preparé un licuado de frutilla y unos Scones de arándanos.

            Lo miré sorprendida.

            —¿Qué haces aquí?

            —¿Quieres que me vaya? —preguntó Joshua.

            —No. Es solo que no entiendo.

            —¿El qué no entiendes, dulzura? —Juntó las cejas y sonrió.

            —No entiendo qué estás haciendo aquí y tan temprano.

            —Vine a compartir un buen desayuno con mi mejor amiga —dijo él en su tono más cortés.

            —Eso es genial, pero… ¿tú no estabas enojado conmigo?

            Soltó una carcajada.

            —Fue una pequeña broma, querida.

            —¿Qué? —grité.

            —No grites que tu mamá sigue durmiendo —dijo.

            —¿Cómo qué fue una broma?

            —Sí.

            —Explícamelo ya —exigí.

            —Yo sabía todo antes de que se le escapara a Fabiana.

            —¿Qué? ¿Cómo? —Fruncí el ceño

            —¿Recuerdas ese día qué te invite a ver una película, que proyectaban en mi escuela, y que tú me dijiste que estabas enferma?

            Asentí.

            —Sí.

            —Bueno. No te creí —continuó—. Por eso me quedé contigo para que me cuentes la verdad, y como no lo hiciste leí tu diario.

            —¿Qué hiciste qué? —volví a gritar.

            —Sé que estuve mal en hacer eso… pero estaba preocupado —Se levantó de la silla.

            —Te voy a matar —bromee.

            —No. No lo harás —Me abrazó.

            Se me llenaron los ojos de lágrimas y lo estreché más hacia mí.

            —No vuelvas hacer una cosa así conmigo —le supliqué.

        —Aura, no llores —dijo mientras me apartaba un poco para mirarme—. No quería que te sientas así. Perdóname.

            —Te quiero, tonto.

            —Y yo a ti, tontita. 

Para Verte Sonreír  (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora