12. Flamante Certeza

66 7 5
                                    

Esto es un desastre.

Luego de quedar totalmente estupefacta ante las "habilidades" extraordinarias de Adigwen, me encuentro en la sala. Mi pierna se remueve inquieta y Allena a mi lado me observa precavida.

―Ya, déjalo. ― su mano me toma de la rodilla y detiene el movimiento, pero la fulmino con la mirada para que me deje en paz.

No me encuentro bien y todo es por ella y su secreto.

―Si quieres aprender a controlar cualquier cosa que sea que hagas tenemos que tener un horario de entrenamiento. ―Ozzane se encuentra perdido en sus pensamientos, acariciando su barba despreocupadamente mientras me mira y Adigwen parece muy emocionada a la vez que explica los días que podremos vernos para el "entrenamiento".

― ¿Cuándo, dónde? ―la rubia a mi lado habla al notar que yo no estaba dispuesta a responder.

Sigo demasiado abrumada luego del show en la habitación de la artista que no he conseguido armar palabra suficiente para expresar todo lo que mi mente quiere saber o decir.

―Pueden ser los jueves y viernes de cada semana antes de que se ponga el sol...

―Jueves y viernes, dos semanas al mes. Mamá sospechará si es cada semana, además creo que necesitaré descanso de... Todo esto. ―por fin mi boca forma algo coherente, aunque mi voz sale apagada y lenta, masticando cada sílaba.

Ozzane se separa de la pared y contraataca:

―Viernes de cada semana luego de clases.

―Jueves, una semana de descanso, antes de que se ponga el sol.

Entrecierra sus ojos miel a mí y asiente con la cabeza a una boquiabierta Adigwen, quién se recompone carraspeando.

―Está bien. Entonces... ―ella mira a Allena, la rubia parece confundida pero pronto recuerda.

―Tu teléfono. ―le doy el aparato y ella teclea unas cuantas veces entregándomelo ahora con el contacto de Adigwen y Ozzane.

Miro a la chica de ojos azules frente a mí quién se encoge de hombros con una sonrisa danzando en sus labios.

―Podemos hacerlo aquí si te place.

―No. Nos encontraremos en el claro que queda unos cuantos metros hacía el norte...

―Es muy peligroso, podrían vernos ahí ―el rubio réplica y se cruza de brazos―. Aquí es más seguro. Muchos se perderían antes de encontrar esta cabaña. ―una ceja rubia se enarca retándome a contradecirlo pero no puedo, él tiene razón.

―Está bien. Pero no dentro ―observo la sala acogedora y recuerdo las pinturas en el cuarto de la pelirosada―, todavía no sabemos qué puedo hacer y no quisiera causar estragos aquí.

Todos asienten y yo me levanto, está oscureciendo rápidamente.

―Debemos irnos. 

Allena hace un puchero pero se incorpora, abrazando a la chica y al rubio en señal de despedida.

―No te olvides de nosotros, pequeña. Te extrañamos mucho. ―y algo en los ojos del tal Ozzane me alerta, ese brillo y la ternura con la que la trata...

―Claro que no. ―la rubia responde risueña y abraza de nuevo a Adigwen, quien le susurra algo al oído antes de separarse.

―Allena... ―ya me encuentro en la puerta, abrigándome dentro de la chaqueta, incluso cuando la noche es calurosa y las estrellas empiezan a titilar con sutileza, sin rastro de nubes que amenacen en taparlas.

Detrás de las Máscaras ✔︎Where stories live. Discover now