23. Conocimiento Nocivo

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No se me escapa la mueca entre sorpresa y felicidad de Adigwen al verme frente a la puerta de la cabaña.

Sus ojos azules brillan con millones de emociones que pasan a velocidad luz en microsegundos y que se transforman en otras cuando sus orbes se posan en la alta figura de Leandro Greymme, a mi lado.

— ¡Isis, ¿qué haces aquí?! —me aprieta en un abrazo fuerte, sacándome un poco el aire con su amabilidad.

—Perdón por no haber avisado antes pero... necesito un lugar donde dormir. —susurro la última parte para que el señor Greymme no la escuche, y tal vez logro mi cometido cuando noto que su atención está totalmente prensada en la chica de cabellos rosa que me da la bienvenida con ademanes efusivos.

—No te preocupes, papá estará completamente de acuerdo con que te quedes hasta que encontremos a tu familia. —al decirlo le da un pequeño vistazo a Leandro y siento como él se tensa a mi lado.

— ¿Dónde está Ozzane? —trato de mirar hacia dentro en busca de su cabello rubio o sus tatuajes, pero todo se ve desolado.

—Salió hace rato, tal vez no tarda en llegar... —sus ojos se abren y da un saltito, agitando su mano a alguien en la lejanía—. Oh, mira, ahí viene.

El señor Greymme se gira con curiosidad y por alguna razón se percibe inquieto mientras examina con sus ojos castaños a la silueta que poco a poco distingo como el padre de Adigwen.

Se hace silencio hasta que Ozzane por fin se saca la capota de la chaqueta, dejando libre su cabello rubio, dándome una sonrisa que achica sus ojos miel.

—Qué alegría verte, Isis, ¿cómo va todo? —me abraza de lado y nos da una mirada inquisitiva antes de preguntar directamente—: ¿Quién es él?

El señor Greymme carraspea y en un movimiento rápido toma la mano que Ozzane extiende, apretando en saludo.

—Leandro Greymme ¿y usted es...? —sus ojos cafés se entrecierran ligeramente antes de que el rubio responda.

—Ozzane Tryerie y ella es mi hija, Adigwen. —la susodicha lo saluda con un movimiento de cabeza, notándose tímida de repente bajo el nuevo escrutinio de Leandro.

Se sueltan las manos y el silencio se espesa de nuevo.

—Leandro es nuestro vecino, se mudó con su familia hace más o menos un mes, ellos me han ayudado mucho desde... —la garganta se me seca y Ozzane no tarda en darme un apretón reconfortante.

—Entiendo. —se dispone a admirarme, estudiando la maleta que llevo en la espalda y mi vestuario.

Antes de venir aquí, Leandro aceptó en llevarme a casa para recoger unas cuantas cosas, las cuales empiezan a pesar en mis hombros.

—Vamos, siéntete como en casa. —me empuja un poco hacia dentro de la casa pero lo detengo para despedirme del señor Greymme.

Adigwen toma mi maleta y entra luego de darse cuenta que mis ojos rogaban por algo de privacidad, despidiéndose de Leandro con otro movimiento de cabeza.

—Leandro, un gusto conocerlo. —estrechan manos de nuevo y se miran con alguna emoción extraña danzando entre ellos.

—Lo mismo digo, señor Tryerie. —el rubio da un último vistazo y sigue a su hija, entrecerrando la puerta a sus espaldas.

No sé qué decir. Mis manos están heladas y sólo atino a mirarlas, entrelazadas.

Él, al reparar en mi incomodidad, me atrae en un abrazo inesperado que me hace recordar a la noche en la habitación de huéspedes de la mansión, y que, tal como esa vez, me hace sentir protegida.

Detrás de las Máscaras ✔︎Where stories live. Discover now